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Torturas en el país de los derechos humanos

Torturas en el país de los derechos humanos


La tortura es una realidad que sufren los pibes en los barrios y los detenidos en las comisarías a diario, por más que los jueces la disfracen como “vejaciones” o “apremios ilegales”.
CORREPI

Con la excusa de buscar al asesino material del policía Ezequiel Galarza, se produjeron en la zona fronteriza entre Quilmes y Almirante Brown una serie de allanamientos por parte de un grupo de elite de la policía, mostrándolos tal cual son. Tan violentos en sus formas como torpes en su proceder, rompiendo puertas, asustando chicos, lastimando y torturando a gente inocente, irrumpiendo hogares familiares en medio de la noche.

Conocido en la zona como “el Teque”, Galarza ingresó a la policía en 2009. Fue ejecutado en un extraño robo, en la zona de Solano, Quilmes, en el que los dos supuestos ladrones no le robaron nada. El comisario mayor Pablo Otero, titular de la Jefatura Departamental de Seguridad de Quilmes, apurado por “esclarecer este luctuoso hecho” mandó a su tropa a “proceder en el barrio” (léase: a buscar un perejil rápido, y, de paso, seguir infundiendo temor en la gente.)

Episodios extraños como el asesinato de Galarza, le sirven a la policía para colocarse en posición de víctima. Con cada policía asesinado en hechos de “inseguridad”, provocan, además, miedo en los vecinos, que en este caso, por ejemplo, reclamaron más patrulleros en la zona. Así nos engañan, ocultando también un clásico proceder policial: provocar el problema para vendernos su solución, o sea, mas patrullas. A río revuelto, ganancia de pescadores.

Una mujer del barrio, Mabel Orellana, se animó a denunciar que en uno de estos allanamientos, irrumpieron su casa, donde vive con su marido y sus nueve hijos. Además de romper todo, esposaron a su marido, hicieron que todos se tiraran al piso a patadas de borceguíes y uno le dio a ella un tremendo golpe a puño cerrado que le deformó la cara, sólo porque la mujer exigía que mostraran la orden judicial que autorizaba el allanamiento. El golpe fue tan violento que le rompió la nariz y su cara está amoratada. Sus nueve hijos presenciaron la lección de disciplinamiento: en los barrios de calle de tierra, cuando un policía habla, vos te callás, porque pueden hacer lo que quieran.

La tortura, como habitual procedimiento policial, es una realidad que sufren los pibes en los barrios y los detenidos en las comisarías a diario, por más que los jueces la disfracen como “vejaciones” o “apremios ilegales”.

Así ocurrió con las torturas filmadas en las cárceles de Mendoza, y con el reciente procesamiento a dos policías de Bariloche por golpear salvajemente a Eduardo Cifuentes, provocándole la pérdida de un ojo. De nuevo, el procesamiento no es por torturas, sino por el delito de “vejaciones en concurso con lesiones”. Es que, en democracia, los jueces tienen prohibido hablar de tortura, más aún bajo el yugo del “gobierno de los “derechos humanos”.

15/04/11

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