Trotsky molesta
Supongo que el artículo de Navarrete sobre Trotsky hay que leerlo en clave interna de su grupo. No obstante…
Supongo que el artículo de Navarrete Trotsky no existe hay que leerlo en clave interna de su grupo. No obstante, creo que no estará de más decir cuatro cosas sobre su contenido aunque sea sin ánimo de resultar exhaustivo.
0. Para empezar…Si se trata de constatar que Trotsky murió hará 70 años, y que desde entonces ha llovido mucho, me parece fuera de cuestión.
No tengo duda de que su obra, leída incluso desde una valoración alta, responde a una época cuyos ejes resultan bastante diferentes a los actuales. Desde entonces han tenido lugar varios “cataclismos”: II Guerra Mundial, ascenso, crisis y descomposición del estalinismo, apogeo del neoliberalismo…
También creo que está fuera de duda de que la gran cuestión actualmente pasa por recomponer los movimientos sociales desde abajo, y en ese sentido es my importante concentrar la mayor fuerza posible. En esta lucha, puede que la devoción excesiva a una escuela suponga un obstáculo, y que lo que más importa es lo que haces. De esta manera puede suceder que en la cotidianidad, militancias diferentes, a veces incluso muy distantes. Sin embargo…
No creo que el debate histórico sea un asunto menor, sobre todo considerando que la situación actual se caracteriza por el desprestigio radical de las izquierdas tradicionales que bloquearon el movimiento obrero durante la fase histórica anterior…Por lo tanto, el socialismo del siglo XXI o e opuesto al burocrático-policiaco que se gestó en la URSS, o no será.
Trotsky murió hace 70 años. Durante los años cuarenta y cincuenta apenas si se publicaron sus obras. En los sesenta fue diferente, su nombre se encuentra entre los referentes más importantes de lo que se llamó la “nueva izquierda”. En los setenta, su tradición conoció un rico “aggiornamiento”, y supuso un desafío (aunque insuficiente) a la hegemonía del comunismo oficial. En lo que ahora se está cociendo, la situación ha comenzado a cambiar, Francia y Portugal son ejemplos de situaciones que hasta hace poco podían parecer imposibles.
En cuanto al viejo, lo cierto s que se están publicando nuevamente sus obras y la de camaradas suyos (Nin, Serge, etc). Aparecen las buenas (Mi vida, Historia de la revolución rusa…), y las malas (Comunismo y terrorismo, la peor, y la primera editada en el Estado español), se efectúan antológicas (la de Jaime Pastor en Libros de la Catarata), se editan y reeditan biografías, , su historia atrae a cineastas y a escritores. De una manera u otra se vuelve a hablar, y mucho del “gran negador”. Esta reanimación tiene un sentido puesto a las diferentes biografías sobre Stalin, el personaje que ocupó el vértice de la historia comunista desde la segunda mitad de los años veinte, y que cuando murió podía presumir de acabar con un cisma como el de Tito con su pequeño dedo. Mientras que estas biografías van en el sentido de la campaña de desprestigio del “comunismo”, la “resurrección” de Trotsky es una llamada a la revolución. A la explicación de lo sucedió en el siglo XX, el siglo de las revoluciones traicionados según palabras certeras de Camus..
Quien reduzca esto a una confrontación de “tribus” está muy equivocado.
Otra cosa que en nombre de Trotsky se de también la tentación sectaria. El “trotskismo” no ha atravesado el desierto sin desarrollar sus propias patologías, pero en este caso habría que concretar quienes y porqué…
1. Trotsky molesta. En pleno triunfal-capitalismo, con el “comunismo” ya derrotado, corrió una consigna para tribunalista y editorialistas: no había que permitir ninguna duda sobre una “presunta” diferencia entre el tiempo de Lenin y el de Stalin, y entre este y Trotsky. En la línea de “no hay alternativa”, esta consigna fue reproducida fielmente, y en diarios de “izquierdas” como El País (o Le Monde) se hizo ley. No la han cambiad. Así, en muchas de las reseñas del best seller de Leonardo Padura, El hombre que amaba los perros, reinciden sobre la simetría: verdugo y víctima son equiparadas por el mismo “totalitarismo”. Es evidente que no han leído la novela, o lo que también es posible: han leído lo que han querido leer.
Es curioso: anticomunistas y estalinistas coinciden en el primer extremo: Stalin fue el continuador de Lenin, y por lo mismo, existe una continuidad entre 1917 y el “Gulag”.
2. El justo medio. No lo puedo evitar, cuando ante actitudes antagónicas alguien trata de establecer un “justo medio”, no puedo por evitar un ataque de cólera. Los lectores comprender, me he criado en un ambiente que podría llamarse de la “tercera España”, gente trabajadora que no tuvo tiempo para llegar a vivir la República (la vida siempre había sido lo mismo), y que después de rechazar el “gran terror” franquista, trataban de cortar mi búsqueda de la República diciendo que “en otras partes los otros hicieron lo mismo”. Este “justo medio” se ha erigido en un elemento capital para la historia oficial escrita al servicio de la monarquía parlamentaria…
Se trata de una equiparación de la que se sirve Manuel M. Navarrete en su Trotsky no existe, que es como decir que Trotsky le molesta. En base a este principio establece su propia versión, busca al peor Trotsky y no dice nada del peor Stalin, y al pesar de negarlo personaliza. Habla de millones de muertos como si fueran moscas, del asesinato de Trotsky y su familia con “liberalidad”, y pasa por alto todo un historial bárbaro que los fanáticos achacan a una “campaña burguesa”. Esto por no hablar de otros detalles, por ejemplo de la miseria teórica de sus partidarios que antepusieron la fe ala razón crítica.
Por ejemplo, se olvida de pequeños detalles como el carácter problemático de Octubre (primer eslabón de la cadena, donde será más fácil conquistar el poder pero mucho más difícil construir una alternativa obrera en un océano campesino), o como que la guerra civil dejó la revolución al borde del abismo. En ese contexto, uno y acabaron representando “partidos” opuestos.
3. Defensa de la URSS. Recuerdo que allá a principios de los años noventa me topé con n viejo amigo anarquista que no veía casi desde la juventud, y después del cordial saludo, me comentó: “No te lo crearas, pero vengo de un programa de radio donde me he visto defendiendo a Stalin…”. Yo hubiera hecho lo mismo con mayor facilidad ya que mi amigo se io confrontado contra un frente neocon, y por lo tanto tuvo que replicar. Sintéticamente, servidor les habría objetado:
—a) que el estalinismo fue un monstruo producido ante todo por la combinación entre la actuación “contra” de los imperialismos, con la vieja casta burocrática que había gestionado el país desde tiempo inmemorial;
—b) que sus principales adversarios y también sus principales víctimas fueron los comunistas insumisos, quienes además proporcionaron los elementos críticos para un análisis marxista del fenómeno, elementos en lo que han bebido todo el socialismo militante ulterior;
—c) que, a pesar de los pesares, los logros de la sociedad soviética (sin soviets desde 1921), era un logro frente a lo que había ahora, significó un avance en cuestiones fundamentales como la planificación económica, una brecha en un sistema capitalista que bloqueaba cualquier avance en el “Tercer Mundo”, un apoyo incierto pero real para las naciones que querían apartarse del imperialismo…
Esto fue lo que defendió el comunismo democrático a lo largo de varias décadas, en un tiempo de supervivencia (y de persecución sistemática, lo peor que te podía pasar un país del “socialismo real” es que te llamaran “trotskista”), cuando la disidencia movía al menosprecio o a la ironía cuando no a la descalificación pura y simple (agentes de la CIA, y lindeza parecidas)…Ahora la situación es muy diferente. Ahora el comunismo democrático aparece como los que se enfrentaron a la burocracia y al monolitismo, y los que se pudieron equivocar en tal o cual cuestión, pero que nunca traicionaron. Siempre estuvieron en la barricada de la revolución, Nin es un ejemplo pero se pueden encontrar por todas partes. Se pueden contar con los dedos los que sobrevivieron en la URSS, pero aún y así dejaron una literatura marxista en medio del absoluto desierto teórico. Dejaron por ejemplo monumentos literarios y testimoniales como los Relatos de Kolyma.
Porque el siglo XX es el siglo de Auschwitz, Hiroshima, y Kolyma.
4. El estalinismo no es solamente la defensa del “socialismo real” y de las políticas del “comunismo oficial” en una larga historia de desastres…Es la filosofía del “mando único”, de la dirección vertical, del monolitismo, de la política como manobra, del comunismo como “institución”, la denigración “fascista” de los adversarios. El grado de desprestigio del “estalinismo” es tal que hasta los propios estalinistas más integrales dicen ahora que eso del “estalinismo” es un invento. Tanto tanto, que el problema central radica en que ha podido daña tanto tanto la causa socialista que a pesar de que el capitalismo se encuentra más desprestigiado que nunca, pero los movimientos que tendrían que darle la respuesta se encuentran todavía convalecientes del todas las consecuencias de la descomposición del “socialismo real”, y de la desintegración de lo que fue el movimiento comunista internacional…
En cuanto al término “trotskismo, hay una trampa. Primero, lo acuñaron los “viejos bolcheviques” (Zinóviev, Kámenev, Bujarin, Stalin), y lo consagró Stalin como una “quinta columna” de antes de 1917 (¿o es que no se han leído la Historia del PCUS (Bolchevique)?), todo para oponerlo al leninismo, por supuesto interpretado por las “supremas autoridades leninistas”. Esto del “leninismo” forma parte de una historia de la escolástica, y lo que ahora verdad hoy lo dejaba de ser mañana según dictaba el Presidium del PCUS. Hay anécdotas para dar y vender, por ejemplo el PCF echó para atrás una obra del filósofo Henri Lefrebvre, entonces este se inventó unas citas de Lenin, y entonces se la dejaron publicar.
Algunas de las afirmaciones de Navarrete sobre Trotsky (¡comparar la actuación sin piedad del Ejército Rojo con el tiro en la cabeza¡) solamente pueden ser fruto de una formación estaliniana (eso sí, en decadencia, a la defensiva), de alguien que no cita una sola fuente, posiblemente porque considera que los aportes de toda una legión de historiadores cuyo prestigio ha superado la prueba del tiempo como Deutscher, Carr, anderson, Liebmann, Mandel, Marie, etcétera, etcétera, son cosas del “trotskismo”.
5. Para terminar. Cuando a Ken Loach le preguntaron en una ocasión si era “trotskista”, respondió que la pregunta era un arma arrojadiza. Una manera de no abordar en sí misma una película o una cuestión a debatir…Cada día encontramos en las páginas de Kaos un buen número de exaltados que utiliza la palabra como algo peyorativo. Se trata de un equívoco. Defender el combate de la izquierda comunista contra el estalinismo, o reconocer la importancia capital de la obra de Trotsky y de su escuela no implica ser “trotskista”. En prime lugar porque sería restringir un legado que es mucho, pero que mucho más amplio. Fue su asilamiento en los años treinta lo que acentuó esa personalización.
En segundo lugar porque hay varios Trotsky, por época, y también con aportaciones o análisis que pueden ser contradictorios. En tercer lugar porque la perspectiva histórica nos permite apreciar desaciertos en algunas de sus actuaciones, la de la guerra de España es un buen ejemplo. En cuarto lugar pues, que han pasado muchos cosas. Habría canto menos un quinto punto. Suele suceder que la apropiación de un término (comunista, marxista, anarquista, trotskista, etc), viene a ser como una suerte de escudo heráldico o como una pócima con la cual mucha militancia que busca “su verdad” como refugio de autoridad, como una manera de soportar las inclemencias de una historia y de una realidad en perpetuo movimiento…
También algo tan importante y necesario como la unidad puede esconder su trampa. Evidentemente, en tal o cual plataforma vamos a defender la pluralidad y la participación, y vamos a respetar a la gente que trabaja lealmente. Pero esa no es la cuestión, porque no se trata de n hecho individual ni tan siquiera local. Se trata de algo mucho más importante. A saber que las palabras socialismo, comunismo, y otras no podrán ser recuperados en toda su dignidad y significación sin llevar a cabo un ajuste de cuentas radical con todos los desastres que hay detrás de nombres como los de Stalin, Mao, Ceaucescu, Enver Hoxa, Pol Pot, etcétera, etcétera.
Esta es una cuestión sine qua non. No debe de haber la menor duda. Una condición que veo además confirmada en la continuidad de los métodos burocráticos que algunos se atreven a llamar todavía “comunistas” o cuando alguien tilda e agente de la CIA o e anticomunista a los denuncian los horrores perpetrados en nombre del pueblo, del socialismo o de la clase obrera, o como amalgamar una evocación a la obra de Vasili Grossman con la propaganda de Libertad Digital, eso por no hablar de los recursos “poéticos” al piolet que, seguro, seguro, saldrá en algunos de exabruptos que suscitará este modesto trabajo..
Por lo demás, a pesar de la discrepancia, pienso que artículos como el de Manuel M. Navarrete ayudan a sacar estos debates de los círculos cerrados, y ayudan a clarificar posiciones que son parte de una historia que no cesa.