Revueltas de inmigrantes en el sur de Italia contra la esclavitud laboral, la explotación y el racismo
Una parte de la población autóctona ha respondido a estas protestas incrementando los ataques racistas y desatando una auténtica campaña de caza y captura contra el inmigrante. El fascismo avanza.
Domingo 10 de Enero. 02:25
Ya casi no hay inmigrantes en la localidad italiana de Rosarno. Esta localidad del sur del Italia, de 15.000 habitantes, contaba hasta ayer con 2.500 inmigrantes, que están siendo trasladados a centros de acogida cercanos por las autoridades tras una serie de enfrentamientos con los vecinos que dejó al menos 67 heridos.
«Todos salen derrotados«, se lamentaba Luigi Ciotti, líder de la lucha civil contra la mafia. La revuelta de inmigrantes en Calabria se salda con un millar de jornaleros africanos deportados en centros lejanos; los habitantes de la localidad de Rosarno (15.000 habitantes) divididos entre los exaltados racistas y los atemorizados; casi 70 heridos africanos, italianos, agentes de seguridad y los cítricos sin recoger.
Cientos de inmigrantes han abandonado ayer el pueblo en los autobuses proporcionados por la Protección Civil después de 48 horas de revuelta y disturbios. Aterrorizados, y sin saber a dónde van, los temporeros de la mandarina cuenta que no pueden soportar el racismo y el sufrimiento. «No nos dejan trabajar, y encima nos atacan y nos quieren matar«, dice Steve Jhonson, un liberiano de 16 años, mientras prepara su mochila y se dispone a subir a uno de los autobuses. Al menos 250 inmigrantes, gran parte de ellos africanos, fueron ya trasladados a un centro de acogida en la ciudad de Crotona (sur) Italia, luego de la persecución que se produjo este viernes contra estos extranjeros, lo que dejó al menos 37 personas heridas, dos de ellas en estado de gravedad. La noche del viernes fueron trasladados el primer grupo y este sábado dos nuevos autobuses partieron de Rosarno para trasladar a Crotone a más inmigrantes, en este caso algunos de los que vivían en la fábrica que gestionaba la antigua «Opera Sila».
Los inmigrantes se encontraban refugiados en una antigua fábrica papelera denominada «La Rognetta» en la localidad de Rosarno (sur) y trabajaban como jornaleros en esa zona de Italia, donde eran contratados por sueldos miserables para cosechar naranjas y mandarinas. Las tiendas de campaña individuales, colocadas unas junta a otras. Sin agua, sin luz, sin baños. Algunos de ellos dormían en unas cisternas al aire libre, oscuras y angostas, prácticamente sin respiración. Los temporeros soportaban estas condiciones de vida a cambio de 20 euros diarios a jornada completa, o a un euro por cada caja de mandarinas recogidas si trabajaban a jornada partida.
Las autoridades italianas llegaron a un pacto para trasladar a más de mil temporeros africanos a centros de acogida en las ciudades de Crotone (a 170km) y la capital, Bari, en régimen abierto. «Ninguno será expulsado del país«, explicó ayer uno de los mediadores, el sacerdote Pino Demasi, alma local de Cáritas y de la asociación antimafia Libera. Según fuentes policiales de Rosarno, unos 500 inmigrantes más serán traslados en las próximas horas, antes de que nuevos enfrentamientos por parte de los vecinos de la localidad vuelvan a producirse. La mayoría de los extranjeros están dispuestos a irse por sus propios medios a otra zona donde sus derechos como seres humanos sean respetados.
El pánico se ha apoderado de los trabajadores africanos, que quieren salir de la localidad cuanto antes, aunque no quieren renunciar al salario que se les debe como trabajadores. Algunos inmigrantes, que recorren el país de norte a sur buscando su jornal durante todo el año, han abandonado el pueblo por sus propios medios, en coches o trenes. El éxodo de los desesperados tiene el sabor de la derrota. Los ataques que están sufriendo les colocan en una difícil disyuntiva: quedarse y arriesgar su vida o marcharse y perderlo todo. La portavoz de ACNUR en Italia ha visitado en el hospital a los heridos. Cuenta que hay tres inmigrantes ingresados, uno de ellos, la víctima que provocó el estallido de rabia de sus compañeros jornaleros. «Salía de hacer la compra del supermercado, cuando unos jóvenes del pueblo le dispararon en el bajo vientre con una pistola de aire comprimido«, explica Boldini. Tiene la ingle llena de perdigones. Los otros dos tienen disparos en las piernas, y uno de ellos recibió el impacto de más de cincuenta balines. «Hay todavía muchos temporeros escondidos en los campos que no han podido cobrar la paga y no quieren marcharse. Todos tienen miedo, pero también necesidad de cobrar ese dinero«, agrega Boldini.
Mientras, medio centenar de vecinos armados con palos, bastones y bidones de gasolina están apostados en las cercanías de la antigua fábrica abandonada, y han manifestado su intención de no moverse del lugar hasta que no se hayan ido todos los inmigrantes. Además, varios exaltados rociaron con gasolina y quemaron una casa de ciudadanos de Ghana. Entre los detenidos hay familiares de mafiosos.
La única ganadora local de los incidentes racistas podría ser la NDrangheta, la mafia de Calabria, que según las hipótesis estaría detrás de los primeros disparos contra los jornaleros (la mecha de la revuelta) y hasta habría animado la caza al negro desatada en Rosarno. Su objetivo: distraer la atención de los tribunales de Calabria, a los que el Gobierno ha prometido traer refuerzos después de que la NDrangheta hiciera explotar una bomba el 3 de enero para tratar de amedrentar al fiscal recién llegado.
Pero, por desgracia, hay otros grandes vencedores en todo esto: los partidos políticos italianos que durante los últimos años vienen ensalzando el discurso fascista y racista contra los inmigrantes, y que ahora se estarán frotando las manos al haber podido comprobar en la práctica el amplio calado que sus discursos han tenido entre una parte de la ciudadanía italiana.
Una vez más, el fascismo vence, el racismo se impone a la lucha por los Derechos Humanos. La justicia social y humanitaria deberá seguir esperando. ¡Pobre Italia!
Sábado 9 de Enero. 04:25
Una fuerte persecución de inmigrantes se ha desatado desde este jueves en la pequeña localidad de Rosarno, al sur de Italia, dejando hasta los momentos un saldo de 37 personas heridas, dos de ellas en estado de gravedad. Los inmigrantes se han rebelado contra los continuos ataques racistas que vienen sufriendo por los habitantes de la zona, y contra las penosas condiciones laborales y humanitarias que han de soportar durante su estancia temporal en la misma. Una parte de la población autóctona ha respondido a estas protestas incrementando los ataques racistas y desatando una auténtica campaña de caza y captura contra el inmigrante, ante la pasividad de las autoridades, y la complicidad de La UE, que sigue sin amenazar a Italia con la expulsión, a pesar de las diversas muestras de racismo y fascismo institucional acaecidas en el país en los últimos años. Según han denunciado algunas organizaciones humanitarias, detrás de la explotación de estos inmigrantes, así como de las provocaciones racistas que han dado origen a las revueltas, estaría la “Ndrangheta”, la mafia local.
Inmigrantes se rebelan contra las agresiones racistas y la explotación
La localidad italiana de Rosarno, en la región de Calabria, vive momentos de tensión después de la agresión a dos inmigrantes. Los extranjeros, que trabajan como agricultores, se lanzaron a la calle el pasado jueves para protestar por estos hechos y la lamentable situación laboral y humanitaria a la que deben hacer frente día a día en la localidad, lo que desembocó en enfrentamientos con la Policía y algunos ciudadanos.
Trabajar en el campo recogiendo naranjas durante 12 horas por 20 euros al día debe de cansar mucho. El agotamiento puede convertirse en cabreo si, cuando terminas tu jornada laboral, no te espera una casa caliente con una cómoda cama, sino un colchón andrajoso en medio de una fábrica abandonada. Ésta es la realidad que afrontan los temporeros del campo italiano, en su mayoría africanos llegados a Europa en patera desde las costas libias. La situación socio-laboral y humanitaria a la que deben hacer frente estos trabajadores africanos en el sur de Italia es lo más parecido a la esclavitud que se recuerda en mucho tiempo en Europa.
La situación de explotación que sufren estos seres humanos sólo necesitaba una chispa para que estallase. Unos desconocidos se han encargado de proporcionarla: dos temporeros africanos fueron tiroteados el jueves con un fusil de aire comprimido. Las heridas no fueron de gravedad, pero terminaron de desatar la ira de los inmigrantes, que mantienen desde entonces una guerra urbana con las fuerzas de seguridad y con algunos de los vecinos de la ciudad. La mano de la “Ndrangheta”, la Mafia calabresa, se sospecha detrás de las provocaciones racistas que originaron el inicio de las revueltas, así como de alentar la respuesta racista de los vecinos de la localidad.
La rebelión comenzó el jueves al caer la tarde, después de que dos temporeros -un nigeriano sin documentos y un refugiado político originario de Togo- resultaran heridos leves por los disparos de una pistola de aire comprimido realizados por dos vecinos sin motivo aparente. Los temporeros marcharon por la carretera que une los campos de naranjas con el pueblo, voltearon coches, quemaron contenedores de basura y atacaron con palos y piedras a algunos vehículos. Los inmigrantes, cuyas protestas también bloquearon una calle, se enfrentaron con policías anti disturbios y varios de ellos fueron arrestados. Algunos manifestantes gritaban «No somos animales» y llevaban pancartas en las que se leía «Los italianos de aquí son racistas«.
En la mañana de este viernes además, unos dos mil inmigrantes realizaron una huelga en el centro de esta localidad. Una de las peticiones de los inmigrantes es la mejora de las condiciones inhumanas en las que viven y trabajan. Según algunas organizaciones humanitarias, los inmigrantes africanos, la mayoría provenientes de Togo, Ghana, Sudán, Mauritania, Congo o Senegal, están obligados a trabajar hasta 20 horas al día en la cosecha de mandarina, naranja y tomate por unos 20 euros al día y viven en galpones sin los servicios básicos.
«Queremos más protección ante la constante violencia racista. Sólo estamos aquí para trabajar«, reclamaron los jornaleros indignados ante la prefectura de la policía de la localidad. «Necesitamos protección«, ha dicho Siski, un inmigrante de 25 años, «porque sufrimos continuamente actos de violencia racista«.
Los inmigrantes, según explica la prensa local, viven hacinados en una vieja fábrica abandonada en condiciones infrahumanas y la mayoría de ellos no tienen documentos y subsisten gracias a los miserables sueldos que los explotadores mafioso-italianos les pagan por sus inacabables jornadas de trabajo.
Tras las primeras protestas, la mayoría de los jornaleros extranjeros regresó a sus alojamientos por la tarde. Por el contrario, unos cien habitantes de Rosarno se apostaron hasta tarde en una carretera ubicada entre los refugios de los africanos y el centro del pueblo, para establecer una «barricada de seguridad» con palos y piedras.
Caza al inmigrante y represión policial: el Ministro del Interior acusa a los inmigrantes de ser responsables de la situación
El balance provisional es de 37 heridos, ocho detenidos y varios contusionados. La tarde del Viernes dos inmigrantes africanos fueron ingresados en el hospital al ser tiroteados en las piernas. Por el momento, se desconoce quién ha sido el responsable de los disparos, acaecidos poco antes de que, según indican los medios italianos, otros dos inmigrantes resultaran heridos por los golpes propinados por varios vecinos. Como resultado de los altercados que se vienen produciendo en la localidad sureña, ocho personas fueron detenidas este viernes, entre ellas siete extranjeros y un italiano, que intentó atropellar a varios de los inmigrantes que se manifestaban por las calles de la localidad con una excavadora.
El clima de tensión es tal que el jefe de la Policía italiana, Antonio Manganelli, dispuso a última hora de esta tarde el envío de un nuevo contingente de agentes para asegurar el mejor control del territorio y garantizar la seguridad en la zona, que se suma a la unidad específica ya establecida por el Ministerio de Interior.
El ministro de Interior, Roberto Maroni, responsabiliza a la inmigración ilegal de los altercados cuando se supone que estas personas tienen un contrato de trabajo. Roberto Maroni, ha comentado lo ocurrido afirmando que «Italia ha sido demasiado tolerante con la inmigración clandestina en los últimos años«. «En Rosarno«, ha explicado, «se vive una situación difícil como en otros sitios, porque en todos estos años se ha tolerado, sin hacer nada eficaz, una inmigración clandestina que ha alimentado por una parte la criminalidad y por otra ha generado una situación de fuerte degradación«.
Al mismo tiempo, un grupo de personas ocuparon la alcaldía para exigir la salida de los inmigrantes y hasta un ciudadano disparó al aire desde la terraza de su residencia para disolver la manifestación.
Las televisiones han contado que en las calles de Rosarno se vive un clima de «caza al negro«. Todas las tiendas están cerradas, ha habido disparos al aire y varios periodistas llegados al lugar han sido atacados por vecinos que no querían testigos. La vendetta ha estallado después de que se extendiera el falso rumor de que una mujer supuestamente agredida por los africanos estaba embarazada y había perdido el niño.
«Que se vayan, que tengan miedo, no los queremos«, exclamó ante las cámaras de televisión un joven italiano, reflejando el racismo de la población local que organizó rondas y patrullas con garrotes y hasta bidones de gasolina. Los vecinos calabreses han intentado linchar a algunos trabajadores que marchaban hacia el ayuntamiento para pedir al alcalde mejores condiciones de vida y el fin de la violencia.
Una región dominada por la mafia
La rica zona agrícola de la Piana (llanura) de Rosarno, al norte de Reggio Calabria, está dominada por empresas vinculadas a la ‘Ndrangheta, la poderosa mafia local. Los cerca de 3.000 trabajadores que se calcula están ahora en la región viven en condiciones inhumanas, en silos o fábricas abandonadas, sin baños ni camas, y son reclutados por los capataces de las ‘ndrine, las bandas mafiosas que poseen la tierra.
Los caporales locales eligen a los trabajadores más fuertes al amanecer, como si fuera un mercado de ganado, según cuenta un reportaje de La Repubblica. El jornal es de 20 euros diarios, y la jornada dura entre 12 y 14 horas. Los elegidos deben además pagar un pizzo (comisión) de cinco euros a quienes les reclutan.
Las autoridades creen que los agresores del jueves por la noche eran miembros de la mafia calabresa ‘Ndrangheta. Probablemente, quisieron castigar a los jornaleros que no pagaron el «impuesto» (pizzo). Otras versiones de prensa señalaron a la Ndrangheta como responsable de instigar los disturbios para distraer la atención de los hechos del domingo pasado en Reggio-Calabria, donde sicarios de esa organización lanzaron explosivos contra la sede de la procuraduría local, lo que llevó al gobierno a endurecer las medidas de seguridad.
Según el mayor sindicato de Italia, Cgil, cerca de 50.000 inmigrantes residen en condiciones similares a la de los trabajadores de Rosarno. El sindicato denunció a la mafia calabresa como responsable de la explotación de los inmigrantes, tratados como «verdaderos esclavos«, recalcó.
Reacciones oficiales de las autoridades italianas
La Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Laura Boldrini, manifestó este viernes su preocupación por la tensión entre inmigrantes y la población. «Temo que se desate una caza del inmigrante«, declaró Boldrini, portavoz en Italia de Acnur poco antes de partir hacia la localidad sureña.
El presidente de la región, Agazio Loiero, afirmó que estos episodios son fruto de un «clima de intolerancia xenófoba y mafiosa y que ha terminado con la revuelta de los inmigrantes explotados, insultados, y ahora también agredidos«.
Por su parte, el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, hizo un llamado para que «cese la violencia» ante el aumento de la tensión.
El secretario general del opositor Partido Democrático, Pierluigi Bersani, acusó por su parte al ministro Maroni de tener una visión superficial de los acontecimientos. «Primero se requiere retornar a la calma y después ir a la raíz de una situación hecha de mafia, explotación, xenofobia y racismo«, indicó Bersani, tras recordar que en Italia rige la ley de inmigración Bossi-Fini, aprobada por la derecha en el poder.
La Conferencia Episcopal Italiana ha condenado «los actos de violencia y la situación de extrema dificultad que viven los inmigrantes, sin ayuda ni humana ni económica«. El episodio representa un «signo de intolerancia y de degradación humana«, ha señalado Bruno Schettino, presidente de la comisión episcopal para las Migraciones.
Igualmente, el vicario general de la diócesis de Oppido-Palmi, Pino Demasi, ha declarado que “Existe una explotación por parte de la criminalidad causada por la ausencia del Estado que tiene que intervenir. Aquí –ha matizado- existe gran solidaridad de los ciudadanos para ayudar a los inmigrantes, pero la caridad no es suficiente porque no resuelve los problemas. Hay que arrancar a los migrantes de las manos explotadoras de la ‘Ndrangheta”.
La revista Ffmagazine, cercana a la Fundación Farefuturo, de Gianfranco Fini, ha afirmado: «En Italia existe la esclavitud, y un Estado cívico, moderno y democrático no puede tolerar que miles de personas vivan en la indigencia más absoluta«.
El jefe de la policía en la capital regional, Renato Cortese, instó a la población a salir de sus casas sólo por víveres. Según la radio local, hubo personas que permanecieron en sus viviendas.
Italia, un país en manos del Fascismo
Actualmente, en Italia los insultos racistas contra un jugador de fútbol africano, los anuncios inmobiliarios que descartan contratos con «inmigrantes y animales», las agresiones contra extranjeros durante las fiestas de Año Nuevo, los llamamientos a “limpiar” de extranjeros pueblos enteros, la recientemente aprobada ley de seguridad, la puesta en marcha de las patrullas ciudadanas con estética fascista, o las macabras y continuas propuestas xenófobas y raciales de la Liga Norte (en cuyas mano está el Ministerio de Interior) son pruebas de la difusión del racismo y el fascismo en el país.
La Liga del Norte, un partido que forma parte de la coalición que gobierna en Italia, nunca ha ocultado su fuerte antipatía hacia los musulmanes. No sólo defiende que se prohíba levantar nuevas mezquitas en Italia sino que incluso ha llegado a pasear cerdos (un animal considerado impuro por los musulmanes) en aquellos terrenos donde estaba previsto hacerlo.
Pero ahora, la Liga ha dado una nueva vuelta de tuerca en su batalla contra el islam. Se niega sencillamente a que haya musulmanes en el equipo de limpieza que asea las oficinas del Consejo Provincial de Trento, en el norte del país.
«Somos un partido con una posición muy clara frente al islam. Y no nos parece oportuno, ni seguro, que trabajadores de esa religión puedan moverse sin problemas por nuestras oficinas y tener acceso a nuestros ordenadores«, argumenta Alessandro Savoi, responsable de la Liga del Norte en Trento, en la carta que ha enviado al presidente del Consejo provincial solicitándole que los musulmanes que actualmente se ocupan de limpiar la sede de ese organismo sean apartados de esa labor.
La petición de la Liga del Norte es sólo una más de los cientos y cientos de iniciativas puestas en marcha en Italia en los últimos meses contra los inmigrantes, y la mayoría de las cuales llevan la firma de esa formación. Representantes del partido han pedido durante este tiempo incluso prohibir las reuniones de extranjeros en parques y que se reserven asientos para italianos en el transporte público. El fascismo más atroz vuelve por sus fueros en el país que lo vio nacer.
«La situación se ha degradado en Italia. Todos los días, un negro es agredido«, reconoció el periodista y escritor, Gian Antonio Stella, autor del libro «Negros, maricas y judíos. La eterna guerra contra el otro«.
Un etíope fue agredido en Florencia (noroeste), porque protestaba contra los petardos durante la fiesta de Noche Vieja, y un egipcio fue pateado fuertemente por ser homosexual. En febrero de 2009, un ciudadano de la India de 35 años, Singh Navte, albañil y sin casa, fue insultado, apaleado y finalmente quemado con nafta por tres bravi ragazzi de buena familia, drogados y borrachos, que querían «combatir el aburrimiento con emociones fuertes«, como confesó uno de ellos. Poco después, un funcionario de policía de Civitavecchia fusiló a su vecino de Senegal, durante una discusión. Después dijo que el tiro se le escapó pero no explicó qué hacía con el fusil en la mano. Los vecinos dijeron que el policía «odiaba al negro«, que era un inmigrante regular desde hace veinte años, y se la hizo pagar. El 25 de Agosto tuvo lugar, en Basilicata, la enésima agresión racista, en este caso sufrida por parte de trabajadores de Burkina Fasso, dedicados a la recolección de tomate. Estos trabajadores, alojados en casas abandonadas sin los más elementales servicios, fueron amenazados para que abandonasen las viviendas. La amenaza incluyó varios disparos de arma que no llegaron a herir a ninguno. Son solo algunos de los muchos episodios racistas sucedidos en Italia durante las últimas fechas.
El pasado mes de noviembre, en un acto que bien recuerda a los tiempos de la limpieza racial nazi-fascista, el Ayuntamiento de Coccaglio, un pequeño municipio del norte de Italia, puso en marcha una operación llamada ‘Navidades Blancas’ dirigida a expulsar de la localidad antes del 25 de diciembre a todos los inmigrantes que no tuvieran los papeles en regla. La idea básica era la de hacer un censo antes de Navidad de todos los extranjeros del norteño pueblo del Coccaglio (3.000 habitantes) para luego denunciar a los clandestinos ante la policía, dado que la ilegalidad fue introducida como delito grave en la legislación.
El alcalde de la pequeña isla siciliana de Lampedusa, en la que desembarcan a diario cientos de inmigrantes provenientes de África, está siendo juzgado por sus declaraciones discriminatorias. «No soy racista, pero la carne de un negro huele mal aún después de lavada«, afirmó. La ministra italiana de Turismo, Michela Vittoria Bambrilla, apareció en Junio en un acto público realizando el saludo fascista, brazo en alto. El ministro para las Reformas Federales, Umberto Bossi, continuamente nombra a los afrodescendientes con el apodo de «Bingo Bongo«. Ese nombre evoca al personaje de una película que fue criado en la selva por monos.
El pasado Julio, el Parlamento italiano de Silvio Berlusconi daba su aprobación final a una polémica ley que introducía el delito de inmigración clandestina y legalizaba las rondas nocturnas hechas por ciudadanos. La ley de seguridad fue aprobada por el voto de confianza, de manera que los miembros del Parlamento en la coalición gobernante fueron virtualmente obligados a aprobarla. Tal ley fue catalogada en su momento como la “reintroducción de leyes racistas”, comparando la medida con las infames leyes racistas introducidas por Mussolini en 1938, que prohibía a los judíos trabajar y educarse. La nueva ley, que ya había sido aprobada en mayo por la Cámara de Diputados, fue adoptada por el Senado con 157 votos a favor, 124 en contra y tres abstenciones. El artículo más controvertido es aquel que introducía el delito de inmigración clandestina, castigado con una multa de 5000 a 10.000 euros y la expulsión inmediata. La cárcel como castigo fue excluida debido a la superpoblación carcelaria en Italia que cuenta con una cifra record de detenidos. Tal castigo, sin embargo, si es recogido por la ley para los propios ciudadanos italianos. A partir de ese momento, por ejemplo, el hecho de alquilar un departamento a un inmigrante clandestino o simplemente ofrecerle hospedaje podría ser sancionado con penas de hasta tres años de cárcel.
A mediados de junio, distintos grupos ultraderechistas anunciaron su intención de participar en las denominadas “patrullas ciudadanas” y mostraron uniformes claramente inspirados en la estética fascista de los camisas negras. Menos notorios, pero igualmente significativos, son los anuncios en los diarios especializados: «Arriendo apartamento. Se excluye a extranjeros y animales«. «Alquilo casa sólo a italianos«, «Cedo inmueble, chinos descartados”.
El Informe sobre el Racismo en Italia, publicado a mediados del año pasado, llegó a la conclusión de que el odio y el rechazo del otro es «un pensamiento común» en la península. Además de los trabajadores africanos, el colectivo de los ciudadanos Rumanos ha sido otro especialmente perseguido y atacado por el racismo institucional y popular italiano. Hace un par de años, el Gobierno italiano emitió un decreto que autorizaba a las autoridades locales a expulsar a nacionales y comunitarios que supongan una amenaza pública, especialmente dirigido para la caza, captura y expulsión de los Rumanos. Diversos episodios de ataques racistas contra los Rumanos se han sucedido en el país desde entonces, algunos de ellos similares a los acaecidos estos días contra los trabajadores africanos en el sur de la nación.
El Fascismo, pues, vuelve a ser el amo y señor de la política italiana, sin que las autoridades de la UE, tan democrática supuestamente, hagan nada por impedirlo. ¡Pobre Italia!
Pedro Antonio Honrubia Hurtado, para Kaosenlared.