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Democracia capitalista: La estrategia de dominio con el poder persuasivo

Las nuevas técnicas de control

Democracia capitalista: La estrategia de dominio con el poder persuasivo

Por Manuel Freytas (*)
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Informe especial
IAR Noticias

Desde hace más de 20 años, en  América Latina la democracia de mercado (el «poder blando») convive con la cadena de bases y el Comando Sur cuya misión es preservar la hegemonía militar norteamericana en la región (el «poder duro»). Se trata de una estrategia de «dos caras» orientada a preservar el dominio  geopolítico y militar  del imperio norteamericano en su histórico Patio Trasero.

El término «poder blando» (soft power)  fue acuñado por el profesor de la Universidad de Harvard Joseph Nye, en su libro de 1990 Bound to Lead: The Changing Nature of American Power, que luego desarrollaría en 2004 en Soft Power: The Means to Success in World Politics.

El valor del término como teoría política, aunque discutido, ha sido aceptado por un amplio abanico de analistas del sistema capitalista para diferenciar el poder sutil de las ideas y de la diplomacia  expresadas en «democracia» frente a formas más violentas del llamado «poder duro» expresado en la acción militar del dominio o la conquista, o en la acción coercitiva de la presión económica.

Nye es autor de un famoso libro llamado «La paradoja del poder americano», cuya tesis fundamental es no negar el rol hegemónico de EEUU, pero afirmar que éste debe ser ejercido usando sus recursos culturales, económicos, de cooperación, diplomáticos (poder blando),y no tanto sus recursos militares (poder duro).

En resumen, la teoría «dualista» de Nye propone cambiar la imagen «militarista» del imperio estadounidense por un rostro mucho más amable y conciliador, y de esa manera conseguir que el mundo camine de acuerdo a sus intereses pero utilizando la persuasión y no la fuerza como estrategia de dominio.

El «proyecto democracia»

De alguna manera, la teoría de Nye abrevó en la propia estrategia del Departamento de Estado de EEUU que en la década del 80 ya había lanzado en América Latina el «Proyecto Democracia», acuñado por los estrategas de la Comisión Trilateral fundada por David Rockefeller y  liderada  intelectualmente por Zbigniew Brezezinsky.

El «proyecto Democracia», o el «poder blando», encarnado en ideales «liberales»  fue presentado como alternativa sustitutiva (o complementaria) del «poder duro» militarista encarnado por los halcones conservadores del viejo Estado Nacional norteamericano.

En los finales de los 80, salvo en Colombia, los militares de la «seguridad nacional» ya habían terminado con la izquierda revolucionaria y la resistencia armada en América Latina, ya casi había desaparecido la URSS como punto de referencia logística y organizativa de los movimientos revolucionarios, y Washington resolvía imponer un orden regional de dominio basado en el pacifismo, la democracia y los derechos humanos.

En los 90, tras la desaparición de la URSS y de la Guerra Fría por áreas de influencia en América Latina, Washington terminó de implantar el nuevo sistema de control político y social que se situaba en las antípodas del anterior (basado en gobiernos y dictaduras represivas), y que explotaba el consenso masivo que despertaba la apertura de procesos constitucionales después de largos años de dictaduras militares con supresión de elecciones y parlamentos.

Paralelamente, y en el plano político, en la década del 80 los gobiernos «democráticos» (el «poder blando») fueron sustituyendo en América Latina a los viejos y gastados gobiernos militares (el «poder duro») mediante elecciones, procesos constitucionales, y banderas de defensa de los derechos humanos.

La nueva estrategia de dominio -sustitutiva del «viejo orden militar»-, a su vez,  impuso la «guerra contraterrorista» como nueva lógica de control geopolítico político y social en la región.

Ya sin hipótesis de conflicto «subversivo» los ejércitos de «seguridad e inteligencia» privados fueron sustituyendo más eficientemente en el control social y político a las vetustas y desmovilizadas tropas de los ejércitos represores latinoamericanos que ya habían perdido vigencia con el ingreso de las democracias made in USA en los 80 y los 90.

El modelo de recambio

Con una Latinoamérica domesticada por la democracia del «poder blando» y los gobiernos dependientes (por derecha y por izquierda), la lógica del control social y político ya no la ejercen los militares y los tanques, sino los nuevos ejércitos de dominación: los medios de comunicación que nivelan a las mayorías desposeídas y a sus dirigentes en la doctrina de la resignación, haciendo realidad aquel precepto de máxima: la paz es el negocio del dominador.

Con la desaparición de la guerra por áreas de influencia con la URSS , las viejas consignas «anticomunistas» de las dictaduras militares formadas en la Escuela de las Américas fueron sustituidas gradualmente por las banderas de la lucha contra el terrorismo, las drogas y el crimen organizado con las que hoy EEUU justifica su injerencia intervencionista militar en la región latinoamericana.

Con el «poder blando» como alternativa de dominio,  la estrategia geopolítica  imperial norteamericano desarrolla simultáneamente -a nivel complementario- la estrategia del «poder duro» con despliegue militar-nuclear y bases desplegadas por todo el planeta, además de tropas listas para actuar allí donde la situación lo requiera.

De esta manera, en América Latina, la democracia de mercado norteamericana convive con la cadena de bases y la Cuarta Flota cuya misión es preservar la hegemonía militar norteamericana en la región y rodear las grandes fuentes de energía, agua potable y biodiversidad que un futuro podrán asegurar la supervivencia del Imperio USA.

Con la «guerra contraterrorista» como hipótesis de conflicto continental, el Comando Sur sitúa un teatro de operaciones con el «poder duro» e intervención militar desde Centroamérica hasta el Cono Sur.

La democracia con elecciones periódicas (el «poder blando»)  no es incompatible con la estrategia de la «guerra contraterrorista» que nuclea a ejércitos y policías regionales en  adiestramientos y ejercicios en toda América Latina.

Mediante  los acuerdos de cooperación con los gobiernos regionales  las corporaciones del complejo militar norteamericano venden armas  y sistemas de vigilancia y espionaje, y brindan permiso para la instalación de bases militares estadounidenses desde Centroamérica y el Caribe, hasta el Sistema Andino y el Cono Sur.

De esta manera, lo que en la década del 90 Nye presentó como «nueva teoría política» (el «poder blando»), ya estaba  plasmado como estrategia alternativa en la realidad geopolítica del dominio del imperio norteamericano en la región.

La estrategia del control político y social por medios militares (de las dictaduras militares de la doctrina de seguridad nacional), fue sustituida gradualmente por administraciones civiles, poderes ejecutivos, parlamentos y cortes de justicia totalmente maleables a los intereses y objetivos de Washington y las trasnacionales capitalistas en la región.

Ese sueño que los bancos y las trasnacionales imperiales no pudieron concretar con las dictaduras y los golpes militares diseñados en el Departamento de Estado, empezó a cumplirse con la aceptación pasiva del sistema capitalista como «única alternativa», modelada masivamente en los cerebros por los sacerdotes de las grandes corporaciones mediáticas que han sustituido a los curas y a los maestros en la orientación de conducta social.

Paralelamente, y potenciado por la democracia del «poder blando», la  misión funcional del aparato mediático, cultural y publicitario consistió en imponer y legitimar a la sociedad de consumo capitalista basada en la propiedad privada de los medios de producción, como modelo aceptado y nivelado universalmente por la «globalización».

Ese sueño del control con el «poder blando» , que los bancos y las trasnacionales imperiales no pudieron concretar con las dictaduras y los golpes militares diseñados en el Departamento de Estado, empezó a cumplirse con la aceptación pasiva del sistema capitalista como «única alternativa».

La aplicación del dominio con el «poder blando» (con el «poder duro» como reserva) solo pudo ser factible a partir de la globalización y nivelación del sistema capitalista como «mundo único».

El capitalismo con EEUU a la cabeza había eliminado a la URSS y se había quedado solo.

Pero, y al contrario de de lo que sostiene  Fukuyama, no terminó con las ideologías, sino que impuso por medio del control mediático-cultural-publicitario a su ideología como «modelo único» de civilización aceptada universalmente.

Los medios de comunicación y el aparato publicitario (mensaje y mercado) imponen los parámetros del consumo, los valores sociales y las vanguardias de la moda. Nivelan un pensamiento único (cosmovisión) acorde con los intereses de las trasnacionales planetarias que controlan la sociedad de consumo capitalista impuesta como «modelo único».

En este universo del «poder blando» como estrategia de dominio imperial, la estructura económico-productiva del país dominado se controla con el aparato económico trasnacional presentado como si fuera una «economía nacional».  .

La «gobernabilidad» del país sometido se controla con el  aparato político que diseña periódicamente las «elecciones democráticas» para elegir el  nuevo gobierno del estado privado capitalista.

El control político y social ya no se realiza con el poder militar, sino con el  aparato de la información que moldea y manipula los cerebros de acuerdo a los intereses consumistas de los bancos y trasnacionales que controlan la estructura económica-productiva de los países sometidos.

La imposición sutil de los valores y parámetros de conducta social (adecuados a los intereses de mercado de las trasnacionales) está a cargo del  aparato publicitario y del  aparato cultural, que legitiman y otorgan  escala de prestigio a la «ideología del consumo» capitalista vigente y presentada como modelo a imitar.

Los emergentes sociales del «poder blando»

La función más elemental y clave que cumplieron en América Latina ambas estrategias –la «militar» (dura) y la «democrática» (blanda)– consistió en eliminar los dos factores que impedían la «gobernabilidad en paz» del sistema capitalista en la región: la lucha armada, primero, y la resistencia social y sindical, después.

Si se analiza el actual escenario socio-económico y político de América Latina, se pueden verificar cuatro fenómenos emergentes y concatenados:

A) Funcionamiento a pleno de las llamadas «instituciones» con elecciones periódicas y continuidad del sistema de «gobernabilidad democrática».

B) Ausencia total de huelgas generales y de conflictos sociales por reivindicaciones generales de la sociedad (sólo existen conflictos atomizados por reivindicación sectorial), y ausencia de dictaduras militares y de lucha armada (salvo Colombia).

C) Crecimiento constante (y sin excepción) de las economías capitalistas regionales, acompañadas de ganancias siderales para los bancos y empresas que hegemonizan el control económico-productivo de los países,  y crecimiento desmesurado de los activos empresariales y fortunas personales.

D) Crecimiento sostenido y sin interrupción de la llamada «pobreza estructural» (falta de trabajo estable, vivienda y seguridad social) que ya afecta a más de la mitad de la población del continente, cuya mayoría permanece sometida a políticas «asistenciales» y a empleos temporarios y en negro (contratos basura).

Hay crecimiento sostenido de las ganancias y de los activos de la economía capitalista porque se mantiene la «gobernabilidad democrática» y no hay huelgas ni conflictos armados.

Esto a su vez permite que el sistema de concentración de riqueza capitalista (posibilitado por la explotación de mano de obra barata con salarios africanos, apropiación de recursos naturales y control hegemónico de todo el sistema económico productivo) genere como contrapartida: pobreza, desocupación y exclusión social en masa en toda América Latina.

Como resultante social y producto final de este cóctel interactivo» (donde cada eslabón se retroalimenta con los otros) según la ONU, la CEPAL y otras instituciones del sistema, en América Latina hay más de 200 millones de «pobres estructurales» y 100 millones de indigentes que carecen de los elementos esenciales para sobrevivir.

Como contrapartida, y también a modo de emergente y «producto final» de la explotación capitalista sin resistencia armada, social o sindical, en América Latina se verifica el mayor crecimiento estadístico de las ganancias y los activos empresariales y de las fortunas personales ( por ejemplo, el mexicano  Carlos Slim, está considerado como el segundo hombre más rico del mundo).

Como se puede apreciar acabadamente a través de los números y estadísticas sociales emergentes de la dominación imperial con el «poder blando» (la democracia made in USA), la teoría de Nye (que deslumbra a los académicos alienados de América Latina) no inventó nada.

El «poder blando» (la democracia imperial) estuvo expresado, mucho antes, en los documentos del «Proyecto Democracia» difundidos por el Departamento de Estado en sustutitución de las dictaduras y golpes de Estado militares (el «poder duro»).

Y lo que pasa es que la mayoría de los intelectuales y académicos del sistema no leen los documentos del Departamento de Estado ni analizan sus emergentes en la realidad concreta de América Latina.

Solamente leen ideologías disfrazadas de teorías políticas de moda,  que siempre compran con atraso en las librerías del sistema.

 

18/08/11