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«Los espías que surgieron del frío» (Parte II)

«Los espías que surgieron del frío» (Parte II)

Manuel Justo Gaggero (especial para ARGENPRESS.info)

Siguiendo con la crónica en esta verdadera «novela» de espionaje que comienza con la denuncia del FBI sobre una supuesta red de «espías» que operaban desde 1990 al servicio de Moscú en territorio norteamericano, les voy a contar esta vez un caso en que me tocó intervenir como abogado que, como este, era la pantalla para ocultar verdaderos «escándalos» esa vez, en Gran Bretaña.

Corría el año 1983 y yo vivía en Nicaragua desde 1979, integrando, en ese momento, el equipo de abogados del Ministerio de Justicia, habiendo, en tal carácter, coordinado el informe sobre la vigencia de los derechos humanos desde el triunfo de la Revolución Sandinista que fuera presentado en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas y participado en la elaboración de la demanda contra los Estados Unidos por el ataque a los puertos abiertos de esta nación centroamericana por parte de navíos de guerra de ese país, que se presentara ante la Corte Internacional de La Haya. Todo bajo la dirección de Carlos Arguello, a la sazón Ministro de Justicia.
En esos meses, por otro lado, en la vecina Republica de EL Salvador, se había incrementado la guerra de liberación que libraban las organizaciones guerrilleras y el movimiento popular, coordinada y dirigida por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional -hoy en el gobierno del «pulgarcito de América», como llamaba a este país la escritora Gabriela Mistral-.
En agosto de 1981 los gobiernos de México y de Francia suscribieron una declaración conjunta en la que reconocieron el citado Frente -FMLN – FDR como una fuerza representativa que enfrentaba a la Junta Militar que usurpaba el gobierno de ese país.
Con el objeto de adquirir en un equipo trasmisor para la radio del Farabundo, viajaron a Europa dos ciudadanos de nacionalidad mexicana, que eran combatientes internacionalistas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y expertos en comunicaciones.
Antes de emprender el regreso llamaron, por última vez, desde la ciudad de Barcelona en España, perdiéndose todo rastro sobre su paradero, por lo que aparecían como «desaparecidos» -método muy común utilizado por las Dictaduras Militares de nuestro Continente-.
Se requirió mis servicios profesionales y viajé a Madrid, para desandar la ruta que habían recorrido los compañeros, intentando averiguar que responsabilidad tenían las autoridades españolas en su «desaparición».
Hice contacto con un diputado del Partido Socialista Obrero Español, que había sido muy solidario con el exilio argentino, Javier Castellano, el que me aseguró que el método de hacer «desaparecer» a las personas, muy común en nuestros países, no era la practica de los organismos de seguridad españoles-, pero que haría averiguaciones y se entrevistaría con los máximos responsables del Estado para darme una respuesta clara.
A las 24 horas me reuní con él y me aseguró que no estaban en territorio de esa nación, que el último dato que tenían es que habían salido por el aeropuerto de Barcelona, hacia París no como destino final.
Esa misma noche viaje a la capital francesa, que «bien vale una misa», y nuevamente por los contactos del exilio argentino pude conseguir una entrevista con el Presidente de la Asamblea Nacional, el que realizó varios llamados y me aseguró que no estaban en el territorio galo. Por otra parte, ese país, reconocía como fuerza beligerante al FMLN – FDR salvadoreño.
Con mucha preocupación y sin tener claro que había pasado decidi viajar a Ginebra -Suiza para hacer la denuncia en la Cruz Roja Internacional y en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, para luego regresar a Nicaragua con mucha frustración al no haber podido ubicar a los compañeros.
A los dos días que había regresado a Managua un argentino, exiliado en Inglaterra, me mandó por teletipo una nota aparecida en los diarios londinenses que daban cuenta de la detención de dos «espías» al servicio de la URSS, que habían sido condenados por una Corte Penal inglesa a 25 años de prisión. Las fotos coincidían con los compañeros que estábamos buscando.
Que pasó después ¿como logramos revisar un fallo de esa envergadura? ¿que se ocultaba detrás de esta «condena»?. Serán los temas de nuestra próxima y última nota, en el mejor estilo de John Le Carre.
Ver también:
«Los espías que surgieron del frío» (Parte I)

Manuel Justo Gaggero es abogado, ex director del diario «El Mundo» y de la revista «Nuevo Hombre».

Argenpress 08/07/10