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Yrigoyen tapó la masacre y premió a los represores

1920-1922: Patagonia Trágica

Yrigoyen tapó la masacre y premió a los represores

Hipólito Yrigoyen

Los trabajadores rurales declararon la huelga reclamando condiciones de vida más humanas. La Sociedad Rural le exigió al presidente Hipólito Yrigoyen que le solucione el problema. «Vaya y cumpla con su deber», le ordenó éste al teniente coronel Héctor Benigno Varela. Cerca de 1.500 trabajadores fueron perseguidos y fusilados, de una población de 4.800 que había en Santa Cruz. La UCR siempre negó cualquier responsabilidad en esta matanza. Una de las más graves cuentas pendientes de la justicia.

La provincia de Santa Cruz era un centro de producción de lana destinada a la exportación. Los patrones del lugar -ingleses en su mayoríahabían acumulado multimillonarias ganancias vendiéndoles a los países europeos durante la Primera Guerra Mundial. En sus latifundios y frigoríficos, los trabajadores rurales sobrevivían en condiciones infrahumanas. Trabajaban entre 12 y 16 horas diarias a la intemperie, a 18° bajo cero de temperatura. Por la noche se hacinaban en precarias habitaciones. Cobraban parte de sus magros salarios en bonos y moneda extranjera que, cuando iban a cambiarla en los negocios, se la tomaban a un valor mucho menor.

En septiembre de 1920 estalló la primera huelga. Presentaron un pliego exigiendo que en habitaciones de 16 m² no tuviesen que dormir más de tres hombres; un paquete de velas mensual por obrero, ya que para alumbrarse durante las largas noches patagónicas debían comprarlos en las estancias a 80 centavos, cuando su precio normal era de 5; no trabajar los sábados; mejores raciones de comida; que los botiquines para curar las erupciones provocadas por las pésimas condiciones para la salud tuvieran instrucciones en castellano, no en inglés; un sueldo mínimo de 100 pesos y que reconocieran como su legítimo representante a la Sociedad Obrera de Río Gallegos, recientemente organizada por la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y dirigida por el anarquista Antonio Soto.

La Sociedad Rural rechazó sus reclamos. Detuvieron a sus dirigentes y reprimieron a los huelguistas. Sólo quedaba una salida: la huelga general en toda la provincia.

¡Todos a la huelga!

Así lo decidieron en asamblea los delegados de toda Santa Cruz. Los obreros comenzaron a tomar como rehenes a policías y estancieros, a incautar armas y comida y a movilizarse de un lugar a otro para evitar ser capturados por la policía.

El gobierno nacional ordenó el reemplazo del gobernador Edelmiro Correa Falcón por el capitán Ángel Ignacio Yza, de extracción yrigoyenista, quien acordó con el teniente coronel Varela, enviado por Yrigoyen, no recurrir a la represión. Bajo el laudo de Yza, el 15 de febrero de 1921 el conflicto llegó a su fin. Con la única condición de que devuelvan las armas y liberen a los rehenes, la patronal aceptó las demandas y los trabajadores levantaron la huelga. Parecía que habían triunfado.

Pero en los meses siguientes, además de incumplir el acuerdo, la patronal comenzó sus represalias contra los trabajadores, utilizando a la policía y a miembros de la Liga Patriótica, un grupo parapolicial de jóvenes de la alta burguesía. En octubre clausuraron los locales de la FORA de la provincia y arrestaron a muchos de sus dirigentes. Los trabajadores respondieron con una nueva huelga general. Usando su dinero e influencias sobre la prensa, los estancieros inundaron el país con propaganda mentirosa contra los trabajadores, llegando a decir que su lucha era instigada por el gobierno chileno como parte de un plan para invadir la Patagonia. Le exigieron a Yrigoyen, ayudados por la embajada británica, que resuelva rápidamente la situación.

Fusilamientos, asesinos homenajeados e impunidad

El presidente radical envió al Regimiento 10° de Caballería, al mando del mismo Varela, para “restablecer el orden”. Éste escribió a su llegada un bando militar intimando a los trabajadores a deponer su lucha, o comenzaría a fusilar a todos los que encontrara armados. Los fusilamientos comenzaron antes de que el bando se publicara. Así comenzó la brutal cacería de obreros, quienes se dispersaron en grupos, tomando poblaciones y rehenes para resguardarse y aprovisionarse. Los fueron persiguiendo y fusilando, enterrándolos en fosas comunes como “NN”. En enero de 1922, lograron liquidar a los últimos grupos de luchadores. En poco más de dos meses fueron fusilados 1.500 heroicos trabajadores.

El 1 de enero de 1922, la Sociedad Rural festejó la llegada del nuevo año con un homenaje al teniente coronel Varela. El 7 de enero arribó a Río Gallegos el presidente de la Liga Patriótica, Manuel Carlés, para condecorarlo. Las denuncias de la FORA fueron desoídas. Sólo hubo tibias y formales declaraciones de algún diputado en el Congreso. El único acto de repudio efectivo fue el de las meretrices del prostíbulo La Catalana, que merecen ser siempre recordadas por la historia por su valentía al enfrentarse a los soldados y negarse a atenderlos, gritándoles “¡Asesinos!”.

Varela murió el 27 de enero de 1923 ajusticiado por Kurt Wilckens, un anarquista que no pudo soportar tanta bestialidad impune. A su funeral asistieron el ministro de Guerra, general Agustín P. Justo, Manuel Carlés, el presidente Marcelo T. de Alvear y el ex-presidente Hipólito Yrigoyen.

En una carta enviada desde la prisión, Wilckens manifestó: “No fue venganza; yo no vi en Varela al insignificante oficial. No. Él era todo en la Patagonia: gobierno, juez, verdugo y sepulturero. Intenté herir en él al ídolo desnudo de un sistema criminal. ¡Pero la venganza es indigna de un anarquista! El mañana, nuestro mañana, no afirma rencillas, ni crímenes, ni mentiras. Afirma vida, amor, ciencias. Trabajemos para apresurar ese día.”

El Socialista 01/12/10

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