¿En qué mundo vive Cristina?
Por estos días, -además de ser comentario obligado el gran aumento de los alimentos, los bajos salarios, los despidos y los cortes de luz en medio del insoportable calor- , han acaparado la atención popular los sorprendentes consejos catedráticos, culinarios y sexólogos de la presidente. El llamado a comer cerdo a cambio del Viagra -atribuyéndole condiciones afrodisíacas rechazadas por los que saben-, o el consejo de comer pechuga de pollo porque ayuda a la dieta e invita a “volar” -cuando el pollo es un ave que no vuela-, además de ser una tomada de pelo para quienes no prueban un bocado de carne por falta de ingresos, tienen un claro trasfondo. Parece que sus asesores se lo han aconsejado en un intento de tapar la brutal crisis política de su gobierno; remontar la enorme caída de popularidad ante el creciente descontento popular y tratar de encubrir su política de entrega y corrupción, esencialmente la de pagar deuda externa con el hambre del pueblo. Difícilmente pueda lograr alguno de sus deseos. Y si avanza en alguno de ellos, es por el sostén que, en su crisis política permanente, le brinda la oposición patronal.
Acaba de saltar que su esposo compró dos millones de dólares el año pasado, favorecido por una información oficial, en momentos en que el billete aumentaba 0,32 centavos, logrando una ganancia de 640.000 pesos en segundos. Renunció su secretario privado -el tercero-, al saberse que su patrimonio aumentó un 756%. Se conoció que hubo nuevos aportes de la mafia de la efedrina a su campaña presidencial. Se fue el Procurador del Tesoro. Y si de la pelea con Redrado quería sacar tajada, no pudo. El ex jefe del Central renunció, no lo pudieron echar. Esa puja frenó el canje con los bonistas, que el gobierno considera fundamental para hacer buena letra con el imperialismo. Cristina tuvo que suspender su viaje a China, povocando un papelón internacional. El Fondo del Bicentenario fue suspendido por la justicia. Y se conoció la rebelión, en un asado en Pinamar, de 22 de los 37 legisladores bonaerenses al grito de “Kirchner nos lleva a un precipicio”. ¿Faltaba algo más? Sí. Terminar de explicar ante su electorado “progre” porqué mantuvo a Redrado casi seis años en el Central y no modificó la ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz, que aún está vigente, en claro beneficio para los banqueros.
Por su parte, el peronismo disidente no es opción ante los Kirchner. Duhalde salió a defender a las Fuerzas Armadas. De Narváez sigue desaparecido y la sociedad con Macri naufraga al compás de las medidas antipopulares del gobierno de la Ciudad, de despedir estatales, o equipar con picanas a la Metropolitana. Muchos de los gobernadores “díscolos” se dejan tentar para rapiñar algo del Fondo del Bicentenario, como Schiaretti o Das Neves. Reutemann parece que siguiera corriendo en fórmula uno.
Por otro lado, Julio Cobos, quien en el ideario popular está siendo comparado con De la Rúa, juega de oficialista y opositor. Busca otro voto “no positivo” que le de popularidad. Carrió le pega a Kirchner, se quiere despegar de Cobos e intenta no perder a Prat Gay. Si alguna “fortaleza” le queda al gobierno se la da la propia oposición patronal, que a lo único que aspira es a rapiñar algo de lo que queda de la billetera K, llevar los debates al Parlamento para ganar “institucionalidad” (cosa que a pocos le interesa) y pelear votos en vistas a las presidenciales de 2011.
Cobos, Lilita y Ricardo Alfonsín son los restos de un radicalismo que gobernó en los 80 para los ricos y el FMI, al igual que la Alianza en el 2000. El Argentinazo los barrió y ahora están en el duro peregrinaje de remontar, sin lograr cautivar a grandes sectores que, con razón, no los ven como alternativa. La prueba de que nada distinto pueden ofrecer a los trabajadores y al pueblo es que coinciden con el gobierno en pagar la deuda externa, mantener las privatizaciones, hacer buena letra con Estados Unidos y pactar con la burocracia sindical.
Ante ello nada podemos esperar de los burócratas sindicales de la CGT, sea de Moyano o los Gordos. Todos se preparan para pactar nuevos techos salariales en las paritarias, seguir manejando millones de las obras sociales y ser los contenedores de la protesta social. Lo mismo vale para la CTA. Pero en enero ya saltó el alerta rojo. Un sector disidente de choferes enfrentó a la patota de la UTA, repudiando sus acuerdos y dictados. El año pasado fueron los trabajadores de Kraft y del subte quienes marcaron el camino. Los ferroviarios de TBA lograron la absolución al querer ser enjuiciados por defender la democracia sindical. Las luchas en curso auguran un 2010 bien calentito.
Los trabajadores de los hospitales de Santiago del Estero hace casi un mes que están peleando. Se preparan los docentes ante las paritarias. En enero estuvieron luchando los trabajadores de Bosch, ahora Tenaris-Techint y los ceramistas de Stefani en Neuquén. Y empezó el repudio a los cortes de luz con movilizaciones en algunos barrios.
Ante este panorama, los trabajadores, los luchadores y la izquierda debemos: a) seguir apoyando las luchas, reclamando un aumento salarial de emergencia de 1.000 pesos para todos los trabajadores en el camino de alcanzar la canasta familiar, exigiendo que se reabran las paritarias, rechazando cualquier techo salarial que quiera imponer la patronal y la burocracia; b) impulsar la coordinación para enfrentar con más fuerza a las patronales, el gobierno y la burocracia. En ese sentido desde Izquierda Socialista llamamos a conformar una Coordinadora Nacional de Lucha; c) partiendo de las luchas cotidianas, entre ellas contra los despidos, reclamar que se deje de pagar la deuda externa para que esos fondos vayan a salario, trabajo, salud y educación, como parte de un modelo económico obrero y popular; y d) bregar por la unidad de la izquierda postulando una clara alternativa política. Como se viene haciendo con la marcha contra la deuda del pasado viernes 23, en solidaridad con el pueblo de Haití como se hará este viernes 5 o apoyando al sindicalismo combativo. Llevando esa unidad al terreno político, para enfrentar cotidianamente a los partidos patronales y a las medias tintas de la centroizquierda. La proscripción contra la izquierda que ha implementado el gobierno con la reforma política obliga a dar este paso unitario.
El Socialista 03/02/10