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El mercado de la sed La comercialización del agua mata más que las guerras

El mercado de la sed

Mercancía rentable: La comercialización del agua mata más que las guerras

 

El sistema capitalista no sólo arroja al hambre, la marginalidad, la desprotección social, las privaciones y las enfermedades, a miles de millones de seres humanos en el planeta, sino que, además, monopoliza los recursos esenciales para supervivencia, como el agua, y los comercializa en el mercado como si fuera una mercancía más. Mientras el agua potable, el elemento primario de subsistencia humana, permanece sujeta a la lógica de rentabilidad capitalista de un puñado de corporaciones trasnacionales que las extraen, transportan y comercializan, la carencia del liquido vital produce más muertes que las guerras en las franjas más empobrecidas del planeta.

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Informe especial
IAR Noticias

Las consecuencias relacionadas con la falta o la contaminación de agua  potable provocan cada año más víctimas mortales en todo el mundo que cualquier tipo de violencia, incluida la guerra, según los datos difundidos por la ONU con motivo de la celebración, el lunes, del Día Mundial del Agua, una jornada instaurada en 1993.

En total, se estima que en todo el mundo hay 884 millones de personas sin acceso al agua potable, según la ONU, un bien fundamental que repercute en la sanidad, la seguridad y la calidad de vida de menores y mujeres.

Por ejemplo, las enfermedades que se propagan por el agua causan cada año la muerte a más de 1,5 millones de niños o, lo que es lo mismo, cada 15 segundos muere un niño por una enfermedad causada por la falta de acceso a agua segura para beber, el saneamiento deficiente o la falta de higiene.

Según informa la prensa internacional, doce personas murieron este martes en la capital de Zambia, Lusaka, por beber agua contaminada.

África subsahariana es la región en la que la población carenciada sufre las peores consecuencias.

Además, el acceso al agua aparece claramente vinculado a la riqueza, ya que el 20 por ciento más rico de la población subsahariana tiene el doble de posibilidades de acceder a agua potable que el 20 por ciento más pobre y cinco veces más opciones de contar con condiciones de salubridad aceptables.

Cada año, la contaminación del agua priva a las poblaciones más carecientes del planeta de recursos alimentarios, tanto de pesca como agrícolas, y facilita la difusión y multiplicación de enfermedades.

Se estima que más de 2.500 millones de personas viven sin un sistema adecuado de saneamiento. Cada día, 2 millones de toneladas de aguas residuales y otros efluentes son vertidos sin control alguno.

El problema es más grave en los países en desarrollo, en los que más del 90% de los desechos sin procesar y el 70% de los desechos industriales sin tratar se vierten en aguas superficiales.

Fuera de la órbita del control estatal de los gobiernos, con la «globalización» capitalista los recursos esenciales para la supervivencia quedaron supeditados a la lógica de rentabilidad capitalista de un puñado de corporaciones trasnacionales (con capacidad informática, financiera y tecnológica) que los controlan a nivel global.

En ese escenario, la producción y comercialización mundial del agua no está supeditada a la lógica del «bien social», sino a la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista.

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio (OMC), tuvieron un papel clave en la apertura de los mercados del agua a las empresas transnacionales al promover la privatización y la exportación.

La OMC ha promovido la desregulación y la privatización del agua, haciendo que les resulte cada vez más difícil a los países periféricos  controlar el negocio de la exportación y comercialización del agua.

Según las reglas del GATT (Acuerdo general sobre Comercio y Aranceles), el agua –definida como «aguas naturales o artificiales y gaseosas»– no es nada más que una mercancía comerciable. El artículo XI de las reglas del GATT prohibe específicamente que bajo ningún pretexto se pretenda controlar las exportaciones y elimina las restricciones cuantitativas sobre las importaciones y las exportaciones.

Esto significa que si un país que dispone de abundantes recursos hídricos trata de prohibir o limitar las exportaciones de agua a granel por razones medioambientales de peso, tal decisión podría ser denunciada ante el GATT como medida restrictiva del comercio y como una violación de las reglas del comercio internacional.

Las empresas transnacionales que promueven las exportaciones de agua -por oleoducto, grandes buques cisterna, bolsas de agua, o sistemas de canales, o como agua embotellada-  son protegidas por las normas del GATT.

Mientras millones mueren en todo el mundo por carencia del liquido vital, el consumo de agua embotellada fue creciendo a un ritmo constante en todo el mundo en los últimos 30 años.

Es el sector más dinámico de toda la industria de la alimentación y la bebida: el consumo mundial aumenta en promedio un 12% anual, a pesar de su precio excesivamente alto comparado con el agua del grifo.

Una cuarta parte de los 89.000 millones de litros de agua embotellada en el mundo se exporta de los países más empobrecidos y se consume en los países más ricos cada año.

El transporte del agua embotellada incrementa también las emisiones de dióxido de carbono que producen el efecto invernadero contribuyendo así al problema global del cambio climático.

Además del despojo «legal» por parte de las trasnacionales, casi la mitad del agua de los sistemas de suministro de agua potable de los países en desarrollo se pierden por filtraciones, conexiones ilícitas y vandalismo.

El origen de este robo y comercialización del agua (que priva a las mayorías desposeidas de este líquido vital) hay que buscarlo en noviembre de 2001, cuando los recursos naturales al igual que la salud y la educación, empezaron a ser objeto de negociaciones en la OMC (Organización Mundial de Comercio).

Los gobiernos de todo el mundo –incluido de países desarrollados– abdicaron su responsabilidad de tutela de los recursos naturales a favor de las empresas trasnacionales, con el argumento de «mejorar» la provisión del servicio.

El Banco Mundial juega un papel clave, fomentando las privatizaciones -prestando dinero para las reformas en el sistema de agua-, invirtiendo y finalmente como juez en caso de conflicto entre los «inversionistas» privados y los Estados.

Entre las grandes corporaciones que controlan este negocio de la muerte, figuran las francesas Vivendi y Suez (clasificadas en los puestos 51 y 99 respectivamente en el Global Fortune 500 de 2001), y  la alemana RWE (en el puesto 53), que adquirió dos importantes empresas de agua, Thames Water en el Reino Unido y American Water Works, en EEUU.

Mientras poblaciones marginales y empobrecidas  no tienen acceso a la salubridad, las grandes corporaciones venden agua pura embotellada en los países más desarrollados creando uno de los sectores de mayor dinamismo y facturación comercial a nivel mundial.

El eslogan parece ser: Si tiene dinero beba, sino muérase de sed

 

IAR Noticias- 24-Marzo-2010