La señora Merkel no quiere financiar a países de vagos
La República Federal no sólo es el mayor contribuyente neto, sino también la economía más fuerte de la comunidad económica y la que más se ha aprovechado del euro.
Michael R. Krätke Sin Permiso 20-12-2010
Del brazo de Nicolas Sarkozy, Angela Merkel ha bloqueado el plan de un europréstamo. El aplauso de los economistas de sobremesa alemanes satisfará sin duda los miedos y los prejuicios de su público. Por desgracia, apenas se mencionará el hecho de que la República Federal no sólo es el mayor contribuyente neto, sino también la economía más fuerte de la comunidad económica y la que más se ha aprovechado del euro.
El plan avanzado por el premier Jean-Claude Juncker fue muy poco enérgico en su propuesta; por lo pronto, el término de «eurobonos» resultó una elección léxica desafortunada: ya existen desde hace tiempo. Lo que no existe son los préstamos comunes de los países europeos emitidos y administrados por el Banco Central Europeo (BCE) o una agencia de nueva creación para la administración conjunta de las finanzas. Más allá de estos préstamos comunitarios, el poder económico acumulado en la zona euro y en toda la Unión Europa hace de ella en cualquier caso, y de lejos, la región económica más grande e integrada del mundo. Una potencia económica mundial que por voluntad propia interpreta indeciblemente mal su papel.
En comparación, los EE.UU. están mucho más endeudados que el conjunto de países de la UE. Y los estados federados de los EE.UU. lo están mucho más que los estados miembros de la UE –entre ellos California, que es la octava economía del mundo–; están, de facto, en bancarrota. Nadie se inquieta por ello, sobre todo porque el gobierno estadounidense –incluso sin ajuste financiero (Finanzausgleich)– ha dado un paso al frente y aportado subvenciones caso por caso, esto es, aplicando rescates («bail-outs»). Si hay algo de que los grandes bancos de Wall Street pueden estar seguros es que California va a resultar barata. Se deja financiar mejor debido a que los bonos del tesoro federal estadounidense constituyen todavía deuda pública muy apreciada. El dólar funcionará como divisa de reserva mundial solamente mientras haya un mercado para esta moneda. En otras palabras: detrás del valor del dólar no se encuentra otra cosa que el crédito, el crédito de que gozan los Estados Unidos en todo el mundo. Lo mismo vale para el euro: como divisa de reserva mundial en potencia sólo se la tomará en serio, y a largo plazo, si detrás de ella se encuentra el poder económico de la zona euro en su conjunto y el crédito de los países europeos tomados de consuno. El banco central estadounidense (Fed) interpreta hoy ocasionalmente el papel de banco central de la economía mundial. En la medida en que el BCE no cumple con el papel de banco central de la zona euro– y potencialmente, de toda la Unión Europea– no puede ser tomado completamente en serio. Trichet, el presidente del BCE, ya lo ha comprendido. Los bancos de la República Federal alemana, no.
¿Por qué no?
Un somero vistazo al otro lado del Atlántico también nos muestra lo que ocurre si se abandona la responsabilidad solidaria de una gran comunidad económica para con todos sus miembros, esto es, si bordea la frágil situación en la que se halla ahora mismo la zona euro. Por presión de los republicanos, el presidente Obama ha declarado que en el futuro no rescatará con medios federales la deuda de los estados federados. Como consecuencia, no se prolongará el programa de los estados federados para subvencionar préstamos municipales. El resultado inmediato es que se hunde su precio, lo que precipita la quiebra del mercado para préstamos municipales y préstamos de los estados federados en los Estados Unidos. La próxima crisis financiera a la que se enfrenta EE.UU. será la causada esta vez por los ultramontanos gobernadores de provincias, que se conducen con la misma lógica que la de la canciller Merkel, y, como la Cancillera, entonan: no pagaremos por la perezosa California y tampoco por los vagos de Nueva York.
Los préstamos europeos, como los propuestos por el primer ministro luxemburgués Juncker, llevarían finalmente de retorno al buen camino tanto a la Eurozona como al conjunto de la Unión Europea. Y sin correr grandes riesgos: más bien con el proyecto de salir de una trampa de deuda de la manera más rápida y barata. En relación con la fuerza económica total de la zona euro, la deuda de Grecia, Irlanda o Portugal, tomada de consuno, monta a meras migajas, España aporta menos aún (alrededor del 5%) a la balanza. Si una parte de esa deuda se refinanciase a través de los europréstamos, se reduciría el lastre de la deuda estatal en toda la zona euro.
¿Qué es lo que juega en su contra? Que Merkel y el ministro de finanzas Schäuble temen unos intereses más elevados para la deuda pública alemana. Esto parece a primera vista plausible, porque la República federal deberá refinanciar en 2011 un volumen de deuda de 285 mil millones de euros, aunque nadie esperaba o pedía que esa refinanciación discirriera por la vía de los europréstamos. Esos préstamos comunitarios están limitados y van estrictamente ligados a restricciones. La República Federal, el mejor prestatario de toda Europa, prestaría a la Eurozona sólo una parte de su solvencia económica. Además, los europréstamos serían mucho más comprehensivos que los préstamos individuales realizados hasta la fecha a los PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia, España) y, en consecuencia, más atractivos. Y serían más seguros, también, porque se colocarían sin intereses exorbitantes y sin recargos de riesgo.
Aún peor
Sin embargo, una solución así resultaría para los países prestadores como Alemania harto menos ventajosa que la práctica del paraguas de rescate, pues con esa solución los deudores tendrían previsiblemente que pagar intereses bastante más bajos que el interés del 5’8% que ahora deben satisfacer en concepto de «rescate». Todavía peor les parece a Merkel y a los economistas ortodoxos el hecho de que con el europréstamo se mitigaría el «estímulo», es decir, la presión extrema a favor del ahorro y la austeridad. Pero precisamente ese debería ser el objetivo del ejercicio: descargar inmediata y duraderamente de pesados intereses a países muy endeudados como Grecia e Irlanda y permitirles ganar tiempo para acometer un proceso razonable de desendeudamiento.
El miserable dogma de la austeridad a cualquier precio perjudica a las economías afectadas gravemente, hundiéndolas todavía más en la recesión y –en el caso de Irlanda, eso es claro como el agua– en la depresión. Los europréstamos supondrán una pequeña contribución a la necesaria interrupción de ese ciclo de endeudamiento / desendeudamiento/ deflación/ depresión. Juncker tiene razón: Merkel y sus apuntadores no piensan en términos europeos, sino de Estado nacional. Peor aún: se equivocan de principio a fin, porque la política de «austeridad», que no es más que un eufemismo mendaz, daña a la economía alemana más aún si cabe que a las de sus vecinos. Hasta desde la estricta perspectiva de la economía nacional anda la política de austeridad de Merkel completamente errada.
Todo el debate muestra que las potencias rectoras de la zona euro no saben hacia dónde quieren o pueden conducir a Europa. Objétese lo que se quiera a los gobiernos estadounidense y chino, lo cierto es que esos gobiernos practican una política económica con visión planetaria sin olvidar los propios intereses nacionales. Las elites alemanas –el Banco Central, las asociaciones patronales, la malhadada coalición negri-gualda [democristiana/liberal;T.]— se llena la boca con Europa, pero practica una política económica gazmoña y provinciana, ni siquiera nacional. A día de hoy, ni siquiera han llegado a comprender que con el euro el mundo se ha convertido en otra cosa. Las cuitas de nuestros vecinos son ahora nuestras propias cuitas.
Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero