A diez años del Argentinazo
¿Qué enseñanzas nos dejó, al cumplirse una década, la insurrección popular que tiró al gobierno de De la Rúa? ¿Por qué no “se fueron todos”? ¿Qué tareas políticas quedaron pendientes para el futuro?
Escribe: José Castillo
Las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 marcaron un antes y un después en nuestra historia contemporánea. Hace diez años, millones de argentinos, trabajadores, estudiantes, desocupados y jóvenes salimos a la calle y, en un torrente de gente, un río de decenas de miles bajando por cada avenida (nunca se sabrá cuantos se movilizaron ese día, aunque algunas cifras hablan de dos millones), en una movilización que comenzó la noche del 19 y se prolongó hasta bien avanzada la tarde del 20, tiramos abajo al gobierno de De la Rúa- Cavallo. Atronaban las cacerolas. Las inmensas concentraciones, con epicentro en la Ciudad de Buenos Aires, cruzaron todo el país. A los pocos días, otra descomunal marcha a Plaza de Mayo terminaba con el “interinato” de Rodríguez Saá. De hecho, cinco presidentes pasaron en poco más de una semana. Duhalde, quien asumió a fin de año, estuvo todo el mes de enero al borde de la caída, jaqueado por marchas y reclamos. Sonaba el “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, en acciones que, a cualquier hora del día, escrachaban a políticos, jueces, empresarios y bancos. El viejo bipartidismo PJ-UCR se hundía en el repudio: “sin peronistas, sin radicales, vamos a vivir mejor”, era otra de las consignas que más se escuchaban. Surgían como hongos las asambleas de vecinos en las esquinas de los barrios; después vendrían las asambleas semanales de Parque Centenario. Los desocupados se movilizaban de a miles. En muchísimos lugares, los trabajadores de fábricas cerradas y vaciadas por sus dueños las tomaban y las ponían a producir. Es cierto que faltó la presencia de la clase obrera organizada, producto de la traición de sus direcciones. Pero crecía por todos lados una nueva militancia, rebelde, aunque también muy inexperta.
Las políticas para “congelar” el Argentinazo
La burguesía (tanto las grandes empresas locales como el conglomerado de transnacionales que operaba en el país) y el imperialismo sintieron el impacto. Y se dieron como objetivo prioritario “reconstruir el orden”, el régimen político en ruinas, de tal forma que la Argentina pudiera seguir funcionando como un país capitalista semicolonial más o menos normal. Para esto tuvieron que ceder enormes conquistas a las masas. Digámoslo con todas las letras: la política del imperialismo era que la Argentina siguiera cumpliendo a cualquier costo con los vencimientos de la deuda externa (de hecho, ya se habían reducido jubilaciones y salarios a estatales, congelado las transferencias de fondos a las provincias y obligado a emitir bonos provinciales con los que se pagaban sueldos, e incluso se estableció el famoso “corralito” contra las cuentas bancarias). Y fue la movilización popular la que obligó al gobierno de Rodríguez Saá a anunciar el default de una parte importante de nuestra deuda externa. Fue también el fruto de enormes movilizaciones que se arrancaran más de dos millones de planes para los desocupados. O que se congelaran las tarifas de los servicios públicos privatizados, hasta entonces dolarizadas. O que la mayoría de las empresas recuperadas por sus trabajadores no fueran desalojadas.
Duhalde primero y Kirchner después, se dieron como tarea prioritaria, entonces, “congelar” esa tremenda movilización popular. Con mucho esfuerzo lo fueron logrando, echando lastre -por ejemplo, Duhalde terminó yéndose antes de lo programado tras la masacre de Puente Pueyrredón- y con un giro impresionante hacia un doble discurso “aggiornado a los nuevos tiempos” -tal es el caso de Kirchner incorporando el discurso de los derechos humanos.
Contaron a su favor con una coyuntura económica mundial que subió a valores astronómicos los precios de los bienes que exportaba nuestro país, empezando por la soja. Claro que nunca lograron apagar plenamente las “brasas” del Argentinazo. La nueva relación de fuerzas se expresó en las innumerables luchas que siguieron recorriendo estos diez años. Así, muchos trabajadores, tras duras luchas, lograron una relativa recomposición de sus salarios. Y surgió toda una nueva camada de activistas, el nuevo sindicalismo antiburocrático. Así también, gobiernos corruptos como el de Ibarra terminaron cayendo tras hechos como la masacre de Cromañón.
Pasaron ya diez años. ¿Lograron su objetivo de congelar el “que se vayan todos”? Relativamente: Cavallo, Chacho Álvarez y De la Rua son cadáveres políticos. También las últimas elecciones mostraron el repudio a los Alfonsín y Duhalde, figuras directamente vinculadas a esos años. Otros, en cambio, encontraron cobijo al calor del peronismo kirchnerista y siguen existiendo. Algunos vergonzantemente, como Menem. Otros, haciendo gala del uso y abuso del doble discurso kirchnerista, como Aníbal Fernández o los intendentes del conurbano.
Las enseñanzas para el futuro
Sin duda “no se fueron todos”. Los Kirchner cumplieron la tarea “principal” que le fue encomendada y, con sus remiendos a la vista, reconstituyeron el régimen político argentino, con sus políticos patronales corruptos, sus jueces venales y sus empresarios “siempre oficialistas” cuando se trata de cerrar algún negocio. Y, siempre, preservando una relación amigable con el imperialismo.
Hoy, lo sabemos, muchos trabajadores siguen teniendo confianza y expectativas en el gobierno de Cristina. Pero son muchísimos los problemas de fondo de la Argentina que sigue sin resolverse, como el déficit de viviendas, el trabajo tercerizado o en negro con salarios de hambre o los hospitales y escuelas que se caen a pedazos. Los trabajadores, aún aquellos que votan al gobierno, siguen saliendo a dar la pelea por lo suyo. Y, además, está entrando a nuestro país los primeros coletazos de la pavorosa crisis económica mundial.
Por eso sabemos que, más temprano o más tarde, todo eso hará eclosión. Y millones otra vez volverán a poner a la orden del día las consignas de aquel Argentinazo de 2001. Y para que no vuelva a pasar lo mismo, y esta vez sí “se vayan todos”, será necesario la presencia de aquello que faltó entonces: una alternativa política izquierda, unitaria, con peso y prestigio en la vanguardia de los que se movilizan, capaz de hacer escuchar el planteo de un gobierno de los trabajadores.
Este año que termina, hemos dado un paso importantísimo en esa dirección al constituir el Frente de Izquierda, junto con los compañeros del Partido Obrero y el PTS. El éxito enorme de habernos hecho escuchar por un sector de la nueva vanguardia de trabajadores y jóvenes, tanto por los que nos votaron como por los que no, es el primer paso en ese camino. 2012 se inaugurará con un ajuste sobre los trabajadores, vía el tarifazo en ciernes, con las luchas por romper el techo salarial y la continuidad de la pelea contra la criminalización de la protesta. Y la seguirán, sin duda, una enorme serie de conflictos. Ahí, dando respuestas unitarias, acompañando cada pelea, el Frente de Izquierda se irá forjando como alternativa política para los “argentinazos” que se abrirán en el futuro.
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¿Volver al 2001?
Algunos escribas del gobierno suelen acusar a la izquierda de ser los que “queremos volver al caos de 2001”. Rememoran para eso las imágenes del corralito, los millones de desocupados y los salarios de hambre. Obviamente, ningún trabajador quiere volver a eso. Nadie quiere el hambre y la miseria a la que llegamos hace diez años.
Nosotros tampoco. Justamente, de lo que alertamos es que los gobiernos patronales, con sus políticas, son los que nos llevan a ese desastre. Miremos lo que está pasando actualmente en Europa, con países como Grecia, España o Italia. Por eso alertamos que la Argentina se encuentra en las puertas de sufrir los primeros embates de una crisis capitalista fenomenal, que, además, futuro tarifazo mediante, vuelve aceleradamente a la era de los “ajustes”.
Porque estamos convencidos que las políticas que implementa actualmente el kirchnerismo nos llevan a más pobreza y entrega es que planteamos que, para evitarlo, hay que tomar medidas de fondo, como no pagar la deuda externa, nacionalizar la banca y el comercio exterior, reestatizar las privatizadas o aumentar salarios y jubilaciones al nivel de la canasta familiar.
El Socialista Nro. 211 14/12/11