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Por un bicentenario que cuestione al patriarcado

Por un bicentenario que cuestione al patriarcado

En el marco del Bicentenario, el rol de la mujer en la sociedad argentina

Por Celina Rodríguez – espacio de mujeres del FPDSmujeres

Al rastrear el lugar de la mujer en el relato de la patria, el olvido es lo primero que aparece, no sólo por los nombres omitidos sino por el modo en que las mujeres hacen su aparición: la esposa de…, la abnegada, la loca. Esto es lo construido desde diversos lugares, y desde hace dos siglos. La memoria está sujeta al conjunto de ideales y de imágenes que las sociedades comparten con naturalidad.
Así es que, para tantas generaciones, la mujer en la historia es una figurita escolar: Mariquita Sánchez de Thompson tocando el Himno Nacional; Remeditos de Escalada, “esposa y amiga” ; las hijas Merceditas y Manuelita; las damas mendocinas bordando la bandera; la Difunta Correa siempre amamantando a su bebé; por mencionar algunas.

La lucha de los pueblos y de las mujeres en particular han movido estas figuritas cristalizadas. En la literatura, en canciones, en las calles, en las investigaciones académicas, en el rescate de los pueblos, aparecen con timidez los nombres de mujeres luchadoras. Algunas, por ahora, como si fueran algo excepcional. A veces por desconocimiento y otras veces por el ocultamiento patriarcal que ha negado movimientos liberadores que acompañaron y sostuvieron a estas mujeres que han burlado a la historia machista.

En este bicentenario mencionaremos algunos hechos históricos como ejemplo para visibilizar la participación de las mujeres en las luchas populares: las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo de 1810 y la lucha de las anarquistas de principio del siglo XIX.

Las Invasiones Inglesas fueron el antecedente de la lucha por la liberación, allí hombres y mujeres participaron de la lucha con idéntico valor. Las ollas de agua arrojadas por mujeres desde las terrazas son las mas conocidas; en ese momento aparecen figuras como Manuela Pedraza, una humilde soldada tucumana que combatió codo a codo con su marido por las calles de Buenos Aires en 1806. Cuando él cayó muerto a su lado, mató al soldado que le había disparado. Y continuó peleando.

Para escándalo e indignación de la sociedad de su tiempo, María Ana O’ Gorman, (abuela de la famosa Camila), amante de Liniers, en la Reconquista de Buenos Aires de 1806 fue una figura central y tuvo poder político. La historia de Martina Céspedes y sus tres hijas es de 1807: con la promesa de darles aguardiente estas mujeres hicieron entrar a su casa, de a uno, a doce soldados ingleses y los tomaron prisioneros. En premio, Liniers nombró a Martina Sargento Mayor. Detalle romántico: ella entregó sólo once prisioneros. El restante se terminó casando con Josefa, una de las hijas.

El pueblo aprendió en esa emergencia, que con su sola decisión y su propio valor podría vencer en cualquier otra circunstancia. Fue como una toma de conciencia de las propias posibilidades. Y las mujeres luchadoras tuvieron un rol fundamental.

¿Qué hicieron las mujeres en Mayo? ¿Acaso alguien las invitó al Cabildo Abierto del 22, cuando se depuso al virrey Cisneros? ¿Acaso arriesgaron su reputación el histórico día 25 y se apiñaron entre soldados patricios y vecinos que, reunidos frente al Cabildo, «querían saber de qué se trataba»?.

Para pensar a las mujeres de Mayo hay que retroceder a 1801. Buenos Aires, la tranquila aldea colonial se estremece con un escándalo. La niña María, de 14 años, que la historia conocería como Mariquita, se ha negado a casarse con un español mucho mayor. Si conviene partir de esta escena para hablar de las mujeres de Mayo en general, y de Mariquita en particular, es porque para una mujer abrazar una convicción revolucionaria suponía como tarea simultánea cuestionar las imposiciones morales de la sociedad.

La acción legal que Mariquita Sánchez y Martín Thompson emprendieron en 1804 para poder casarse, tuvo una repercusión especial en la sociedad porteña: era parte de los efectos de las nuevas ideas en las mentes jóvenes. Por eso, cuando el virrey Sobremonte falló a favor de los enamorados –y ellos se convirtieron en marido y mujer luego de 4 años de lucha- , muchos sintieron que el triunfo no era sólo personal. Nuevos tiempos se avecinaban.

A partir de allí hasta su muerte (1868), vida pública y vida privada serían lo mismo para Mariquita. Cumplió un papel fundamental en la historia argentina, en los femeninos roles de dueña de casa que recibió y como escritora de papeles íntimos. Sus cartas, diarios y demás escritos no sólo son hoy magníficos y lúcidos testimonios, sino que funcionaron como imprescindibles redes de contacto e información en épocas signadas por exilios y muertes.

No sólo para Mariquita se confunde lo público y lo privado. Como ella, que se inicia acompañando activamente a su marido en las conspiraciones contra Cisneros, otras damas participaban en la causa con igual pasión. La tradición guarda las palabras con que Casilda Igarzábal exhorta a Cormelio Saavedra, el 18 de mayo: “no hay que vacilar», se dice que dijo cuando acudió a su casa a la cabeza de un grupo de señoras. El comandante del Cuerpo de Patricios dudaba en ponerse al frente del movimiento contra Cisneros. Ella venía, junto con las demás, a presionarlo para que se decidiera e invitarlo a concurrir a su quinta, en la que Juan José Castelli, Manuel Belgrano y otros rebeldes estaban conspirando. Saavedra aceptó ir. La estrategia para el Cabildo Abierto del 22 de mayo se planeó allí, aquel 18.

Cuando el flamante nuevo gobierno preparaba, la expedición libertadora al Alto Perú, el registro de donantes que la sostuvieron estuvo poblado de mujeres: Bernardina Chavarría –, Mariquita Sánchez de Thompson y muchas señoras más.

Un periodista en El Grito del Sud, en 1812, reproduce quejas de una anónima «señorita». ¿Por qué la Revolución no contempló los derechos de las mujeres? ¿Por qué continúa privándolas de recibir educación?.
Ellas participan así: anónimas, casi imperceptibles. Como María Guadalupe Cuenca, la esposa de Moreno, discuten estrategias con sus maridos. O juntan dinero de sus herencias y dotes, organizan actividades sociales lucrativas, prestan sus casas para reuniones clandestinas, cosen, murmuran argumentos a uno u otro oído masculino. Sus obras tienen riesgo, pero no llevan firma. Son pequeños hechos que sostienen, invisibles, grandes hechos espectaculares.

Pero si en mayo de 1810 el movimiento atañe principalmente a los vecinos criollos acomodados y al Regimiento de Patricios, tanto en sus antecedentes, las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, como en sus consecuencias, las guerras de la Independencia, se movilizan mujeres de todas las clases sociales. Y los métodos varían.

Hubo guerreras y espías patriotas en los ejércitos del Norte. La soldada María Remedios del Valle, muy pobre y negra; la dama salteña Juana Moro de López, que sedujo a realistas como parte de su espionaje. Y entre todas, Juana Azurduy, que descolló por sus dotes militares.

Esta mujer de sangre mestiza, guerreó contra los españoles al frente de su tropa: primero codo a codo con su marido y gran amor, Manuel Ascensio Padilla, después sola. El 25 de mayo de 1809 exactamente un año antes del levantamiento de Buenos Aires, la sublevación de Chuquisaca sacudió el Virreinato del Río de la Plata desde el Alto Perú; Juana y Manuel colaboraron con entusiasmo con los insurrectos. Aunque el movimiento fue derrotado, toda la zona ingresó en una «guerra de republiquetas», que no cesaría hasta la definitiva independencia de la América hispana, en 1824.

Las tropas de Juana y Manuel prestaron servicios significativos. Belgrano vio pelear a Azurduy y le obsequió su espada. Cuenta que fue ella quien tomó el cerro de la Plata y se apoderó de la bandera realista como muestra de gratitud. El gobierno de Buenos Aires la nombró Teniente Coronel.

Durante el resto de los años, Juana continuó su resistencia en una guerra de guerrillas sangrienta, se puso al servicio del general Martín Miguel de Güemes y participó activamente en la defensa del Norte patriota.
Cuando el general San Martín decide cruzar la cordillera en busca de la independencia americana, las mujeres también se movilizaron. Durante largas jornadas, muchas de ellas cosieron y tejieron las ropas que necesitaban los soldados para hacer el heroico cruce de los Andes. Otras, se ocuparon de aprovisionar víveres y donaron como en épocas anteriores, todas sus joyas.

Macacha Güemes trabajó al lado de su hermano Martin Güemes para garantizar la emancipación de los pueblos de este continente. Su aporte a la causa patriótica ocupa un importante lugar en la historia de su tierra y su vida con el tiempo se convirtió en una leyenda para el sentir de su pueblo.

Poco después de la Revolución de Mayo, convirtió su casa en taller para confeccionar ropa para los soldados organizado por su hermano, supo sacar partido de su inteligencia y su posición para desempeñar tareas arriesgadas, especialmente cuando los realistas ocupaban la ciudad de Salta y Güemes los combatía por todos los medios. Luego del asesinato de su hermano, Macacha continuó participando en los sucesos políticos de la provincia. Fue muy querida por el pueblo debido a la generosidad con que ayudaba a los necesitados. Una canción la recuerda así: “ Mamita del pobrerío, palomita mensajera, que entre el gauchaje lucía, lo mismo que una bandera”.

Mujeres anarquistas

NI DIOS, NI PATRIA, NI PATRON, NI MARIDO
“Hastiadas ya de tanto y tanto llanto y miseria, hastiadas del eterno y desconsolador cuadro que nos ofrecen nuestros desgraciados hijos, los tiernos pedazos de nuestro corazón, hastiadas de pedir y suplicar, de ser el juguete, el objeto de los placeres de nuestros infames explotadores o de viles esposos, hemos decidido levantar nuestra voz en el concierto social y exigir, exigir decimos, nuestra parte de placeres en el banquete de la vida”. (La Voz de la Mujer Periódico Comunista-anárquico 1896-1897)

Así comenzaba el primer editorial del periódico comunista-anárquico feminista “La voz de la mujer”, editado entre 1896-1897 en Buenos Aires. Un diario escrito por mujeres para mujeres. La voz de la mujer se publicó durante un año, a fines del siglo XIX. Las mujeres que crearon, escribieron y sostuvieron La voz… eran anarquistas que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX junto con sus compañeros y sus familias animadas por la promesa de trabajo y vida digna.

Eran parte de la inmigración venida principalmente de España, Italia, Francia y Alemania que, en 1895, representaban el 20% de los aproximadamente 4.000.000 de habitantes de Argentina y el 52% de la población de Buenos Aires. Ellas venían de vivir en sus países de origen el comienzo de una lucha por ser parte de una nueva sociedad que las involucraba, y estaban dispuestas a llevar adelante la emancipación de la mujer junto con el hombre y contra toda dominación.

Y eso incluía la construcción de una nueva identidad de la mujer como ser autónomo dentro y fuera del hogar. Conocedores de la importancia de unirse y organizarse, y con una cultura política, resultado de su experiencia en los debates sobre anarquismo, socialismo y sindicatos, trasladaron ese ideario a sus lugares de trabajo, donde representaban el 50% de las 66.000 mujeres registradas como empleadas en la capital.

Distribuidas en trabajos de lavanderas, costureras, cocineras, enfermeras o en el servicio doméstico, los cerca de 2000 ejemplares de cada número de La Voz de la Mujer estaban dirigidos a las mujeres trabajadoras.
Los nueve números de “La Voz…” fueron el lugar desde donde un grupo de anarco-feministas como Emma Goldman, Pepita Guerra, Virginia Bolten “primera mujer que habló en un mitin obrero”, y otras, desarrollaban y defendían sus ideas por la emancipación y autonomía de la mujer abriendo debates sobre la familia, el amor libre, la revolución social, las relaciones de pareja, los peligros y abusos de la Iglesia, los curas, los jueces, los militares y advirtiendo a las mujeres sobre cómo educar a sus hijos en la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer.

Durante las primeras dos décadas del siglo XX las mujeres anarquistas protagonizaron y llevaron adelante hechos muy importantes como la huelga de inquilinos, la huelga de las fosforeras o la movilización de las lavanderas. Con esas acciones estas mujeres comenzaron a hacerse visibles en sus reclamos, en su fuerza y en su lucha, a pesar de las persecuciones, la prisión, la clandestinidad y muchas veces también a pesar de sus propios compañeros.

Ellas luchaban contra todas las dominaciones, contra todas las opresiones y por sobre todo contra el orden patriarcal, que según palabras de la anarquista Juana Rouco Buela estaba presente en los hogares, incluso los anarquistas:
“… ¿Qué podemos decir a esto? Sencillamente, que se sienten despojados de todos los prejuicios y le tienen miedo a la mujer emancipada. Y digo miedo porque una mujer libre no se amolda a la tiranía del hogar tal cual hoy se practica, pues si tiene deberes, también tiene derechos”.

Las historias de luchas continúan, siguen su curso contradictorio, dialéctico. Hay una historia riquísima de la participación de las mujeres en el siglo XX y XXI. Estamos construyendo un camino de lucha con los movimientos de liberación en Latinoamérica. La consigna “Sin las mujeres la historia va por la mitad” acuñada por los movimientos populares tiene cada día mas vigencia.

http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/a/2010/05/28/p5677