Un milagro para Cristina
Alfredo Grande (APE).
“Hay que hablar de la soja en la casa del votado”
(Aforismo implicado)
En el reino del derecho, los trabajadores son sujetos de derechos, y uno de esos derechos es el derecho a la salud. Pero una cosa es la salud y otra la tendinitis. Pero el Estado de Bienestar decide qué bienestar sí y qué bienestar no.
Un colectivo de la línea 92 cruzó la barrera a 45 grados de la calle Artigas. Fue embestido por un tren que venía de Once y que, al descarrilar, impactó a otro, detenido en la estación de Flores. Casi todos los que murieron iban en el colectivo.
Pudo haber sido alguno de los autos que, a las 6.22 de ayer, cruzaron el paso a nivel de la calle Artigas -las luces de alarma brillaban, la chicharra sonaba, pero la barrera estaba a media altura-: fue en cambio un colectivo de la línea 92 el que, a las 6.23, cuando asomó la nariz, fue arrollado por un tren que venía de Once y que, entonces, descarrilando, embistió a otro tren en la vía opuesta. El conteo de víctimas se cerraba anoche con once muertos -entre ellos, el chofer del colectivo- y más de 200 heridos, tres de ellos con pronóstico reservado. La mayoría de las víctimas viajaba en el colectivo, y los maquinistas de ambas formaciones ferroviarias también resultaron heridos. En la madrugada de hoy continuaban los trabajos para retirar los vagones siniestrados. En cuanto a las causas posibles del accidente, la presunta imprudencia del conductor del colectivo fue advertida por varios de sus pasajeros, que le habían rogado no cruzar. Por otra parte, una cámara de seguridad muestra a un empleado que, durante la noche, autorizó a conductores a cruzar con luces de alarma y la barrera a media altura. Según vecinos de la zona, es habitual que las barreras no funcionen o que las alarmas no se tomen en cuenta, bajo la presión de las demoras y congestiones de tránsito generadas por la alta frecuencia de trenes. (Página 12)
Estamos en el reino del derecho y del revés. No hay mayor revés para el derecho que la impunidad. Palabra curiosa que encubre en su positividad (“hay impunidad”) la negatividad absoluta (“no hay justicia”). Y como señala Adolfo Pérez Esquivel, la esencia de la democracia es la justicia. Sin justicia, la única paz posible es la de los cementerios y tampoco podemos asegurarlo. Pero la justicia no es solamente un bien jurídico. Es, a mi criterio, un fundante cultural y político. Lo justo no es una preconcepción del sujeto. Como todo aquello que decanta en la subjetividad, es una construcción histórico y social. En otros términos: la justicia también está atravesada por la lucha de clases. En el reino del derecho, los trabajadores son sujetos de derechos, y uno de esos derechos es el derecho a la salud. Pero una cosa es la salud y otra la tendinitis. Pero el Estado de Bienestar decide qué bienestar sí y qué bienestar no. Por que una cosa es el bienestar y otro el “bienestaraje”, al igual que no es lo mismo la libertad que el libertinaje. Tendinitis no, y menos si es tendinitis de izquierda. Los coreutas del reino se burlan de la pretensión de los trabajadores, con la misma convicción militante que los burócratas sostenidos en abultados ingresos, y que sólo podrían sufrir tendinitis después de contar tantos billetes. Sin embargo, me alerta y me altera haber observado en nuestra Presidenta lo que denomino “efecto manteca”. Antes de explicarlo, debo señalar que me resisto a llamarla “Cristina” porque lo considero una grosería institucional y un sometimiento al “branding” o sea, al poder de la marca. El “efecto manteca” se observa cuando batimos en exceso la crema y por no interrumpir en el momento necesario, se convierte en crema solidificada, inútil para todo servicio. ¿Qué necesidad tuvo la Presidenta para decir que en democracia es fácil ser revolucionario? Ella además, tiempo ya, había señalado que no era progresista, sino peronista. Obviamente, puede ser las dos cosas. En algunas cuestiones, ni tantas ni tan pocas, su marido y antecesor en el cargo, lo fue. Claro que le habían preguntado sobre la despenalización del aborto. Y sabemos que el corazón tiene razones que el Estado de Bienestar no comprende. Pero decir por extensión que por peronista no es revolucionaria, la cuestión se complica demasiado. Es crema solidificada. El legado de Eva Perón fue ese: “el peronismo será revolucionario o no será”. Supongo que nadie pretenderá realizar el agregado: “…no será o será kirchnerismo”. En ese caso, el efecto manteca será irreversible. Pero en este reino del derecho y del revés, tanto la banalización de la tendinitis como el vaciamiento del potencial revolucionario del peronismo apenas movilizan algunos espíritus del fundamentalismo clasista. Si ambas declaraciones hubieran sido pronunciadas por el Jefe del Desgobierno de la ciudad de Buenos Aires, creo que le apuntaban hasta con el Evangelio según San Mateo. Pienso que a partir de la manía del 50%, que no es lo mismo que la alegría de un triunfo electoral, estas señales son inquietantes. En la manía todo vale, o sea, vale el derecho y vale el revés. La culpa del todo o de la parte es siempre del otro, y toda crítica es siempre reproche, y todo reproche es una traición. La compra de tierras por China en Río negro o de Arabia Saudita en Chaco no son pensadas como el avance del monopolio extranjero. Además, quedan por fuera de los alcances de la nueva ley de tierras. El superavit es hijo de la explotación sojera que ha expulsado a 200.000 familias campesinas. El brutal modelo extractivo de la Argentina, bastante más peligroso que una tendinitis, pasa silencioso, uno de los anticipos de la impunidad. Si la mentira tiene patas cortas, la impunidad tiene zancos. Allí está la comadreja de los llanos, según la definiera Pino Solanas, en el goce perverso de una nueva versión de la insoportable pesadez de la impunidad. El Tribunal en lo Penal Económico (TOPE) puso tope a la pretensión de castigar el contrabando de armas a Croacia, que se llevó puesta una ciudad. El actual embajador Martín Balza será citado por falso testimonio. No sé si será fácil ser revolucionario en la Argentina, en principio Mariano Ferreyra desmiente este apotegma K, pero lo que sigue siendo muy fácil es ser corrupto serial. No quiero especular sobre si algo tiene que ver el apoyo de Menem a la fórmula oficial, porque no quisiera padecer también del “efecto manteca”. Pero lo que resulta evidente es que avanzamos con bastante prisa y sin ninguna pausa hacia una forma de “monarquía republicana”, en la cual la Reina reina y además gobierna. Y pienso que la causa no es que la posición de izquierda, de centro y de derecha está diezmada. Pienso que es ese derecho, pero también el revés. La gobernabilidad kirchnerista siempre tuvo la marca del autoengendramiento. O sea: la era K ha empezado desde los escombros de la historia. Significante 0: antes nada. Después todo. Sin origen natural, ni histórico, ni social. Sin claudicaciones, ni vacilaciones, ni contradicciones. Citar ahora el apoyo irrestricto de Néstor Kirchner a la privatización de YPF sonaría como el lamento de borracho en un bar de Paseo Colón donde van los que tiene perdida la fe. La Era K empieza inmaculada, sin pecado concebida. Y tanta pureza puede convertir a un Boudou en un Amado. ¿Alguien se acuerda de la UCEDÉ? Aunque no pudo convertir a un Filmus en un votado, pero no siempre podemos estar seguros de los designios de los dioses en la tierra. A lo mejor, el designio fue justamente que no fuera votado, ya que muchos macriadictos luego votaron a la Presidenta. Mientras florecen los laureles que supimos conseguir, algo tan simple como una barrera automática deja de funcionar y por una cuestión de segundos, mueren personas que solamente iban a trabajar. El colectivo 92, un rastreador fournier de la posmodernidad, no fue destrozado por una piedra no marcada en el lecho de los canales fueguinos. Más sencillo y más patético: ni gobiernos ni empresas han podido resolver en décadas la ecuación: trenes, barreras, transporte terrestre. Habría que soterrar a tanto incompetente, inútil para todo servicio, ejemplos de lo que el “efecto manteca” puede ocasionar en las mentes cristalizadas de los burócratas seriales. La democracia Cromagnon tiene otra marca siniestra. No sirve advertir: nuestras tierras serán desiertos. Nadie la pone barrera a la soja. Tampoco a la calle Artigas. Y la víctima será siempre el victimario. Si el chofer se hubiera quedado esperando media hora, mientras los trabajadores que iban en el colectivo perdían el premio por puntualidad y presentismo, estarían vivos. El hilo se juzga por lo más delgado. Ya que para la Presidenta es fácil ser revolucionario en Argentina, a lo mejor será cuestión de creerlo y revolucionar nuestra vida. Y entonces la tendinitis no importará nada. Y la vida será revolucionaria o no será.
Argenpress 16/09/11