El golpe que inició la genealogía del terrorismo de Estado
Quince fotos inéditas del primer golpe de Estado argentino
El 6 de septiembre de 1930 se produjo la primera interrupción del orden constitucional. Inauguró además una larga sucesión de gobiernos de facto, que terminó con la sangrienta dictadura que comandó Videla desde 1976. Acá te mostramos imágenes nunca vistas, cedidas por el Departamento de Fotografía del Archivo General de la Nación.
El golpe del 6 de septiembre de 1930 fue la primera interrupción del orden constitucional desde la consolidación del Estado nacional en 1862 e inauguró una larga sucesión de gobiernos de facto en Argentina. Desde entonces, las dictaduras contaron con algunas características comunes: el papel de las Fuerzas Armadas como árbitros de la política nacional, el apoyo de sectores de la sociedad civil y la participación de sectores tradicionales y concentrados de la economía para torcer un rumbo que consideraban peligroso. Las fotos del golpe de 1930, pertenecientes al Departamento de Fotografía del Archivo General de la Nación, ilustran estos aspectos y devuelven la vida a los acontecimientos que terminaron con la primera experiencia genuinamente democrática en el país.
Unión Cívica Radical: un partido heterogéneo
El primer partido con características modernas en la Argentina nació a partir de la Revolución del Parque de 1890. Hasta la llegada al gobierno de Yrigoyen en 1916, el país sufrió una gran transformación social que acompañó el desarrollo del modelo agroexportador. Por un lado, una nutrida clase obrera comenzaba a formarse y organizarse sindicalmente. Por otro, la expansión del sector de servicios en las grandes ciudades -principalmente Buenos Aires- y el crecimiento institucional del Estado produjo una nueva clase media urbana formada por empleados administrativos y profesionales.
Los primeros años del siglo XX se vieron signados por este proceso: una clase obrera mayormente anarquista haciéndole huelgas al gobierno oligárquico cuya unidad comenzaba a quebrarse. El sector más conservador era partidario de la represión lisa y llana acompañada de leyes como la de Residencia, sancionada en 1902, que permitía expulsar con una firma del Jefe de Policía y del Ministro del Interior a “todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público”. Un ala reformista, en cambio, buscaba evitar el crecimiento de tendencias más extremas y por eso buscó un acuerdo con los partidos más moderados: el socialista y el radical. De ese acuerdo salió la Ley Sáenz Peña de 1912 que catapultó a Yrigoyen a la presidencia cuatro años más tarde.
El juego político con estos actores determinó la composición social del radicalismo: sectores subalternos de la oligarquía que juzgaban necesaria una apertura electoral, una clase media urbana que defendía esa apertura ante la perspectiva de ocupar puestos en el estado y un apoyo obrero esquivo y siempre en tensión con el anarquismo y el socialismo. El partido tenía una estructura organizada en torno a los comités de inserción territorial, liderados por ‘caudillos’ que comenzaron a cobrar importancia como intermediarios entre la dirigencia radical y su base electoral.
La Semana Trágica: preludio de la intervención armada
La Semana Trágica de 1919 es un hito en la historia de la represión estatal al movimiento obrero y la sociedad civil: lo que comenzó como una huelga en los talleres Vasena de Nueva Pompeya se trasladó rápidamente a otros barrios obreros de la ciudad, con especial énfasis en Once, donde se agrupaba la población ruso-judía. La explicación del antisemitismo viene de una idea presente desde comienzos de siglo que se agravó con la Revolución Rusa de 1917: los rusos, judíos y ‘agitadores foráneos’ como términos intercambiables. Este pánico, que autores como Eduardo Bilsky llaman ‘neurosis de clase’, llevó a la formación de la Liga Patriótica, integrada por miembros de la oligarquía vernácula pero también por jóvenes hijos de inmigrantes bien acomodados, algunos elementos radicales del sector más pudiente y oficiales del ejército (hasta que el gobierno lo prohibió).
El gobierno radical no logró apagar la violencia mediante sus contactos con la Federación Obrera Marítima y comenzó a verse rodeado. Desde la izquierda, una agitación obrera inorgánica y desorganizada; desde la derecha, la Liga Patriótica y la Asociación Nacional del Trabajo, organismo defensor de las empresas liderado por el padre de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de la última dictadura. En medio de la violencia, el general Luis Dellepiane, hermano de armas de Yrigoyen en la Revolución del 90, se presentó en la Casa Rosada al mando de la guarnición de Campo de Mayo equipado con ametralladoras y piezas de artillería liviana.
Una leyenda no confirmada dice que Yrigoyen le ofreció la denuncia a Dellepiane, quien no la aceptó, aunque su apoyo quedó condicionado a que reprimiera la huelga. Dellepiane confesó que antes de entrar a la Capital se le acercó un grupo de militares retirados ofreciéndole liderar una rebelión militar. Días más tarde, cuando la Liga Patriótica quedó conformada, Dellepiane envió su mensaje de apoyo, que fue leído en la reunión del Centro Naval.
El diario La Nación se refirió a Dellepiane el 16 de enero en estos términos: “Ha tenido la honrosa misión de conservar en circunstancias difíciles todo lo que en las mismas significa función de gobierno, esto es, el principio de autoridad, y lo que es más fundamental todavía, la propiedad de difundir la confianza pública por el juego acertado y sereno de los recursos protectores del Estado”.
El debate sobre el peligro de la rebelión obrera continuó a lo largo de 1919. Entre enero de 1918 y diciembre de 1919 el número de afiliados a sindicatos pasó de 58.400 a 118.200, y una nueva oleada de huelgas durante este último año llevó a la publicación de un edicto policial que ordenaba la aplicación de la Ley de Residencia y la Ley de Defensa Social a los anarquistas, en su mayoría extranjeros, lo cual produjo arrestos y deportaciones en masa.
En junio, el diplomático británico Sir Reginald Tower enviaba un despacho a Londres donde decía: “Si las cosas continúan como hasta ahora y los partidarios del Presidente se apartan de él en cantidad creciente; si el Congreso mantiene su actitud de negarse a sancionar las medidas enviadas por el Ejecutivo, y si la opinión pública es encaminada más abiertamente aún contra la política del Presidente, no veo otra alternativa a la revolución que la eliminación del Presidente Yrigoyen”.
El termómetro económico
En 1930, el escenario descripto (y deseado) por Sir Tower se volvió realidad. Yrigoyen, que había ganado las elecciones presidenciales de 1928 con más del 60% de los votos, se encontró con una crisis política producto de la Gran Depresión, que ya desde 1929 dejó sentir sus efectos en el país. Las exportaciones cayeron, al igual que la inversión extranjera y las importaciones. La inflación y el desempleo comenzaron a hacer mella en la clase obrera; el derrumbe de las exportaciones y la falta de crédito barato generaron malestar en los terratenientes y comerciantes de exportación; la imposibilidad de aumentar el gasto público e introducir partidarios radicales en el estado le quitaron el apoyo de la clase media y generaron divisiones al interior de los comités barriales; ante esta situación, la intervención de los grupos del ejército descontentos con Yrigoyen no tardaría en llegar.
Desfilando a la Rosada
El golpe se gestó durante los dos meses anteriores a 1930. El gobierno, que había perdido muchos votos en las elecciones legislativas de marzo, quedó paralizado. Comenzó a circular la idea de que Yrigoyen estaba viejo y senil, que ya no podía gobernar y que su entorno lo alejaba cada vez más de la realidad. Yrigoyen intentó congraciarse con los militares: asistió a una cena de camaradería de las fuerzas armadas para entrevistarse con la oficialidad y envió una felicitación personal al organizador del desfile militar por el 25 de mayo.
Pocos días antes del golpe designó a José Figueroa Alcorta, ex presidente y figura prominente de la oligarquía, como presidente de la Corte Suprema. Todo fue en vano: el 6 de septiembre, los cadetes del Colegio Militar avanzaron desfilando por la ciudad hasta llegar a la Casa Rosada, la cual ocuparon, y le pidieron la renuncia al vicepresidente Enrique Martínez ya que Yrigoyen se había retirado.
El 10 de septiembre la Corte Suprema, en manos de la oligarquía, emitió una acordada que reconocía la flamante dictadura llamándola “revolución triunfante” y legitimaba a todas las que seguirían: en ese documento hace saber, con un lenguaje esquivo, que el gobierno “se encuentra en posesión de las fuerzas militares y policiales necesarias para asegurar la paz y el orden de la Nación, y por consiguiente para proteger la libertad, la vida y la propiedad de las personas”.
Explica “que la doctrina constitucional e internacional se uniforma en el sentido de dar validez a sus actos”, y lo importante no es la interrupción del orden constitucional sino las “declaraciones del gobierno provisional, que al asumir el cargo se ha apresurado a prestar el juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes fundamentales de la Nación”. El golpe es un hecho.
http://www.infojusnoticias.gov.ar/nacionales/quince-fotos-ineditas-del-primer-golpe-de-estado-argentino-5552.html
06/09/15