La historia de la foto que reabrió la causa de La Tablada
El fotógrafo registró el momento en que dos guerrilleros se entregaban sin armas. No aparecieron más.
El calor extremo contribuyó a tornar en delirantes aquellas escenas de guerra en los suburbios de Buenos Aires. Así comenzó el día del inexplicable ataque guerrillero al Regimiento de La Tablada. Con años como fotógrafo free lance había adquirido la costumbre de encender la radio apenas me despertaba. Estaba siempre pendiente de la inestable situación política del país. Muy temprano me enteré de un supuesto levantamiento carapintada, otro más de una larga lista. Apenas llegué al lugar, y quedé tirado en la calle en medio de un tiroteo infernal, supe que se trataba de algo distinto. Las rebeliones militares, por lo menos hasta ese momento, no se habían resuelto a los balazos. Y en aquella mañana de sol incandescente tronaban los cañonazos y la metralla.
Fueron quince minutos de terror. Con la cara contra el pavimento de la avenida Crovara, frente al cuartel, con la cámara en la mano, inútil, solo cubierto por el cordón de la vereda. Los ojos cerrados y una sensación de miedo que no había tenido nunca. Cuando pude escapar de aquel infierno de balas, logré subir a la terraza de un vecino, a quien tuve que rogarle que me abriera la puerta. Era en realidad una losa sin defensa alguna que miraba directamente al cuartel. Una posición privilegiada para mis cámaras aunque bastante peligrosa.
En una terraza sobre elevada había un francotirador del ejército. Apenas lo vi, me advirtió: “Quedáte cuerpo a tierra, si levantás la cabeza te la pueden volar de un balazo esos zurdos hijos de puta”. ¿Quiénes? Fue mi pregunta. “Los guerrilleros que están adentro”, me contestó mientras disparaba con su FAL con mira telescópica. Recién en ese instante empecé a comprender la naturaleza de aquel infierno.
Al frente había un edificio del cuartel que estaba bajo el fuego incesante de los tanques y los tiradores. Desde adentro los guerrilleros respondían con armas largas. Heridos, explosiones, vehículos militares, ambulancias que iban y venían, incendios, fueron fotos que empezaron a repetirse con el correr de las horas.
No podía levantarme del lugar, las balas silbaban sobre mi cabeza. Mi único interlocutor seguía siendo el mismo francotirador. Él me iba informando, los militares ya habían empezado a recuperar parte de la guarnición. Había muchos muertos. Frase sueltas entre un cigarrillo y una disparo de su fusil. Y en medio del primer silencio del día, casi de sorpresa, sucedió. Los dos bandos en pugna se juntaron. Yo apuntaba con mi teleobjetivo. Un guerrillero saltó del edificio en llamas y de la nada aparecieron comandos del ejército con sus armas. Siguieron saltando más jóvenes y uno a uno fueron capturados. De rodillas, con las manos en la nuca y el torso desnudo ese anónimo guerrillero, que resultó ser José Alejandro Díaz, se rinde desarmado ante un comando militar que lo apunta con su fusil. Esa es su última imagen, jamás se lo volvió a ver. Más atrás del militar, a su derecha, tirado en el piso aparece Iván Ruiz, otro de los guerrilleros sobre los que no se volvió a tener noticia.
Para mí en ese momento sólo se trataba de fotografías que sintetizaban el combate. Estaban los guerrilleros que se rendían y los militares que los detenían. No supe hasta meses después acerca de la desaparición de estos jóvenes.
El episodio de La Tablada está inmerso en los últimos y turbulentos tramos del gobierno de Raúl Alfonsín y muchos acontecimientos fueron ocultados. Aurora Sánchez Nadal, la madre de Iván Ruiz, desesperada, buscando pistas sobre su hijo desaparecido, fue quien se contactó conmigo. Mirando juntos las diapositivas que yo conservaba de aquel día pudimos reconstruir la serie de ocho fotos en las que se ve a los guerrilleros saltando del edificio en llamas, rindiéndose y siendo conducidos por oficiales del ejército hacia los fondos del cuartel.
Esta serie fue presentada por los familiares de las víctimas de La Tablada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como prueba de que ambos guerrilleros se rindieron sin armas ante los militares que recuperaron el regimiento. Estas fotos muestran los últimos instantes de dos desaparecidos en democracia. Sin entrar en ninguna valoración política sobre aquel episodio rescato el valor del documento fotográfico que detiene un instante que a veces se vuelve histórico.
* Editor de fotografía en Clarín
Clarin 04/01/15