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Los trabajadores egipcios toman el mando

Los trabajadores egipcios toman el mando

Todos predecían que el movimiento estaba decayendo. Sin embargo, la entrada espectacular del proletariado egipcio en la escena de la historia marca un punto de inflexión en el destino de la Revolución.

Alan Woods Corriente Marxista Internacional

Hay situaciones en las que las manifestaciones de masas son suficientes para provocar la caída de un régimen. Sin embargo, la de Egipto no es una de ellas. Todos los esfuerzos de las masas para lograr el derrocamiento de Mubarak a través de manifestaciones y protestas callejeras no han logrado hasta ahora alcanzar su objetivo principal.

Las protestas han dejado trescientos muertos y miles de heridos. Han obligado a renunciar al gabinete, llevaron al ejército a las calles y paralizaron la economía de Egipto. Pero no consiguieron todavía derribar el gobierno. Por otra parte, este último no ha podido restablecer el control. El lunes, la situación en Egipto parecía haber llegado a un punto muerto.

Pero cada vez que el régimen cree que ha logrado recuperar la iniciativa, sus esperanzas son frustradas por las masas en las calles. Contrariamente a todas las expectativas, el movimiento sigue avanzando y está alcanzando un nuevo punto álgido. Lejos de disminuir, la furia contra Mubarak va en aumento.

La sociedad egipcia está cada vez más agudamente polarizada.

Todos los analistas predecían que el movimiento estaba decayendo. Sin embargo, la entrada espectacular del proletariado egipcio en la escena de la historia marca un punto de inflexión en el destino de la Revolución. Egipto está siendo sacudido en sus cimientos por un movimiento poderoso de la clase obrera. En una ciudad tras otra, hay huelgas y ocupaciones de fábricas. La revolución se mueve a un nivel superior.

Ayer Ahram o­nlin informó:

«Las protestas laborales se intensificaron en Suez con la participación de los trabajadores textiles en una manifestación junto a otros 2.000 que exigían su derecho al trabajo. Alí Fuad, trabajador del lugar, dijo: ‘Estamos haciendo una sentada hoy para exigir nuestros derechos, que están en el texto de las leyes laborales, nuestro derecho a obtener el incremento anual del salario que los gerentes se niegan a darnos, así que vamos a la huelga respaldados por todas las leyes que defienden los derechos de los trabajadores’.

«Mohamed Abdel de la fábrica Hakam, dirigente del sindicato de la fábrica, confirmó que los trabajadores han continuado su plantón por tercer día consecutivo.

«En la misma ciudad de Suez, alrededor de 2.000 jóvenes se manifestaron para reclamar trabajo. En medio de las expectativas de crecimiento de las protestas laborales en Suez, los funcionarios de la municipalidad han tratado de reunirse con los manifestantes para poner fin a la crisis.

«En Mahalla, más de 1.500 trabajadores de la empresa Abu El-Subaa de Mahalla se manifestaron esta mañana, cortando la carretera, para exigir el pago de sus salarios, y declararon que no es la primera vez. Los trabajadores han protagonizado repetidas sentadas durante dos años, para exigir sus derechos y la mediación entre los trabajadores y el propietario de la empresa, Ismail Abu El-Subaa.

«Más de 2.000 trabajadores de la empresa farmacéutica Sigma, de la ciudad de Quesna, se han declarado en huelga exigiendo mejores salarios y los beneficios que fueron suspendidos durante años. Los trabajadores también están pidiendo la destitución de los directivos que han maltratado a los trabajadores».

Nuevas capas están siendo arrastradas a la lucha no ya de día en día sino de hora en hora. El mismo informe dice:

«Alrededor de 5.000 jóvenes desempleados se manifestaron esta mañana frente al edificio de la gobernación de Asuán, que intentaron tomar por asalto. Los manifestantes corearon la demanda de que el gobernador fuera destituido.

«En Kom Ombo, alrededor de 1.000 manifestantes exigieron la dimisión del presidente, Hosni Mubarak, pero las fuerzas de seguridad no aparecieron.

«Docenas de pacientes de hígado se reunieron en la gobernación de Menoufeya hoy al mediodía por la tardanza de sus vacunaciones. Tenían que haber recibido su tratamiento en el hospital Hilal hace tres días. El Dr. El-Murhaf Mougy, director general del seguro médico de Menoufeya, declaró que el retraso en la recepción de las vacunas era responsabilidad del fabricante. Él lo atribuyó al toque de queda impuesto durante las manifestaciones en Egipto.

«En El Cairo, más de 1.500 trabajadores del ayuntamiento encargados de la limpieza se manifestaron frente a la sede de la administración en Dokki. Según una declaración del jefe de la administración en la televisión egipcia, sus demandas incluyen un aumento en el salario mensual, a 1.200 libras egipcias, y un almuerzo diario. Los trabajadores también exigen la contratación indefinida y el cese del presidente de la administración.

«Y en Menya, miles exigieron la eliminación del régimen imperante en Egipto y la dimisión de Mubarak. En medio de fuertes medidas de seguridad, los manifestantes marcharon hacia el edificio de la gobernación.

«En los últimos días, Menya ha sido testigo de varias manifestaciones, la mayoría de ellas opuestas al régimen. Sin embargo, se han orquestado manifestaciones a favor de Mubarak. La violencia como resultado de estas protestas terminó con 72 personas heridas, tanto manifestantes como personal de seguridad, según el Dr. Adel Abu Ziad, adjunto del ministerio de salud en Menya.»

El régimen aguanta

Hasta este punto, el Estado estaba tratando de reagrupar sus fuerzas capitalizando el miedo a la inseguridad. Pero el nuevo auge del movimiento ha cambiado todo. Dentro de sectores del ejército ya estaba creciendo la convicción de que sólo la salida de Mubarak puede traer la calma a las calles de Egipto. Los últimos acontecimientos habrán reforzado esta convicción.

La camarilla gobernante estaría dispuesta a deshacerse de Mubarak, pero hasta ahora no se ha atrevido a hacerlo. Están bajo presiones contradictorias. Por un lado, los saudíes y los israelíes están exigiendo la permanencia de Mubarak. Esta es también la posición de la CIA, que trabaja en contubernio con los saudíes y los israelíes. Por otro lado, Obama y el Departamento de Estado le están presionando para que se vaya.

En el centro de este complejo paralelogramo de fuerzas está el mismo Mubarak. Ha perdido el poder, pero aún lo conserva. La correlación de fuerzas se anula, dejándolo a él donde estaba antes. El «compromiso» propuesto, básicamente, de que él debería mantenerse en el poder, mientras que en la práctica renuncia, es una expresión del impasse de la cúpula, que a su vez es un reflejo del impasse de la propia Revolución.

En Túnez, un levantamiento popular obligó a Ben Ali a exiliarse y derrocó al partido gobernante, aunque tampoco aquí la lucha ha terminado. Los acontecimientos de Túnez convencieron a muchos egipcios que su régimen podría ser igualmente frágil. La velocidad con que Ben Ali voló a su exilio en Arabia Saudita convenció a los disidentes de Egipto de que la demanda correcta era que Mubarak se fuera. El problema es que Mubarak se niega a irse.

Mubarak ha demostrado que es más fuerte que Ben Ali. Sigue aguantando, aunque con dos ojos morados. Ha mostrado también una cierta cantidad de baja astucia animal. Mubarak dijo finalmente que se iría, pero sólo al final de su mandato en septiembre. Él se resigna a su suerte, pero desea dejar el cargo con dignidad. Esta promesa –que es rechazada con indignación por el pueblo en las calles–, iba acompañada de una amenaza sutil: acepten mi oferta o prepárense para lo peor.

Hosni Mubarak recuerda a otras figuras de la historia: Carlos I de Inglaterra, Luis XVI de Francia y el zar Nicolás de Rusia. El poeta Blok describió al zar durante los últimos meses de su monarquía de la siguiente manera: «Terco, pero sin voluntad; nervioso, pero insensible a todo; desconfiado de la gente, tenso y cauteloso en el discurso, no era dueño de sí mismo. Había dejado de comprender la situación, y no dio un paso claramente consciente, pero se entregó por completo en manos de aquellos a quienes él mismo había colocado en el poder». Estas líneas podrían aplicarse precisamente a Mubarak en la hora de su eclipse final.

Para un hombre que no dispone de muchas cartas en su mano, Mubarak las ha jugado bastante bien. Sus cálculos son muy astutos. Todas las «concesiones» que ofrece el régimen tienen un carácter fraudulento. En el «nuevo» gabinete figuran la mitad de los ministros del gobierno anterior. Suleimán, el ex jefe de la inteligencia egipcia, es su mano derecha. Como dicen los franceses: “Plus ça change, plus c’est la même chose”: “Cuanto más cambian las cosas, más permanecen iguales”.

Al ofrecer un mínimo de concesiones, Mubarak espera introducir una cuña entre los revolucionarios y las capas más inertes de la población, que temen el caos y quieren volver a la «normalidad». El 2 de febrero las dos partes estaban luchando por la posesión de la Plaza Tahrir. Mubarak tenía la esperanza de que los revolucionarios serían echados de la plaza, pero fracasó. Los revolucionarios se mantuvieron firmes y su confianza aumentó.

Hosni Mubarak está luchando por su supervivencia. Suleimán está luchando por la supervivencia del régimen. Pero los imperialistas están luchando por la supervivencia del capitalismo y de sus regímenes títeres en el mundo árabe. Estos últimos están preocupados hacia dónde irá la revuelta de Egipto, y cuán lejos se extenderá. Estas son las grandes preguntas, y aún están sin responder.

Al final, el viejo puede anunciar su retiro anticipado por motivos de salud. Pero hasta ahora Mubarak se ha mostrado extremadamente tenaz. Está colocando sus intereses y los de la camarilla de su entorno por encima de los de los imperialistas. Hace exactamente treinta años, Anwar Sadat fue asesinado por sus propios guardias. Esto podría ocurrir de nuevo. No sería imposible organizar algo similar para Mubarak. Pero la camarilla que controla el ejército y el Estado teme recurrir a tales medidas. La eliminación de Mubarak abriría las compuertas y temen que las aguas furiosas los barran a todos.

Las «negociaciones»

La clase dominante tiene muchas estrategias para derrotar una Revolución. Si no puede hacerlo por la fuerza, recurrirá a la astucia. El viejo régimen trató de aplastar la rebelión por la fuerza el miércoles 2 de febrero, pero fracasó. La derrota de la Plaza Tahrir puso completamente nerviosa a la camarilla gobernante. Mubarak ha desaparecido de la escena. Los gobernantes de Egipto debatían qué hacer a puertas cerradas. Y todo el tiempo el teléfono estaba sonando. Washington exige acción en tonos cada vez más imperiosos. Y Washington es el que paga las facturas.

Después del miércoles pasado el régimen miraba fijamente a la derrota en la cara, y cuando la clase dominante se enfrenta a la perspectiva de perderlo todo siempre ofrece concesiones. Tardíamente, la camarilla gobernante se dio cuenta de que sería necesario llegar a un acuerdo con los dirigentes de la oposición. Había que presentar otra cara al pueblo. Mubarak fue empujado en silencio a un lado de la habitación. Sin decir una palabra, Suleimán tomó las riendas del poder. Ante el peligro de perderlo todo, Suleimán y todos sus generales y ministros, quieren llegar ahora a un compromiso. Pero debe ser un compromiso que mantenga su poder y sus privilegios.

De pronto, el régimen está dispuesto a hablar. Suleimán se ofreció a negociar con la oposición. La semana pasada estaban dispuestos a utilizar solamente el lenguaje de las piedras de hormigón, los palos y los cócteles Molotov, ahora son todo sonrisas, apretones de manos y mesas de conferencias. Siguiendo el consejo de Washington y de Londres, no han renovado el intento de tomar la plaza por la fuerza. Suleimán ha dicho: «No vamos a dispersar por la fuerza». Los tanques no se mueven. Tampoco las turbas pro-Mubarak hacen acto de presencia. Sus amos les han encargado que se mantengan fuera de la vista, de la misma manera que un amo llama a su perro para que vuelva a sus talones.

Como han sido derrotados en las calles están tratando de cerrar un trato, es decir, tratando de engañar a los líderes de la oposición, para que estos, a su vez, puedan engañar a las masas. La idea es que una vez que la iniciativa esté en manos de los «negociadores», las masas se convertirán en meros espectadores pasivos. Las verdaderas decisiones se tomarán en otro lugar, detrás de puertas cerradas, a espaldas del pueblo. ¿Y qué puede hacer la gente? ¿Permanecer en la plaza gritando consignas? Pero el régimen ya ha tomado esto en cuenta.

Obama y los europeos le dicen a Suleimán: «¿Por qué molestarse en utilizar la fuerza? Eso ya ha fracasado y sólo crea simpatía pública a favor de los alborotadores. Podría dividir al ejército por la mitad y entonces sí que tendrás problemas graves. Mejor dejarlos solos, cercar la Plaza y encajonar a los manifestantes allí. Entonces sólo hay que esperar a que se cansen. El movimiento se derrumbará como un globo que se queda sin aire. Después de un tiempo sólo quedará un puñado de gente. Y luego, podrás hacer lo que quieras con ellos». El problema es que el movimiento no está dispuesto a renunciar a la lucha. Los representantes del régimen están contando con que   la llamada “dirección” del movimiento de protesta pueda ser capaz de controlar las masas para ellos.

¿Qué defienden los Hermanos Musulmanes?

La dirección del movimiento de protesta, como el movimiento mismo, contiene elementos diversos y diferentes tendencias ideológicas. En esta etapa hay mucho énfasis en la unidad. Uno de los dirigentes juveniles le dijo a Al Jazeera que las demandas de los jóvenes no eran «clasistas», y que la corrupción y la represión pesan en todas las capas de la sociedad. Esto es típico de las primeras etapas de la Revolución.

Inicialmente, todas las revoluciones parecen ser un gran carnaval de unidad nacional, donde se crea la ilusión de que todas las clases están unidas en una lucha común por el cambio. Sin embargo, a medida que avance la lucha, habrá cambios. Conforme el movimiento se vuelva más radicalizado, algunos de los elementos que jugaron un papel destacado en las primeras etapas se quedarán atrás. Algunos lo abandonarán, otros se pasarán al enemigo. Esto corresponde a los intereses de clase diferentes.

Los pobres, los desempleados, los trabajadores, los «hombres sin propiedad» no tienen interés en mantener el viejo orden. Ellos quieren barrer no sólo a Mubarak, sino a todo el régimen de opresión, explotación y desigualdad. Pero los liberales burgueses ven la lucha por la democracia como el camino a una carrera cómoda en el parlamento. No tienen interés en llevar a cabo la revolución hasta el final o de perturbar las relaciones de propiedad existentes.

Este proceso de diferenciación interna ya ha comenzado. Ofreciéndose a negociar, Suleimán quería ganarse a los elementos moderados (es decir, burgueses) de la oposición. Incluso se ofreció a negociar con los Hermanos Musulmanes, que es una organización prohibida. El propósito de esto es ganar tiempo, para confundir y desorientar al movimiento y engañar a la oposición con la firma de un acuerdo con la oligarquía que preserve el sistema. Hay un viejo dicho: “Si usted va a cenar con el Diablo, use una cuchara larga”. Pero estos señores, en su prisa indecente, cayeron directamente en la sopa.

Una dirección revolucionaria seria comprendería que se trataba de una confesión de debilidad extrema. Continuaría atacando hasta que el régimen cayera. No le daría tiempo para que recuperase sus nervios y movilizara sus fuerzas. Pero un sector de estos dirigentes no es ni revolucionario ni serio. Para ellos, el movimiento de masas es sólo una moneda de cambio conveniente, algo con lo que se puede amenazar al  gobierno para conseguir unas cuantas migajas.

Los Hermanos Musulmanes habían declarado que no negociarían con el gobierno hasta que Mubarak cayera. El Baradei ha descrito las manifestaciones pro-Mubarak como actos criminales de un régimen criminal. Pero en el momento en que el régimen les hizo señas con su dedo meñique los líderes de la «oposición» se abalanzaron sobre Suleimán para aceptar su oferta de negociación, olvidando todas sus palabras valientes de «no negociar hasta que Mubarak se fuera».

Significativamente, los líderes de los Hermanos Musulmanes, que inicialmente se negaron a negociar, cambiaron de opinión y se unieron a esta fiestecita agradable. Uno de sus líderes fue a la Plaza Tahrir, donde los manifestantes se mantienen firmes e impiden con sus cuerpos que los tanques ocupen la plaza, para implorarles que no chocaran con el ejército. Es evidente que los islamistas de  la «línea dura» están tan asustados de las masas revolucionarias como el propio régimen.

Los pobres que apoyan a los Hermanos son una cosa. Los dirigentes son otra cosa totalmente distinta. En la década de 1980 los líderes de los Hermanos fueron los principales beneficiarios de la liberalización económica, –llamada infitah o «apertura»– con la que Sadat y Mubarak desmantelaron el sector estatal, lo que favoreció al capital privado. Un estudio de hombres de negocios de los Hermanos sugiere que, en estos momentos, ellos controlan el 40 por ciento de todas las iniciativas económicas privadas. Son parte del sistema capitalista y tienen todo el interés en la defensa del mismo. Su conducta no está determinada por el Sagrado Corán, sino por el interés de clase.

Sentados junto a los Hermanos Musulmanes en la mesa de negociaciones hay ciertas personas que se hacen llamar los «representantes de los jóvenes de la Plaza Tahrir». Puesto que nadie los ha elegido, es difícil ver lo que realmente representan, salvo a ellos mismos. Pero su presencia alrededor de la mesa es importante para el régimen, que puede presentarse ante las cámaras de televisión como eminentemente razonable y dispuesto a escuchar  «todos los puntos de vista». De esta manera, la gente que permanece en la Plaza puede ser presentada ante la opinión pública como «extremista», gente que no está dispuesta a entablar un diálogo para resolver los problemas de la nación.

Las leyes de la revolución

Las leyes que rigen la revolución tienen muchas características en común con las que rigen las guerras entre las naciones. La guerra no es una batalla continua. Hay una serie de batallas que se ganan o se pierden, o terminan de manera dudosa. No obstante, entre batalla y batalla hay largos períodos de inactividad en los que nada parece suceder. Pero hay un constante flujo y reflujo. Ciertas capas se cansan y abandonan la actividad, pero se sustituyen constantemente con capas nuevas y frescas que se lanzan a la lucha. La Revolución tiene todavía reservas considerables. Estas reservas están movilizándose hoy para la acción.

Decir que una revolución ha comenzado no quiere decir que se ha completado, o incluso que la victoria está asegurada. No hace falta decir que la revolución es una lucha de fuerzas vivas. Los contrarrevolucionarios tienen mucho que perder y están actuando con inteligencia y decisión. En cambio, la dirección de los revolucionarios está dividida y no habla con una sola voz. Ese es el problema principal. El enemigo tomó nota  de sus vacilaciones y comenzó a recuperar la calma. Se empezó a sentir con más confianza y redobló sus maniobras e intrigas, basándose en los sectores más moderados de la oposición.

Se trataba de una situación peligrosa. Si se hubiera permitido estancarse al movimiento, la confianza de las calles habría comenzado a disminuir y la iniciativa hubiera pasado a manos del régimen. Ese fue el objetivo de Suleimán, cuando se ofreció a negociar con la oposición. Estas «negociaciones» eran sólo un truco del régimen para ganar tiempo y privar a los manifestantes de la iniciativa. Eso podría haber sido fatal para la Revolución.

El lunes 7 de febrero, los bancos abrieron por primera vez desde que comenzaron las protestas, pero la Bolsa de valores permaneció cerrada por temor a que se pudiera dar lugar a una oleada de ventas. Esta perspectiva pesimista fue confirmada al día siguiente. Sin darse cuenta, al ordenar la reanudación de la actividad de los negocios, el régimen cometió un error de cálculo. Esto ha permitido a los trabajadores y estudiantes reunirse en sus lugares de trabajo y estudio, celebrar reuniones de masas, discutir la situación y adoptar medidas colectivas. Como resultado, los estudiantes están realizando agitación en los campus, y los trabajadores están organizando huelgas y ocupaciones de fábricas, expulsando a los administradores odiados y a los dirigentes sindicales corruptos.

La entrada repentina de los trabajadores en la escena como una fuerza revolucionaria independiente ha cambiado todo. El martes, los manifestantes organizaron las mayores manifestaciones hasta la fecha. Miles tomaron de nuevo las calles y las plazas de las ciudades egipcias –desde el desierto occidental en la frontera con Libia hasta la norteña ciudad de El Arish en el Sinaí, al este–. En El Cairo, Alejandría, las ciudades del Delta, el cinturón industrial de Mahalla-el-Kebir y la ciudad siderúrgica de Heluan, las masas salieron a las calles gritando «¡Muerte a Mubarak!» y «¡Colguemos a Mubarak!».

La Revolución no puede detenerse

Una revolución no puede detenerse. Debe avanzar constantemente, asestando golpes al enemigo, capturando una posición tras otra hasta que el viejo orden sea totalmente derrocado. Si vacila, está perdida. Marx señaló que la Comuna de París fracasó porque no marchó sobre Versalles. Esto le dio tiempo a las fuerzas contrarrevolucionarias para reagruparse y preparar una contraofensiva decisiva contra el París revolucionario.

En varios momentos durante las últimas dos semanas el poder estaba en la calle. Pero habiendo conseguido el poder en la calle, los dirigentes del movimiento no sabían qué hacer con él. La idea de que todo lo que se necesita es reunir a un gran número de personas en la Plaza Tahrir fue fatalmente desacertada. En primer lugar, deja la cuestión del poder del Estado fuera de consideración y esta es la cuestión central que decide todos los demás asuntos. En segundo lugar, se trata de una estrategia pasiva, mientras que lo que se requiere es una estrategia activa y ofensiva.

Es cierto que en la guerra la defensa puede ser transformada en una ofensiva. Un momento decisivo fue el jueves y viernes de la semana pasada. Después de que los revolucionarios habían derrotado los ataques de los contrarrevolucionarios y recuperaron la iniciativa, tenían que haber ido a la ofensiva. Al limitar la acción del viernes pasado a una manifestación masiva en la Plaza Tahrir, eso permitió que la iniciativa se escurriera de sus manos y pasara a las del enemigo.

Suleimán trata de ganar tiempo porque el tiempo no está precisamente del lado de la Revolución. La sociedad no puede continuar indefinidamente en una situación caótica. La gente tiene que vivir. La economía está perdiendo 300 millones de euros al día solamente por la caída de los ingresos del turismo. El pan escasea en las tiendas con el paso del tiempo; la gente no puede ir a trabajar. Los salarios no se pagan. La gente puede empezar a culpar a los manifestantes de provocar el caos. El llamamiento al orden puede encontrar un eco en estas condiciones. Hay indicios de que este proceso estaba comenzando.

Un informe de Al Jazeera, resumió la situación así: «Estaba claro que el gobierno estuvo tratando de devolver un sentido de normalidad a la ciudad; las empresas y los bancos tenían la orden de reabrir el domingo, y el ejército tenía la intención de despejar todas las señales de discordia, excepto la multitud de la plaza. Hombres con chalecos fluorescentes salieron incluso a limpiar los escombros y basura de las calles, donde sólo unas noches antes habían muerto los manifestantes».

Afortunadamente, el ala más revolucionaria de la oposición se dio cuenta del peligro. El mismo informe de Al Jazeera citó a uno de los dirigentes juveniles de la siguiente manera:

«Pero cuando figuras de alto rango de la oposición negocian una transición con el hombre que representa la mano derecha de Mubarak, el ex jefe de inteligencia y recién nombrado Vice-presidente Omar Suleimán, Mohammed Sohail y sus hombres permanecen en las azoteas atrincherados, confiados en una revisión completa. Después del ataque de los matones del miércoles, no aceptarán negociar con Mubarak. Él lleva un puñal escondido en su espalda.»

Estas palabras expresan la verdadera situación muy bien.

El problema de la dirección

La revolución en Túnez y Egipto vino desde abajo. No fue organizada por ninguno de los dirigentes o partidos políticos existentes. Todos ellos quedaron muy por detrás de un movimiento que no habían previsto y para el que no estaban preparados en absoluto. El carácter «espontáneo» de la Revolución ha inclinado a algunos observadores a creer que de alguna manera representa una confirmación de las teorías del anarquismo. Pero el caso es más bien lo contrario.

El argumento de que «no necesitamos líderes» no resiste la más mínima prueba. Incluso en una huelga de media hora en una fábrica siempre hay una dirección. Los trabajadores elegirán entre ellos a quienes los represente y organicen la huelga. Los que son elegidos no son elementos arbitrarios o accidentales, sino en general los trabajadores más decididos, inteligentes y experimentados. Son seleccionados sobre esa base.

La dirección es un elemento muy importante en la guerra. Esto no quiere decir que sea el único elemento. Incluso los dirigentes más brillantes no pueden garantizar el triunfo si las condiciones objetivas no son favorables. En la Guerra Civil Americana, el Sur tenía generales mucho más capaces que el Norte, y esto fue un factor importante en sus victorias iniciales. Los generales del Norte eran en su mayoría muy malos, pero el Norte contaba con una población mucho más grande y era capaz de soportar mayores pérdidas.

Sobre todo, tenía una poderosa base industrial, de la que los Estados esclavistas agrícolas del Sur carecían, y tenían un montón de dinero. La combinación de riqueza financiera, industria y mano de obra abundante, en última instancia, les garantizó el triunfo, a pesar de malos generales.

Al final, son los elementos más decididos y revolucionarios lo que quedarán al frente: los que no están dispuestos a alcanzar un compromiso sino a luchar hasta el final. Y en esto los jóvenes juegan un papel clave. En 1917, los mencheviques acusaban a los bolcheviques de ser sólo un «puñado de chicos», lo que no era falso del todo. La edad media de los activistas bolcheviques era muy baja. El primer sector en moverse siempre es la juventud, que está libre de los prejuicios, el miedo y el escepticismo de la generación más vieja.

En Egipto, vemos de nuevo lo mismo. Los manifestantes que salieron a las calles en todo Egipto son, principalmente, jóvenes desempleados y sin ningún futuro. Un joven egipcio le dijo a la BBC: «Somos pobres. No tenemos trabajo, no hay futuro. ¿Qué debemos hacer? ¿Prendernos fuego a nosotros mismos?». La única esperanza de estos jóvenes es luchar por un cambio fundamental de la sociedad. Han dejado de lado todo el miedo y están dispuestos a arriesgar sus vidas en la lucha por la libertad y la justicia.

Los jóvenes y los elementos más revolucionarios no quieren que el movimiento sea secuestrado por los «moderados» que negocian con el régimen, como los comerciantes regatean en un bazar. Pero la pregunta sigue siendo: ¿cómo llevar adelante la Revolución? ¿Qué hay que hacer? Los manifestantes han hecho todo lo posible. Han demostrado un gran coraje y determinación. Pero la limitación de las tácticas desplegadas hasta ahora está quedando más clara cada hora que pasa.

Con el fin de llevar la Revolución a un nivel superior, se necesita otra fuerza. Y sólo puede ser proporcionada por la clase obrera. Una huelga general completa transformaría toda la situación. Demostraría claramente quién es el verdadero amo de la casa.

El papel del proletariado

El crecimiento económico de Egipto en los últimos años fue un hecho muy positivo desde el punto de vista de los marxistas, ya que fortaleció a la clase obrera. Sin embargo, no resolvió ninguna de las contradicciones fundamentales de la sociedad egipcia. En los últimos años se ha visto un fuerte aumento de la actividad huelguística en Egipto, en particular la heroica lucha de los trabajadores textiles de Mahalla. Este despertar del proletariado fue uno de los factores principales que prepararon la situación actual. Es también la clave de la situación.

Los últimos informes hablan de grandes grupos de trabajadores, principalmente en El Cairo, rebelándose contra administradores nombrados por el Estado, y de la creación de «Comités Revolucionarios» para gestionar las fábricas y otros lugares de trabajo, incluyendo la televisión estatal de Egipto y el mayor semanario de Egipto Ros el-Yusuf.

Hay una ola de huelgas, muchas de ellas incluyen diferentes formas de sentadas y ocupaciones de fábricas. Los trabajadores de las telecomunicaciones de El Cairo están en huelga, y la huelga parece estar extendiéndose a otras ciudades: Maadi, Opera, MisrElgedida, Ramsis, y Alejandría. Los trabajadores están protestando contra la corrupción y los bajos salarios.

En la ciudad clave de Suez, los trabajadores han ocupado la planta textil de Suez Trust. Alrededor de 1.000 trabajadores de la fábrica de cemento de Lafarge en Suez también están en huelga. Entre sus demandas: la formación de un sindicato y el apoyo a la revolución. Los trabajadores del cemento de Tora han comenzado una sentada para protestar contra sus condiciones de trabajo intolerables.

Al mismo tiempo, hay un movimiento para deshacerse de los viejos líderes corruptos de los sindicatos que son agentes del partido del gobierno y de la patronal.

Los empleados de la Universidad de Trabajadores de Ciudad Nasr [un suburbio de El Cairo] están organizando una sentada frente al edificio y, de acuerdo a un informe, se ha producido el secuestro del vicepresidente del sindicato oficial ETUF, Mustapha Mungy, por los empleados de la Universidad de Trabajadores, que pertenece a la Federación General de Sindicatos ETUF. En el transcurso de la sentada, los trabajadores lo detuvieron y exigieron su cese y la apertura de investigaciones sobre la corrupción generalizada en la Universidad de  Trabajadores.

La agencia oficial de noticias Al-Ahram publicó un informe titulado: «Los empleados detienen al vicepresidente del sindicato de trabajadores egipcios», que relataba: «El vicepresidente del Sindicato de Trabajadores Egipcios, Mostafa Mongy, permanece detenido desde el lunes por la mañana por los empleados para exigir su inmediata renuncia». (Ahram o­nline, lunes, 7 de febrero 2011).

El Centro de Sindicatos y Servicios de Trabajadores (CTUWS) presentó una comunicación al Ministerio Público exigiendo la adopción de una orden contra Hussein Megawer, presidente del ETUF, que le impida viajar al extranjero e investigue las fuentes de su riqueza.

El martes 8 de febrero, profesores universitarios realizaron una marcha en apoyo a la revolución, uniéndose a los manifestantes de la Plaza Tahrir. También a las 12 del mediodía del miércoles 9 de febrero, los periodistas se reunieron en la sede de su sindicato, en una reunión de emergencia para presionar por la destitución de su jefe sindical, apoyado por el Estado, Makram Mohamed Ahmed.

Los periodistas también están en movimiento. Han atacado a su jefe sindical, respaldado por el Estado, con el grito de: “¡asesino, asesino!». Los periodistas marcharon desde la sede de su sindicato a la Plaza Tahrir, denunciando al gobierno y han empezado a recoger firmas para destituir al jefe del sindicato de prensa, apoyado por el Estado. Todos los periodistas de los periódicos estatales están en pie de guerra contra sus editores progubernamentales.

El movimiento se extiende como un incendio salvaje. El personal técnico del ferrocarril en Bani Suweif está en huelga. Por lo menos dos fábricas de producción militar en Welwyn están en huelga. Los trabajadores del transporte público en tres terminales están en huelga. Miles de trabajadores petroleros están protestando frente al Ministerio del Petróleo. Mañana [jueves 10 de febrero] más trabajadores petroleros de las provincias, descenderán hasta Ciudad Nasr para unirse a las protestas frente al Ministerio del Petróleo, y los trabajadores de Ghazl Mahalla también iniciarán una huelga.

Muchas de las huelgas son económicas, pero otras son de carácter político. En una entrevista del domingo 6 de febrero, Hossam el-Hamalawy declaraba:

«Ya han pasado dos días desde que los trabajadores dijeron que no iban a volver a trabajar hasta la caída del régimen Hay cuatro focos de lucha económica: una planta siderúrgica en Suez, una fábrica de fertilizantes en Suez, una fábrica textil cerca de Mansoura en Daqahlia (la fábrica de ropa Mansoura-España en la región del Delta del Nilo) están en huelga, han echado a su jefe ejecutivo y están autogestionando su empresa. Hay también una imprenta en el sur de El Cairo llamada Dar al-Matabi: allí, también echaron a su jefe ejecutivo y están autogestionando la empresa. Pero, mientras que los trabajadores están participando en las manifestaciones, no están desarrollando su propia acción independientemente como trabajadores. Todavía no hemos visto a los trabajadores organizarse de forma independiente en masa. Si eso sucede, cambiará toda la ecuación de la lucha». (http://mrzine.monthlyreview.org/2011/hamalawy080211.html)

El miércoles, los tres sindicatos independientes que existen en Egipto (el de los recaudadores de impuestos a la propiedad, el de los técnicos de la salud y el de la federación de pensionistas) se manifestaron frente a la sede de la pro estatal Federación Egipcia de Sindicatos, en la calle Galaa, exigiendo el procesamiento de su presidente por cargos de corrupción, y demandando el levantamiento de todas las restricciones para formar sindicatos libres. Los trabajadores estatales marcharon entonces a la plaza Tahrir en apoyo a la revolución. No son los únicos. Una delegación tras otra de trabajadores está llegando a la plaza para expresar su solidaridad con los manifestantes y discutir el futuro de la revolución.

Estos informes son de tremenda importancia. Significan que la revolución está entrando en las fábricas y centros de trabajo. Significan que los trabajadores de Egipto están avanzando de la lucha por la democracia en la sociedad, a la lucha por la democracia económica en el centro de trabajo. Quiere decir que la clase obrera egipcia está empezando a participar en la revolución bajo su propia bandera, luchando por sus propias reivindicaciones de clase. Este es un factor decisivo para el futuro de la revolución.

La idea de una huelga general se percibe en el aire. Las reivindicaciones de los trabajadores tienen un claro carácter revolucionario y de clase. Los trabajadores de Egipto están sacando las conclusiones más avanzadas. Esto es sorprendentemente claro en el manifiesto de los trabajadores del metal y el acero en Helwan, los cuales están convocando a una gran marcha de trabajadores para el próximo viernes hacia la plaza Tahrir, y en el cual proponen las siguientes demandas:

  1. La inmediata salida del poder de Mubarak y de todos los elementos del régimen y sus símbolos.
  2. La confiscación de la riqueza y las propiedades de todos los símbolos del régimen, y de todos aquellos que se demuestre que han sido corruptos, en beneficio de las masas.
  3. La desafiliación inmediata de todos los trabajadores de los sindicatos controlados por, o afiliados al régimen, así como la creación de sindicatos independientes y la preparación de sus conferencias generales para elegir y formar sus organizaciones.
  4. La recuperación de empresas del sector público que hayan sido vendidas o cerradas y su nacionalización en provecho del pueblo, así como la formación de una nueva administración que las dirija, con la participación de trabajadores y técnicos.
  5. La formación de comités que dirijan a los trabajadores en todos los lugares de trabajo y que supervisen la producción y la distribución de precios y salarios.
  6. El llamamiento a una Asamblea Constituyente de todas las clases populares y tendencias para la aprobación de una nueva Constitución y la elección de consejos populares sin esperar a las negociaciones con el régimen actual».

¿Y ahora qué?

Estas reivindicaciones son absolutamente correctas. Demuestran un alto nivel de conciencia revolucionaria y coincide completamente con el programa que habíamos planteado los marxistas. Este programa provee a la revolución egipcia de todo lo que necesita para tener éxito.

Las reivindicaciones más inmediatas son naturalmente de carácter democrático. Sin embargo, la lucha por reivindicaciones democráticas, si es llevada a cabo consistentemente, debe llevar directamente a la demanda por la democracia económica. El pueblo pobre de Egipto no lucha por la democracia para permitir que los carreristas adquieran posiciones ministeriales, sino como un medio para solucionar sus más apremiantes problemas: la falta de trabajo y vivienda, el alto coste de la vida… Esos problemas económicos y sociales son demasiado profundos para ser resueltos por ningún gobierno burgués. The Economist escribe:

«En torno al 40% de los egipcios todavía vive con menos de 2$ al día. En los últimos años, incluso habiendo crecido la economía egipcia a ritmo acelerado y habiendo consumido las familias con bajos ingresos más bienes de consumo, los pobres han sacado poco beneficio de una subida despiadada de los precios de la comida y una mayor competitividad por trabajos estables. Tales ansiedades han hallado expresión en un creciente número de huelgas y protestas locales a lo largo del país. Y no obstante, de algún modo, la persistente pobreza ha ayudado a apuntalar el régimen. ‘La gente sobrevive de día en día’, dice un joven abogado de El Cairo. ‘No pueden ir muy lejos sin un sueldo diario y pan diario, así que intentan no meterse en problemas’».

El movimiento actual no puede triunfar a menos que sea llevado a un nuevo y más alto nivel. Tal cosa sólo puede ser hecha por la clase trabajadora. Las manifestaciones de masas son importantes porque son un medio de poner en pie a las masas aparentemente inertes, dándoles conciencia de su propia fuerza. Un nuevo y más alto nivel implica el llamamiento a una huelga general.

Una huelga general de todo Egipto daría un golpe mortal al régimen, que ya está en crisis. El viejo poder estatal se está resquebrajando. Debe ser reemplazado con un nuevo poder. Los trabajadores de Egipto tienen un tremendo poder en sus manos pero debe ser organizado. Esto solo puede ser realizado mediante comités revolucionarios. El caos y desorden generales y los informes persistentes de agentes de seguridad provocando incendios y robando han convencido a la gente de que el caos estaba planeado. Esto ha llevado ahora a la organización de milicias ciudadanas en muchas partes del país

Hossam el-Hamalawy, en la misma entrevista citada antes, describe como fueron organizados:

«A partir del colapso de la fuerza policial el 28 de enero, el pueblo intervino para proteger sus vecindarios. Establecieron puestos de control, se armaron con cuchillos, espadas, machetes y palos e inspeccionan los coches que entran y salen. En algunas zonas, como la provincia de Sharqiya, los comités populares están gobernando la ciudad más o menos completamente, y organizando el tráfico.»

Aquí tenemos el embrión de una milicia popular, de un poder estatal alternativo.

Las últimas informaciones indican que, como acto de desesperación, Suleimán está considerando incluso un golpe de Estado. El problema que afronta es que el ejército ya está dividido. En esas condiciones un enfrentamiento abierto con la clase obrera y las masas revolucionarias deterioraría su cohesión interna hasta el punto de ruptura. Si el régimen egipcio intenta usar el ejército, puede rompérsele en pedazos ante sus propios ojos. Suleimán, el nuevo «hombre fuerte», puede estar a la cabeza del ejército y la policía. Pero si decidiera la locura de organizar un golpe se podría encontrar a sí mismo sin teléfonos, ni electricidad, ni transporte, ni combustible, ni comida, ni agua.

El viejo poder estatal se está rompiendo. Es necesario darle un empujón final y reemplazarlo con un nuevo poder. Solo el proletariado puede mostrar una salida situándose a la cabeza de la nación. Los trabajadores de Egipto tienen un tremendo poder en sus manos pero debe ser organizado. Tal cosa solo puede ser hecha mediante el establecimiento de comités revolucionarios. En algunas zonas los comités existen, pero deben extenderse a cada centro de trabajo, vecindario, universidad y escuela secundaria, y deben estar coordinados a escala nacional.

Intimidación imperialista

Enfrentados a una revolución que continúa avanzando, todos los planes de los imperialistas están ahora en ruinas. La situación que esperaban que estuviera bajo control está fuera de control. Ahram o­nline informaba ayer de que los trabajadores de la Compañía del Canal de Suez de las ciudades de Suez, Port Said, e Ismailia han empezado una ocupación indefinida de las instalaciones. Tal cosa amenaza con perturbar el movimiento de barcos si la huelga continúa. Más de 6000 manifestantes han acordado continuar su protesta en frente de las sedes de la empresa hasta que sus demandas sean satisfechas. Están protestando contra los salarios de pobreza y el deterioro de las condiciones sanitarias y laborales.

En un acto de desesperación, Washington ha enviado fuerza naval, marines y fuerzas aéreas estadounidenses al Gran Lago Amargo, en el Canal de Suez. Este es el puño de hierro oculto en el guante de terciopelo de la «democracia» de Obama. Los imperialistas están preocupados por los efectos que la revolución egipcia tenga en el Canal de Suez, a través del cual pasa alrededor del 40% del transporte marítimo mundial. Si fuera interrumpido durante algún tiempo, podría tener repercusiones mucho más allá del propio Egipto, afectando directamente al transporte de petróleo y, consiguientemente, al precio del petróleo.

En realidad este es un gesto vacío por parte de Washington. Los EEUU se quemaron los dedos en Iraq. Una nueva aventura en Egipto es bastante improbable. Provocaría una tormenta en los EEUU y a escala mundial. No habría una sola embajada de los EEUU en pie en el Medio Oriente y los otros regímenes árabes pro EEUU podrían ser derribados. Sin embargo, sí que representa un intento de intimidar al pueblo de Egipto. Este intento de intimidación del imperialismo debe ser rechazado poderosamente por el movimiento obrero internacional.

Levantemos nuestra voz en apoyo de nuestros hermanos y hermanas de clase en Egipto:

  • ¡Manos fuera de Egipto!
  • ¡Abajo el imperialismo!
  • ¡Solidaridad con la revolución egipcia!
  • Todo trabajador con conciencia de clase en el mundo se alegrará con este maravilloso movimiento de los trabajadores y la juventud egipcia. Pase lo que pase en los próximos días y semanas, Egipto, Oriente Medio y el mundo entero no volverán a ser los mismos.

    http://www.mexico.elmilitante.org/node/1864

    11/02/11