El nuevo marketing empresarial
Increíble pero real:
Los súper ricos quieren liderar la «guerra contra la pobreza»
Algo así como decir «nos vamos de este mundo, pero con la conciencia tranquila». En agosto pasado pasado, en una nueva estrategia de proyección de imagen, 40 súper millonarios encabezados por Bill Gates, Carlos Slim y Warren Buffet (los tres más ricos del planeta) firmaron el «Compromiso de Donar», una promesa ficticia de «donar» la mitad de sus fortunas luego de su muerte. Pero es solo una engañosa estrategia de marketing. La mayoría de ellos encabezan fundaciones «filantrópicas» que les sirven, entre otras cosas, para evadir impuestos y como plataforma de publicidad institucional para sus empresas. Además, dejar la mitad de sus fortunas a sus fundaciones filantrópicas (empresas capitalistas que desarrollan fabulosas evasiones de impuestos y alimentan multimillonarios negocios con la «solidaridad»), les permite ingresar en el nuevo marco estatutario del capitalismo de «rostro humanizado», la máxima escala de prestigio en la era del dominio imperial con «democracia y derechos humanos». Ni muerto, el capitalismo deja de facturar.
Por Manuel Freytas (*)
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IAR Noticias/
«Los ricos de EEUU han estado buscando nuevos símbolos de estatus luego de la Gran Recesión, los yates, aviones privados y mansiones están pasados de moda. Pero ser lo suficientemente rico y generoso como para entrar al Compromiso de Donar podría convertirse rápidamente en el máximo símbolo de estatus en EEUU y el extranjero», señala con increíble crudeza el Walll Street Journal, vocero emblemático del casino global de Wall Street.
Para el Journal, «Algunos podrían descartar este compromiso, considerándolo una estrategia publicitaria para mejorar las relaciones públicas de los súper ricos, las cuales necesitan pulirse. Sin embargo, la lista podría convertirse en una fuerte fuerza financiera para la filantropía, así sea sólo por la presión que ejerza sobre otros multimillonarios y la publicidad que genere».
El fundador de Oracle, Larry Ellison, se unirá al creador de La Guerra de las Galaxias George Lucas y a otros 38 multimillonarios en una iniciativa de Warren Buffett y Bill Gates para donar la mayoría de sus fortunas a fundaciones filantrópicas (todos tienen una) tras su muerte.
En la lista de «caritativos» acaudalados que se sumaron a The Giving Pledge –que podría traducirse como «La Promesa de Dar» – de Gates y Buffet, figuran el alcalde de Nueva York Michael Bloomberg, el ejecutivo Barry Diller y uno de los cofundadores de Oracle, Larry Ellison, así como también el magnate mediático Ted Turner y David Rockefeller.
La increíble y farsesca lista de «donantes post mortem», incluye a nombres de lo peor del capitalismo especulativo promotor de la crisis global como Ronald O. Perelman; el fundador de Citigroup Sandy Weil y su esposa Joan; los «inversionistas» en fondos de cobertura Julian Robertson Jr. y Jim Simons y el gigante de fondos de capital privado David Rubenstein.
En este marco, la «ayuda solidaria» a los pobres, montada como una maquinaria a nivel mundial, es un multimillonario y diversificado negocio capitalista donde intervienen a modo de «donantes solidarios» los mismos bancos y corporaciones transnacionales que depredan el planeta y generan una fábrica de pobreza a escala global.
En primer lugar, las fundaciones y organizaciones «filantrópicas o solidarias», así como las ONG que actúan en los diversos ámbitos de la «ayuda social», son pantallas de los bancos y corporaciones que las utilizan con tres objetivos básicos: Evadir impuestos y blanquear dinero, generar publicidad gratis a escala global, y alimentar una fuente de «negocios colaterales» de facturación multimillonaria.
Pero este monumental negocio de bancos y trasnacionales con las propias lacras sociales que generan no es atinente solamente a las corporaciones empresariales que utilizan ONGs y fundaciones, sino que se extiende a todos los sectores del «espectáculo», la farándula y el deporte que facturan cifras multimillonarias.
Artistas, deportistas, ídolos, «ricos y famosos» del ranking Forbes, montan sus propias «fundaciones solidarias» con tres propósitos definidos: Evasión de impuestos y blanqueo de dinero, publicidad masiva a escala mundial que, de pagarla le costaría millones, y escala de prestigio e influencias internacionales que los proyectan
a un nivel de jefe de Estado.
Los extremos que no se tocan
En EEUU residen más de 400 individuos o familias con más de mil millones de dólares, de acuerdo a la revista Forbes. Más del 45% de la población rica vive en EEUU.
Pese a la crisis económica-financiera mundial y la crisis social que genera la suba de precios de los alimentos y de la energía, las riquezas personales en todo el mundo crecieron un 5 por ciento a US$ 109,5 billones, según un informe sobre «riqueza mundial publicado en el 2008 por Boston Consulting Group (BCG).
Para ilustrar el macro-robo capitalista del producido mundial hay que señalar que la cifra acumulada, según el informe, de US$ 109,5 billones de riqueza acumulada en manos de los «millonarios» (con las súper-fortunas en la cima) se aproxima a casi dos veces el PBI mundial (la riqueza anual producida por todos los países) que ronda en los US$ 70 billones.
Pero, para dar una mejor idea de lo que significa, en términos de comparación, esta cifra de US$ 109,5 billones, hay que puntualizar que equivale a casi dos veces y media el PBI anual de EEUU y la Unión Europea, las dos potencias económicas centrales que concentran más del 45% de la producción mundial.
Para la prensa y los analistas del sistema el aumento de la pobreza mundial y el aumento de la riqueza no son procesos inversamente proporcionales que se retroalimentan a nivel de causa y efecto, el uno con el otro.
En este marco separatista, la pobreza que se expande a escala global, y la riqueza (activos empresariales y fortunas personales) que se concentra cada vez en menos manos, no tienen nada que ver una con la otra, y van por vías separadas.
Que las fortunas personales de los «más ricos» del ranking Forbes dupliquen el PBI mundial, «no tiene nada que ver» con la existencia de 3000 millones de personas (la mitad del planeta) que padecen «pobreza estructural», o de los más de 1000 millones que no cubren sus necesidades básicas de alimentación y supervivencia en el mundo.
Todo lo contrario, las grandes cadenas mediáticas y sus empleados comunicadores se deshacen en loas y en exclamaciones de admiración para estas máximas luminarias «exitosas» del capitalismo depredador, en cuya cima, las primeras 50 fortunas, equivalen a el ingreso robado a 460 millones de hambrientos, según la FAO.
Los medios internacionales sionistas, que esconden sistemáticamente la relación simbiótica pobreza-riqueza (una es consecuencia de la otra) comentan con «preocupación» como la crisis redujo el selecto club de súper millonarios del ranking Forbes que pasó de 1.125 miembros en 2008 a 793 en 2009.
En el año 2008, 500 multimillonarios sumaban una fortuna de casi tres billones de dólares, una cifra equivalente al presupuesto anual de EEUU, la mayor potencia imperialista del planeta, y a decenas de PBI (producción del pastel) anuales de países dependientes.
Mientras la crisis económica global desatada desde las economías centrales (EEUU y Europa) profundiza el hambre, la pobreza y la devaluación acentuada del poder adquisitivo de las mayorías a escala planetaria, un selecto grupo de mega-empresas y multimillonarios del ranking Forbes multiplican a escala sideral su activos empresariales y sus fortunas personales.
Son, junto a sus empresas transnacionales, los actores centrales (los generadores del hambre y la pobreza a escala global) que nunca aparecen en los informes y análisis oficiales que atribuyen las causas de las hambrunas y la marginación social no a la explotación capitalista sino a la «mala administración» de los gobiernos.
Los «súper-ricos», ejecutivos y accionistas de los grupos capitalistas que se reparten el mundo como si fuera un pastel, los que aparecen habitualmente retratados en los ranking del jet set decadente, conforman el resultante final de un proceso de acumulación de riqueza en pocas manos a costa de la crisis mundial y del achicamiento progresivo de la participación de las mayorías en el proceso de reparto de la producción mundial.
La prensa internacional (del sistema), sus periodistas y comentadores, difunden estas cifras, impresionantes y fantásticas, destilando una rara mezcla entre admiración y envidia por no estar en el lugar de los rankeados, a los que consideran personas tocadas por la «varita mágica» del éxito y el prestigio social.
De esta manera, los diarios, las radios y los canales televisivos ponen el acento de la «noticia» en la cifra de la fortuna de los tres sionistas que encabezan el ranking Forbes: Bill Gates, Warren Buffett y Carlos Slim.
Por supuesto que la prensa del sistema no aclara que el presupuesto de US$896 millones que la ONU y el BM destinan para «combatir la pobreza en el mundo» equivale sólo al 0, 8 % de la fortuna de estos tres hombres más ricos del mundo.
Fabricantes de hambre
Según la ONU, en el mundo ya hay más de 1.000 millones de personas que padecen hambre, la cifra más alta de la historia, y en todo el planeta hay 3.000 millones de desnutridos, lo que representa casi la mitad de la población mundial, de 6.500 millones.
Pero en la realidad, la producción de alimentos está fuera de la órbita del control estatal de los gobiernos.
Despojados de su condición de «bien social» de supervivencia, esos recursos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación en el mercado, y los precios no se fijan sólo por la demanda del consumo masivo, sino básicamente por la demanda especulativa en los mercados financieros y agro-energéticos.
Y los gobiernos, al no tener poder de gerenciación sobre sus recursos agroenergéticos se convierten en títeres de las corporaciones que los controlan y que se apoderan de la renta del producido por el trabajo social de esos países.
Los recursos esenciales para la supervivencia están supeditados a la lógica de rentabilidad capitalista de un puñado de corporaciones trasnacionales (con capacidad informática, financiera y tecnológica) que los controlan a nivel global, y con protección militar-nuclear de EEUU y las superpotencias.
En ese escenario, la producción y comercialización de alimentos no está supeditada a la lógica del «bien social», sino a la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista.
Según la propia FAO, diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial de los alimentos básicos, y similar número de mega empresas controlan el mercado internacional del petróleo, de cuyo impulso especulativo se nutre el proceso de suba de los alimentos, causal de la hambruna, que se extiende por todo el planeta.
Entre los primeros pulpos trasnacionales de la alimentación, se encuentran la empresa suiza Nestlé SA., la francesa Groupe Danone SA. y la Monsanto Co., que lideran mundialmente la comercialización de alimentos y que, además de controlar la comercialización y las fuentes de producción, poseen todos los derechos a escala global sobre semillas e insumos agrícolas.
El Programa para hacer frente a la crisis mundial de alimentos, (GFRP, por sus siglas en inglés) desarrollado por el Banco Mundial no alcanza ni siquiera al 1% de la suma acumulada por los tres capitalistas más ricos, pero esto no es «noticia» para la prensa sionista imperial.
Mientras las potencias capitalistas centrales se concentran en «combatir la pobreza» con un presupuesto de US$ 896 millones, los primeros veinte supermillonarios de la lista Forbes concentran juntos una cifra de más de US$ 400.000 millones.
Esa cifra (en manos de sólo veinte personas) equivale casi al PBI completo de Sudáfrica, la economía central de Africa, cuya producción equivale a un cuarto de la producción total africana.
Mientras 20 súper multimillonarios acumulan una fortuna equivalente a un cuarto de la producción total africana, según la FAO, en el África subsahariana, una de cada tres personas (236 millones en 2007) sufre de desnutrición crónica.
La gran mayoría de las personas desnutridas en el mundo (mil millones) vive en países en desarrollo, según la FAO, y de ellas, el 65 por ciento se concentra en siete países: la India, China, la República Democrática del Congo, Bangladesh, Indonesia, Pakistán y Etiopía. Casi dos tercios (583 millones en 2007) de los hambrientos del mundo viven en Asia.
Como contrapartida (y demostración de lo que produce el capitalismo), esas zonas marcadas por una altísima y creciente concentración de hambre y pobreza, figuran en las estadísticas económicas mundiales como las mayores generadoras de riqueza y rentabilidad empresarial capitalista de los últimos diez años.
Tanto el «milagro asiático» como el «milagro latinoamericano» (del crecimiento económico sin reparto social) se construyeron con mano de obra esclava y con salarios en negro. Esto lleva a que, al caerse el «modelo» por efecto de la crisis recesiva global, el grueso de la crisis social emergente con despidos laborales en masa se vuelque en esas regiones.
Pero de esta cuestión estratégica, vital para la comprensión de la crisis global y de su impacto social masivo en el planeta, la prensa internacional no se ocupa. Los medios locales e internacionales están ocupados en dilucidar la disminución de las fortunas de los ricos y la pérdida de rentabilidad de las empresas.
Y se cumple el axioma de máxima del sistema capitalista: Pobreza y riqueza, son extremos que no se tocan.
Si se tocaran, las mayorías hambrientas comprenderían quién es su verdugo y los ricos perderían su impunidad.
30/05/11