Estado terminal (crónica de una frustración anunciada)
Daniel Cadabón (especial para ARGENPRESS.info)
La escandalosa corrupción que envuelve a la organización Madres de plaza de Mayo dirigida por Hebe de Bonafini, marca un estado terminal de lo que fue el momento fundante del kirchnerismo.
El escándalo no sólo pone en cuestión a figuras de luchadoras derechohumanistas de antaño que se han refugiado bajo el paraguas protector del Estado, es más que eso, es la crónica de una frustración anunciada, es un ESTADO TERMINAL, que debe ser ilustrado ante los trabajadores y el pueblo argentino para que el escepticismo que corroe las conciencias de los hombres y mujeres trabajadoras no los haga concluir en “al final son todos iguales” que termine por ubicarlos en el campo de la reacción derechista.
La dilapidación de fondos destinados a un plan viviendas populares, con fines de enriquecimiento personal, por parte de una organización que se transformó en el mayor emblema de la reivindicación de la lucha contra la dictadura genocida cívico-militar, se ha vuelto la comidilla de la derecha argentina, que se siente en el momento cumbre de la melodías de Wagner, momento en que el anillo se vuelve corredizo y que en su ajuste terminará por ahogar la lucha por el castigo a los genocidas. La derecha se deleita con la música, “si al final son todos iguales, por qué nos miran a nosotros?”
Mientras tanto el asombro parece cubrir a algunos sectores de izquierda y de centro izquierda. ¿Asombro y desconcierto?. Puede que entre los mejores intencionados.
Pero la mayoría de los integrados a las filas del oficialismo no tienen derecho a estas sensaciones ya que son del mismo palo y trabajan duro para conseguir su propio enriquecimiento al calor del poder.
El frente popular entre los progresistas y el kirchnerismo ha entrado en crisis. El episodio de las Madres es quizá el más grave hasta ahora por sus repercusiones políticas entre los luchadores. Pero, episodios como los del Inadi y antes de esto la aventura de la bolsa en el baño de la progresista Felisa Miceli; como también la confesión pública de que los 6,7 “rochos” de practicar oficialismo a 90 mil pesos por mes; marcan un cuadro de descomposición que supera y trasciende a la propia Bonafini.
El kirchnerismo ha logrado unir culturalmente a aquello que naturalmente debiera estar desunido y que siempre es critica de la izquierda: Que progresismo y derecha se junten aunque rindiéndole un tributo a la unidad familiar. Veamos sino: mientras un Feinmann acusa a los docentes y petroleros santacruceños de ser delincuentes por luchar por un salario justo haciendo el único trabajo reaccionario que conoce y por el cual le pagan; el otro (bueno) termina acusando a Mariano Ferreyra y al Partido Obrero de provocar con su lucha en contra las tercerizaciones las condiciones para su propio asesinato sin duda, la familia está primero.
Pero estas crisis en el plano el progresismo oficialista son apenas emergentes de lo que se viene. ¿Radicalización populista? Nada de eso, de ser así se encontrarían más unidos que nunca. La crisis del progresismo es la marca de un desbarranco populista y nacionalista de alcance latinoamericano. Ya alcanzó a Chávez en Venezuela y sus acuerdos con el “demonio proimperialista” Santos de Colombia; a Mujica con su caducidad a los genocidas uruguayos y su condena a los trabajadores públicos por pedir aumentos sin trabajar; a Dilma Ruseff con sus recortes del presupuesto social y las denuncias de corrupción que recién asumida ya le tocan; a Evo con sus acuerdos con las petroleras y sus bajas salariales. Ya llegaran a Humala también apenas acuerde con los fujimoristas.
El progresismo argentino no se debate solo en las aguas agitadas, servidas desde las mansiones de los poderosos, los lost de Puerto Madero, compartidos por Pedraza y Schoklender (ya se irán sabiendo cuantos más) y las dependencias oficiales.
Pero la crisis de este progresismo son peores porque no se resuelve en si mismas, la alianza tejida entre ellos y el oficialismo fue estratégica y tiene un alcance superior que marca un estado terminal para el propio kirchnerismo.
Cada vez que las masas con sus movilizaciones generan una etapa de crisis en los métodos de dominación del Estado -es esto lo que pasó en 2001-2002- a la burguesía le queda experimentar con dos opciones: la represión directa o algunas medidas demagógicas de corte progresista para restablecer, al final, un control más férreo entre las masas rebeladas.
El argentinazo descoloco todos los mecanismos de dominación, De la Rúa primero y Duhalde después, adoptaron la postura represiva que terminó con cerca de 40 luchadores muertos; sin embargo, la reacción popular supo responder a tanta sangre vertida ampliando la movilización y el disciplinamiento buscado terminó en su contrario, demostrando que no siempre es bueno sentarse sobre las bayonetas.
A Néstor Kirchner, por el contrario, le toco jugar otro papel en la defensa de un Estado vapuleado que perdía la representatividad necesaria para restablecer los mecanismos de dominación social.
Kirchner jugo otro juego. El kirchnerismo debía reinventarse como una necesidad y como una herencia.
Necesidad: de algo nuevo frente a lo conocido; por eso la reconstrucción del Estado ponía a Néstor Kirchner en las antípodas de ser un “chirolita” manejado por el duhaldismo.
Herencia: significaba transformar a “Lupín” en el heredero natural del argentinazo, de esto ya se irían encargando los intelectuales a sueldo del régimen.
En el armado del frente popular con las organizaciones derechohumanistas más representativas el kirchnerismo encontró la aceptación necesaria para posicionarse, él mismo, ejecutor de hipotecas en el sur y caudillo de la represión contra los cacerolazos en su propia provincia, como un progresista.
Kirchner, abogado y político, supo cooptar para esta tarea a los sectores más radicalizados de estas organizaciones apelando a la vieja divisa capitalista de que si “todo hombre tiene un precio” toda organización también lo tiene.
Kirchner pautó este precio, tanto desde el punto de vista económico, como desde el simbólico. Contó a su favor con la falta de una dirección independiente y clasista, suficientemente instalada entre los trabajadores y el pueblo argentino, que apostara a la concreción de una lucha anticapitalista que planteara refundar el país sobre nuevas bases sociales y con un gobierno de los trabajadores. Contó a su favor, además, con el odio visceral y macartista que sienten los intelectuales progresistas que lo acompañaron por todo que huela a revolución.
Esta es una ventaja que el régimen de dominación sabe utilizar desde antaño y que le permite todo un campo de maniobras frente a la inconsistencia de un progresismo timorato o del pasaje directo de direcciones de una izquierda radicalizada en el discurso, pero domesticable en los hechos, al campo de la burguesía.
Las declaraciones de Kirchner presidente, de ser un “hijo de las madres” y de pedir disculpas por el rol del Estado bajo la dictadura sonaron dulces al oído de la Fundación Madres, pero en lugar de hacer que el presidente tomara las banderas históricas del juicio y castigo, fue la fundación la que tomó las banderas históricas del kirchnerismo inmobiliario, perdiendo de hecho toda su independencia frente al oficialismo.
Bonafini no criticó el pago de la deuda; ni las alianzas con las mineras y petroleras.
No se opuso tampoco ni denunció la política de “reconstrucción de la burguesía nacional productivista” pese a estar integrada por muchos de aquellos que dieron sostén cívico y financiero a la desaparición de sus hijos, nuestros 30 mil compañeros.
La defensa a ultranza del kirchnerismo, hizo que Hebe acusara a Jorge Julio López de ser funcional a la derecha cuando su desaparición, a cargo de las bandas armadas de Etchecolatz, la representación más literal de la derecha argentina.
La adopción como “hijos” de Néstor y Cristina, impide a la fundación oponerse a los acuerdos con el Club de París, que se encuentra tramitando el ministro Boudou, con la emisión de 7 mil millones de nueva deuda que se llevaran puesto el ahorro de la Anses y de Pami. Esto tiene un agravante en el campo de los derechos humanos; esta deuda es casi integralmente contratada bajo la dictadura y posteriormente estatizada por otro amigo del expresidente, Domingo Cavallo.
La fundación acepta los acuerdos kirchnerismo-burocracia sindical “como un mal necesario” olvidando que fueron estos mismos sectores los que denunciaron a nuestros compañeros en las épocas del terror dictatorial. Se limitó a reivindicar las políticas de “más Estado” que tienen como protagonistas en los directorios de esas empresas “estatales” a los representantes de esa burocracia.
No se pronunció contra las patotas que golpean y asesinan trabajadores en forma tercerizada a favor de las políticas oficialistas. Es más, copió los métodos de estas para intimidar a balazo puro a los ocupantes del Indoamericano, mientras los esbirros de Schoklender los acusaban de “paraguas de mierda”.
El asesinato de Mariano Ferreyra no alcanzó para que se movilizaran junto a los miles que exigimos el juicio y castigo a los responsables materiales, intelectuales y políticos de ese crimen. Todo lo contrario. Hoy reciben el apoyo del ministro Sileone y sostienen la candidatura de Filmus en la Ciudad de Buenos Aires, el que lleva en sociedad al ministro Tomada, socio de Pedraza, de Moyano, de Cavallieri, etc.
El frente popular armado entre el kirchnerismo y los Schoklender convirtió a la fundación Madres en una empresa constructora que maneja, de acuerdo a datos interesados, el segundo puesto en construcciones de viviendas en nuestro país.
Como toda empresa del ramo, recurre a la precarización, a la arbitrariedad laboral en contra de sus trabajadores, al apriete, la suspensión y el despido con el objeto de bajar costos. En la fundación “sueños” la sindicalización compartida entre sus obreros, está prohibida.
No es la “traición de Schoklender”, en este escándalo de corrupción lo único que desprestigia a la organización Madres de Plaza de Mayo que dirige Bonafini.
Los Schoklender simplemente recibirían el escarnio público y el repudio de un pueblo que saldría a la defensa incondicional de las Madres, si estas no hubieran cambiado sus banderas de Juicio y Castigo por una integración sin principios al oficialismo.
Todavía están a tiempo de recuperarse de este estado terminal en que las alianzas con la burguesía hunde a las organizaciones de lucha.
13/06/11