Nahuel Moreno, ese desconocido
Por Raúl Veiga
A 28 años de su muerte
Hugo Miguel Bressano Capacete, más conocido como Nahuel Moreno, fue un hombre corpulento y elegante, de modales refinados, poseedor de una fabulosa cultura universal y de un gran sentido del humor. El hijo del presidente Agustín P. Justo, Liborio (alias “Quebracho”, quien fuera el iniciador del trotskismo en Argentina) lo apodó Nahuel que en araucano significa tigre. El “Tigre” vivió en Villa Pobladora (Avellaneda), un barrio obrero dónde ocurrió su bautismo de fuego como dirigente revolucionario de los trabajadores. Se convirtió en un científico del marxismo que, odiando la política que le impidió dedicarse con pasión a las matemáticas y la filosofía, vivió inmerso en sus combates hasta la muerte.
De sangre italiana por parte de padre y española por parte de madre, Nahuel Moreno nació el 21 de abril de 1924 en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires que pertenece al distrito de Rivadavia. Murió a los 62 años el 25 de enero de 1987 en Buenos Aires, pidiendo un poco más de vida para redondear su obra. Para sus familiares, amigos y discípulos su muerte fue un golpe demoledor. El trotskismo mundial le rindió homenaje reconociéndolo como uno de los más pertinaces seguidores del revolucionario soviético León Trotsky.(…)
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Caída la dictadura genocida, en julio de 1982 Moreno volvió subrepticiamente a su país, Argentina, cinco años antes de su muerte, luego de un peregrinaje que se inició en 1976 y que lo llevó a residir unos meses en Francia y luego en Colombia, país este último que quiso especialmente, tal vez porque simbolizó su salto cualitativo como dirigente. Si Moreno siempre había tenido una visión internacional de los problemas y educó en ese sentido a los cuadros de su organización, hasta fines de los ´70 no había logrado forjar una corriente internacional que mereciera, como la LIT (Liga Internacional de los Trabajadores), el estatus de “liga”. Su lucha en el seno de la Cuarta Internacional para unificarla sobre “bases principistas”, se dio antes y después de la creación de la LIT, pero la formación de una corriente internacional propia surgió y se desarrolló con gran dinamismo a partir de 1976 con la incursión en Colombia. Ahí logró, en poco tiempo, ganar para sus posiciones a un partido entero: el Bloque Socialista. Su influencia se extendió luego a Centroamérica, México y Estados Unidos, consolidó varios grupos en Europa, principalmente el español y el sueco y le imprimió gran dinamismo a los partidos peruano, boliviano y brasileño. Colombia significó su salto de dirigente nacional con posiciones internacionalistas a dirigente internacional y fruto de ese desarrollo personal logró algunos éxitos resonantes para la joven historia de su corriente: la intervención en la revolución nicaragüense de 1979 a través de la Brigada Simón Bolívar, un grupo de voluntarios de distintas nacionalidades que se sumó a la guerra contra la dictadura de Anastasio Somoza. Ello fue una experiencia prácticamente inédita para la Cuarta Internacional; y luego vino la formación en la Argentina de un poderoso partido, el Movimiento al Socialismo.
Además de sus fieles seguidores y una obra escrita bastante prolífica (más de 20 libros y decenas de documentos y trabajos teóricos), Moreno dejó en este mundo tres hijos argentinos, David, Eleonora y Clara, y uno colombiano, Arturo, fruto de su matrimonio con Rita (fallecida en 1974) y Amelia. Durante sus más de 40 años de militancia, como artista que busca su obra magistral, llevó adelante la obsesión de su vida: sentar las bases para la formación de un gran partido revolucionario internacional de masas, capaz de superar la dramática crisis en la dirección de los trabajadores denunciada por Trotsky muchos años antes.
(…) Era un gran polemista, poseedor de una batería teórica y de una personalidad difíciles de contrarrestar, pero no muchos de quienes lo han seguido, admirado u observado conocen al personaje. A ese muchacho forzudo que le partía la mandíbula a los nazis en el Colegio Nacional Belgrano haciendo gala de su habilidad de boxeador; al hombre que fue captado para el trotskismo por un joven de apellido Faraldo y definitivamente impactado por un obrero boliviano semi analfabeto de Alpargatas llamado Fidel Ortiz Saavedra. El que se reunió con el Che Guevara en Punta del Este; el que estuvo preso en Lurigancho, Perú, por su apoyo a las luchas campesinas del Cuzco que encabezó Hugo Blanco, y que fue capturado por los servicios de inteligencia brasileños en 1978. Al hombre que frecuentó a las grandes personalidades del trotskismo mundial y que proviniendo de una familia acomodada cambió ese estatus por la pobreza de Villa Pobladora. El que “inventó” las huelgas con ocupación de fábrica, método que el líder sindical Augusto Vandor llamó “táctica Moreno”. El que se hizo amigo del escritor Roberto Arlt y admiraba al gran intelectual argentino Luis Franco; el que amaba la filosofía y las matemáticas y que a los 15 años daba charlas sobre Kant y Hegel. Moreno, en definitiva, el mismo que siendo secretario general del Club Corazones Unidos de Villa Pobladora, fue defendido de la policía por 150 obreros armados (…). El hombre que al final del camino se atribuyó errores de los que nadie lo culpó, extrañando hasta la muerte a Ángel “el Vasco” Bengochea, su amigo que fue captado por un grupo revolucionario distinto al suyo, guerrillero castrista. El hombre, finalmente, que ingresó clandestinamente al país (Argentina) para instalarse a sólo cinco cuadras de la Casa de Gobierno…
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Posiblemente (Moreno) era conciente del respeto que imponía su presencia. Aunque tolerante, era de juicios implacables. Como astuto político, hablaba muchas veces de sus propias ideas de acción como la obra de “nosotros”. Cuando se refería a sus cuestiones íntimas ante el sigiloso micrófono del grabador, lo hacía con una voz casi inaudible, como sintiéndose invadido en un terreno demasiado suyo como para que trascienda. Pero esa voz, sin embargo, iba creciendo en fuerza y pasión a medida en que entraba en el terreno político y se transformaba en punzante, irónica y hasta agresiva en la polémica, un campo que conocía muy bien. (…)
Estaba pronto, sin embargo, a estrechar la mano de cualquier revolucionario aunque se hubieran criticado mutuamente durante décadas, pues creía que la revolución aquí, o en cualquier parte, era una tarea de varios partidos y corrientes. (…) Escuchaba muy atentamente los informes orales que le transmitían sus compañeros y leía con avidez lo que estrictamente le interesara. Su campo de interés era infinito… Lo que absorbía de conocimiento, lo volcaba en sus charlas y en sus cursos políticos, imprimiéndoles una amenidad muy personal. (…)
(…) desbordaba optimismo y tenía una fe ciega en la clase obrera, sin embargo, negaba ser “exitista” y no proclamó que su corriente era la única valedera. Pero, para él, creer en algo y luchar eran actividades que enaltecían al hombre, porque le permitían romper el cerco de la alienación capitalista. No era fatalista, en el sentido de pensar que el socialismo llegaría a este mundo independientemente de la lucha, las ideas y la organización.
Cuando lo apasionaba un tema lo estudiaba a fondo, dando rienda suelta a sus preocupaciones por un hecho o por una situación hasta resolverla y después lo clausuraba y pasaba a otra cosa. Sabía muy bien aprovechar las oportunidades políticas y posicionar a su organización tras una consigna o una campaña. El acierto de la Brigada Simón Bolívar, por ejemplo, tiene que ver con esa característica suya de captar las posibilidades de intervención política. “Yo tengo siempre una sola preocupación, no dos ni tres”, decía, y consideraba esto un defecto grave de su rol de dirigente porque le hacía descuidar otros asuntos a menudo claves. (…)
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Desde que Faraldo lo captó para el trotskismo echando por tierra su hegelianismo y desde que Fidel Ortiz Saavedra, aquel obrero boliviano, consolidó el primer grupo de revolucionarios socialistas, la estatura política de Moreno creció durante más de cuatro décadas, en forma lenta pero siempre ascendente. Hoy también se puede considerar a Moreno como el padre del trotskismo argentino, al menos el trotskismo que cambió las tertulias intelectuales de hace 40 años por la inserción en la clase obrera. En los últimos años esa inserción dejó de ser un cuerpo extraño internado en el proletariado para formar parte de él, o al menos parte importante de su vanguardia.
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En 1944 el Grupo Obrero Marxista (GOM) de Moreno se vinculó al Sindicato de la Madera, cuyo principal dirigente era Mateo Fossa, un personaje legendario, que se había entrevistado con León Trotsky en 1938 en México y que terminó sus años militando en la corriente de Moreno. Esta vinculación sirvió de pasaporte para insertarse entre los trabajadores. En enero de 1945 cuando comenzó la dura huelga de los frigoríficos de Anglo-Ciabasa, Wilson y Smithfield, el grupo de Moreno, siguiendo un consejo de Mateo Fossa, inició la recolección de fondos para entregarlos a los huelguistas. Esto le permitió a aquel pequeño núcleo no sólo realizar la primera experiencia “clasista” de importancia, sino ganar la dirección del sindicato. Moreno tenía sólo… ¡21 años! Unos meses después, en abril de 1945, la segunda huelga de los frigoríficos fue derrotada y esto provocó la pérdida de la dirección sindical, obedeciendo a una ley que Moreno siempre repetía: la suerte del trotskismo está ligada al devenir del movimiento obrero. Pero esta segunda huelga sirvió para ganar nueva experiencia. Se trató de una lucha muy dura e intensa. Durante días, una parte de Avellaneda estuvo ocupada por los obreros; los vehículos no podían circular sin una autorización del Comité de Huelga y se extendía un salvoconducto para movilizarse de un lugar a otro. Villa Pobladora, barrio perteneciente a Avellaneda, situado cerca del Puente Victorino de la Plaza, se transformó por unos días en una especie de pequeño Petrogrado dirigido por los trotskistas. Hasta hace poco, los salvoconductos estaban celosamente guardados en los archivos partidarios: “Los conservamos con orgullo, porque pocas veces vimos ejemplos similares de organización de una huelga”, recordaba Nahuel. Las experiencias posteriores, en la Asociación Obrera Textil y en el Sindicato de la Carne, fueron positivas, pero el Tigre Moreno y su corriente rindieron su examen inicial en Villa Pobladora.
Por entonces, esas pocas manzanas atravesadas por la comercial calle Uruguay, tenían una de las mayores concentraciones obreras del país y los comités ejecutivos de los obreros de las principales fábricas estaban dirigidos por el trotskismo. Pobladora, como el propio Moreno lo decía, “fue la etapa más linda de mi vida, la que más quiero”.
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La participación en la huelga de la carne, le permitió al grupo cruzar el Riachuelo y asentarse en Pobladora. El grupo se instaló entonces en la vecindad de la calle Oliden 1362, en un enclave de fábricas y desvíos ferroviarios que llegó a ser una de las mayores concentraciones obreras e industriales de Suramérica.
Casi todos provenían de familia obrera, excepto Moreno. Pero para él ese privilegio de proceder de una familia de clase media acomodada, pronto se esfumó. A los 20 años ya vivía con el obrero Chueco Britos, que sería un amigo entrañable desde entonces, en la vecindad de Pobladora.
Introducción a El Tigre de Pobladora. Diálogos inéditos con Nahuel Moreno, 1989,(fragmentos).
POR 29/01/15
http://pos.org.mx/?p=10325