“La consigna es el juicio a los beneficiarios del genocidio”
La lucha por el juicio y castigo por los crímenes cometidos durante la última dictadura militar en la Argentina ha iniciado un nuevo recorrido que extiende el reclamo y señala la responsabilidad de los civiles cómplices del terrorismo de Estado. Trabajadores y delegados de la década del 70 impulsan esta exigencia y afirman en diálogo con ANRed: “Queremos que se diga ‘genocidio’ y que se condene a los beneficiarios”. Desde este espacio además se promueve la difusión de un documental, Buscamos vida, y se organizan charlas debate en distintas ciudades como “una oportunidad para la denuncia y la vinculación personal”.
Julio Dalessandro agrega: “Querían descabezar al movimiento obrero, parar la organización que se venía”. Ambos hablan desde la experiencia y por los compañeros que no están. Mercedes Benz, fábrica en la que los dos trabajadores cumplían sus jornadas laborales, fue una de las tantas empresas que promovió y luego se benefició con el golpe de Estado de 1976.
Desde septiembre de 1975, los jefes militares acordaron la implementación de un modelo económico neoliberal y, en consecuencia, definieron una estrategia clandestina que neutralizara y exterminara físicamente a los integrantes de las organizaciones guerrilleras, del sindicalismo combativo, de las organizaciones populares, del cristianismo de base y a los potenciales opositores. Lo que imperó fue un plan de aniquilamiento: secuestros, torturas, asesinatos, desapariciones. “¿Quién no sabe que las fuerzas armadas son el brazo armado del capitalismo?”, pregunta retóricamente Hugo.
Empresas y entidades bancarias fueron colaboracionistas del terrorismo de Estado y, además, se beneficiaron estatizando su deuda privada. Entre ellas se puede citar a Banco Río, Banco de Italia, Banco de Galicia, City Bank, Banco Francés, Banco de Crédito Argentino, Banco Comercial del Norte, Banco de Londres, Banco Tornquist, Banco Español, Banco de Quilmes, Banco Sudameris, Banco de Crédito Rural, First National Bank Boston, Deutsche Bank, Banco Roberts, Banco General de Negocios, Banco Shaw, Banco Superville, Bank of America, Chase Manhattan Bank, Acindar SA, Alianza Naviera Argentina, Alto Paraná SA, Autopistas Urbanas SA, Celulosa Argentina SA, Cogasco SA, Propulsora Siderurgica, Ford, Fiat, Mercedes Benz, Establecimiento Las Marías, Grupo Clarín, Ledesma, Alimentaria San Luis Astilleros, Alianza SA de Construcción, Continental Illinois National Bank, Cemento NOA, Cía General Fabril Financiera, Deere and Company, Deminex Argentina, ESSO, Industrias Metalúrgicas Pescarmona, La Penice SA, Loma Negra, Masuh SA, Manufacturas Hanover Trust, Macrosa, Pirelli, Selva Oil Incorporated, Sideco Argentina, Petroquímica Comodoro Rivadavia, Panedile Argentina, entre otras. “La consigna es el juicio a los beneficiarios del genocidio, que son los que lo impulsaron”, señala Hugo, mientras Julio reafirma: “Los mismos que mataron a los compañeros son los que después se van a beneficiar con el golpe”.
Julio relata que “en las fábricas se hacían listas de los sectores que querían un cambio, de los sectores que estaban por el socialismo. Acindar, Mercedes, Ford, por todos lados. Listas de comisiones internas, delegados, activistas, listas con los nombres de los compañeros que secuestraron o desaparecieron”. Esta persecución, recalca, no comenzó con la dictadura militar. “En los juicios estamos presentando esto: que empezó en el 73, y que la represión comenzó en el 74” y continúa: “A cada policía le daban 8 veces más que el salario del obrero más calificado, como si fuera un trabajador. Eso lo hicieron hasta el 75, hasta el decreto que dice que había que aniquilar a la subversión. Ahí comienza el financiamiento a través de López Rega y del Ministerio de Desarrollo Social, pero hasta ese momento financian las empresas”.
Pero además las industrias y compañías cumplieron un rol fundamental como protagonistas activos en la represión. Hugo cita como ejemplo el apagón en el Ingenio Ledesma en Jujuy: el 27 de julio de 1976 se cortó el suministro eléctrico en todo el departamento y fuerzas represivas y capataces del ingenio allanaron viviendas. En vehículos de la empresa Ledesma fueron trasladadas más de 400 personas a los galpones de la firma azucarera. Tras torturas e interrogatorios, algunos fueron liberados, mientras que otros fueron enviados a comisarías, cuarteles militares o a cárceles de distintas provincias. Treinta personas permanecen desaparecidas. “¿Más pruebas que esas querés?”, afirma Hugo. Julio sostiene que dentro de Ford “funcionó un centro de detención y tortura.. “Por eso nosotros queremos, primero, que se diga ‘genocidio’” -asevera Hugo- “y segundo que se condene a los beneficiarios”. Durante los horarios de trabajo, para aumentar la producción, los llevaban, los torturaban. Después los metieron presos”
“Con el golpe militar,
las empresas se hincharon el pecho”
El historiador Leónidas Ceruti señala que “Los empresarios estaban atemorizados por el poder creciente de las comisiones internas y cuerpos de delegados dentro de las fábricas y por la situación económica que combinaba control de precios y alta inflación. A mediados de 1975, en una reunión privada con Videla, sugirieron que las Fuerzas Armadas asumieran el poder. El compromiso que tomaron los principales empresarios fue que uno de ellos, José Alfredo Martínez de Hoz, fuera el responsable de la gestión económica del nuevo gobierno militar. Los sectores con poder económico resolvían así sus dos problemas principales: ellos arreglarían las finanzas del país, mientras los militares ponían orden eliminando a la subversión. Los medios de comunicación mayoritarios también apoyaron el golpe.
“El golpe militar del 24 de marzo de 1976 fue clara y contundentemente contra la clase obrera y los trabajadores, para restaurar el orden en la producción, desarticular las distintas formas de organización obrera e imponer un plan económico de distribución contra el proletariado.
“Desde 1969, en distintas zonas industriales se fueron dando formas organizativas democráticas, con gran participación de las bases obreras que establecieron con el tiempo profundas relaciones interfabriles, con innumerables contactos regionales y nacionales. A esto se sumó la intensificación de las relaciones y debates al interior de las fábricas, entre fábricas, y de las zonas industriales a los barrios obreros.
Para frenar ese desarrollo en ascenso, el principal objetivo de la dictadura militar fue destruir y paralizar toda esa organización que se venía gestando en la clase obrera, el pueblo y las organizaciones populares”.
En este sentido, rescatamos la historia de Hugo como trabajador de Mercedes Benz ya que la misma es reflejo, en mayor o menor medida, de experiencias similares a la de otros obreros, quienes también eligieron como espacio de militancia su lugar de trabajo.
Crosatto ingresó en Mercedes Benz en 1971. En un principio era independiente, no estaba en ningún partido político y era crítico del Justicialismo. Sin embargo al comenzar a “sufrir en carne propia el sistema de producción, de explotación, de presión”, empezó a interiorizarse en el sindicalismo. Relata que “el año 71 era una época muy politizada. En la fábrica había montoneros, Partido Comunista Revolucionario, Partido Comunista, Partido Conservador, Justicialistas, Radicales, Partido Socialista y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Yo me incliné por el PRT porque fue el partido que planteaba seriamente la toma del poder”. De este modo, empezó a conectarse con los compañeros que pensaran lo mismo aunque no era necesario que fueran afines al PRT: “Lo importante era que se definieran antiburocráticos, antiimperialistas y que tuvieran una visión del clasismo como deberían tener lo trabajadores”, afirma.
Rememorando, Hugo sostiene que “veíamos que nuestros compañeros rechazaban los panfletos porque eran infinidad. Entonces todos los días había una visión distinta, una forma de combatir al capital distinta y eso los abrumaba. Además algunos los ponían en el compromiso de que tenían que fijar posición. Entonces dijimos ‘vamos a entrar independientemente’.”
El PRT colaboró con la impresión del material y se realizó un primer volante firmado como “Cuerpo de Representantes Obreros y Empleados de Mercedes Benz de la Argentina”. Al día siguiente, “nos acercábamos y les preguntábamos a los compañeros ‘qué estás leyendo, quién lo firma, qué te parece’. Y nos decían que estaba bien pero que además tendrían que haber afirmado tal cosa. Así, nuestros propios compañeros nos daban la letra para el segundo”, recuerda.
En 1973 ganan la Comisión Interna a José Rodríguez, quien era el líder del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (Smata). “En la Comisión Interna la mayoría eran justicialistas, de la Juventud Peronista. Para mediados del 74 ya nos habíamos quedado sin Comisión Interna, un poco por presión, un poco por amenazas, también por indemnizaciones, entonces el sindicato nos puso dos interventores”.
Llegado el 75, comienzan las negociaciones paritarias. La empresa despide, en complicidad con el gremio, a la Comisión Paritaria que los trabajadores habían elegido para llevar adelante la discusión salarial y comienza la misma de espaldas a los obreros.
Pero el 75 era un año convulsionado y “veníamos con esa vorágine, con esa efervescencia dentro de la planta. Había un punto que era muy importante: el de la recategorización, punto que había comenzado aquella comisión que despidieron y que había quedado estancado. Comenzamos con baja de productividad y trabajo a desgano. El 8 de octubre realizamos una asamblea y nombramos nueve representantes, entre los cuales estaba yo. Comenzamos a discutir con el gremio, nos dicen que no nos respaldan y no van a reconocer a esa comisión. La asamblea decidió darle otra oportunidad al gremio. Hicimos una nueva asamblea al día siguiente en la playa de estacionamiento. Estábamos esperando a que viniera el gremio cuando llega un compañero y nos dice que en la ruta 3 venían los del sindicato y le dispararon”, rememora Crosatto.
Los trabajadores continuaron con la lucha que tuvo su correlato por parte de la patronal con 117 telegramas de despido. A los cesanteados se les negó el ingreso a la planta pero contaban con el respaldo de sus compañeros. Se continuó con la huelga y desde otras fábricas expresaron su solidaridad, también los comercios de González Catan y Cañuelas bajaron las persianas. Hubo actos y manifestaciones frente al Ministerio de Trabajo y a la Casa Central de Mercedes Benz. Así lograron la reincorporación de los despedidos y el reconocimiento de la Comisión Interna. “Como comisión hicimos la recategorización del personal y se cobró con retroactividad al año 74. Obligamos a la empresa a que diera barbijos y leche para los sectores que podían estar afectados por el Saturnismo; bajamos el horario de tratamientos térmicos; de 8 a 6 horas; el personal tercerizado pasó a planta permanente, también los del comedor; los obligamos a realizar los estudios de salud completo, entre otras reivindicaciones”, señala Hugo. “Como comisión funcionamos hasta mayo del ‘76. Con el golpe militar, todas las empresas se hincharon el pecho. Se había acabado la actividad gremial”, afirma.
Respecto al papel del sindicato, como quien diría, para muestra basta un botón: “El 4 de Noviembre de 1975, SMATA saca una solicitada, firmada por Rodríguez, que decía que Mercedes Benz era una cueva de subversivos, que la Comisión Interna era apadrinada por la subversión. Eso, en épocas de la Triple A, era una condena a muerte”, reflexiona Hugo y continúa: “Yo fui, con otros compañeros, a SMATA. Y nos dijeron: ‘Así como a ustedes los apoya la izquierda, a nosotros nos apoya la derecha. Si yo levanto el teléfono, ustedes mañana son boleta’. Nosotros seguimos y como represalia el gremio nos sacó la cobertura social. Así sufrimos la perdida del embarazo de una compañera o le negaron el cambio de un marcapasos a un compañero”.
En abril del 76, los militares entran a la fábrica y se llevan a un obrero de su puesto de trabajo: “Lo primero que hacemos es ir a la oficina de la patronal y hacerlos responsables por la vida del compañero. Ellos lo niegan; les decimos que como empresa privada tenían toda la autoridad como para negar el ingreso a personal ajeno y salimos a buscarlo. Fuimos a las comisarías de González Catan, Cañuelas, San Justo; después fuimos al Regimiento 3 de La Matanza. Ahí nos atendió un coronel a cargo que nos dijo que ‘De ninguna manera, no hay orden por parte del gobierno de levantar a ningún trabajador’. Organizamos una manifestación al Regimiento, vamos 700, 800 compañeros. A los cinco, seis días, lo pudimos recuperar”.
Hugo asevera que esa debería haber sido “la actitud que tendríamos que haber tomado todos, todas las capas sociales de la Argentina y sobretodo los medios de comunicación. La cosa fue paulatinamente descendiendo. Yo tuve que dejar la fábrica. A los demás los fueron a buscar al domicilio. Cuando vos dejas que toquen a uno, después se llevan a uno más. Y llegaron a ser 14. Todos fueron a Campo de Mayo y desaparecieron por ser ‘irrecuperables’.Mercedes Benz siempre estuvo ligada al clasismo y teníamos como referente a Agustín Tosco. No nos iban a corregir, para mal de ellos y bien de nosotros. Y eso es lo que les molestaba”.
Entre las pruebas que están juntando los trabajadores para poder presentar ante el poder judicial, Hugo tiene una lista de enero de 1974 “hecha por mi jefe de sector. Una lista de 9 compañeros, encabezada por mí. Tenemos la suerte de no estar desaparecidos. Yo creo que como se notaron que faltó la lista habrán dicho ‘no nos pongamos en evidencia’. Al día de hoy pienso en cómo hice para zafar”.
Como reflexión final, Hugo piensa y asegura que hoy “hay que concientizar al trabajador. Nosotros decíamos: ‘Compañeros, estos tipos tienen personas a las que le pagan un salario por 8 horas al día para explotarlos mejor. Entonces nosotros tenemos que estar esas 8 horas por día pensando cómo rebatimos eso’. Hay que combatirlo permanentemente, no podés darles un centímetro de ventaja porque te pasan por arriba. Yo quiero que los trabajadores piensen en sus pares y no haya egoísmos. Tenemos que entender que a las empresas las manejan los trabajadores, obreros y empleados, por eso es necesario que las dos partes estén unidas y así encontrar juntos los caminos para luchar con más fuerza. No puede ser que un compañero porque le dan un manguito más mire por arriba del hombro a otro y se crea que es un ser superior. Porque el egoísmo es la diferencia planteada por la burguesía capitalista para dividirnos. Los trabajadores no pueden ser egoístas, tienen que ser solidarios”.
“Buscamos vida”
Junto al pedido de juicio y castigo a los ideólogos civiles del golpe militar, los trabajadores de los 70 están elaborando un documental, cuya dirección está a cargo de Aldo Getino.
En este sentido, Julio sintetiza que el espacio que están conformando tiene dos líneas principales de acción: “Lo que se pretende es, por un lado, llevar a las empresas, o al menos de las que más pruebas tenemos, a juicio con fallo técnico, o sea que se los juzgue. Y, por otro lado, estamos difundiendo un documental ‘Buscamos Vida’, con testimonios directos. Estamos diciendo cómo fue todo, antes del 76, quién lo organizó, quién lo ejecutó, quién se benefició. El documental va a terminar con nosotros, con los obreros, llevando pruebas al Juzgado de San Martín, donde duermen los juicios, y les vamos a decir: ‘Estos son los asesinos, estas son las pruebas. Nosotros somos testimonio directo y queremos participar de los juicios’.”
El documental se llama Buscamos Vida porque hay 200 casos de hijos apropiados en Campo de Mayo, el mayor centro de exterminio de la Argentina. “Quedan 40 personas vivas de 5000”, sostiene Julio, a lo cual Hugo agrega: “Mercedes Benz donó dos aparatos de neonatología al Hospital de Campo de Mayo. Ahí nuestras compañeras parían, se apropiaban de sus hijos y después las mataban”. Y continúa: “Buscamos Vida es la historia contada por los protagonistas de todas las empresas. Necesitamos que los compañeros escuchen y vengan a dar testimonio o a dar apoyo, no necesariamente tienen que saber algo, pero para que estén con nosotros”.
De esta manera, los trabajadores han iniciado ciclos de debate en distintas ciudades para difundir tanto el pedido de juicio y castigo como el documental, pero también como “una oportunidad para la denuncia y la vinculación personal”. “Nosotros queremos contar la historia”, remarcan tanto Hugo como Julio y de ahí la necesidad de seguir contactándose con otros activistas y delegados de la década del 70. Durante esta semana los encuentros serán en la provincia de Santa Fe y luego se extenderán a otras provincias.
Por último, Hugo afirma: “Yo sé que dentro del sistema capitalista no los voy a ver entre rejas y además te los entregan cuando tienen 90 años. Pero si nosotros como sociedad fuéramos funcionales a los hechos que se dan, cuando un tipo es condenado, toda la sociedad tiene que acompañar, que no pueda entrar a un bar a tomar un café. Tiene que haber condena social”.
Anred 02/06/11