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La ideas y concepciones de León Trotsky siguen en debate

La ideas y concepciones de León Trotsky siguen en debate

Hace 70 años, el 20 de agosto de 1940, un agente estalinista asestó un piquetazo mortal al creador del Ejército Rojo y teórico de la Revolución Permanente. Desde entonces a hoy sus ideas y concepciones han sido endiosadas y criticadas pero permanecen en el necesario debate.

Por Eduardo Lucita.

Siete décadas atrás, más precisamente el 20 de agosto de 1940, un oscuro militante -que formaba parte de la enorme legión de fanáticos estalinistas que pensaban sinceramente que así ayudaban al avance de las ideas socialistas- Ramón Mercader, también conocido como Jaques Mornard o Frank Jacson, logró introducirse en el cerrado círculo de seguidores de León Trotsky, en su exilio mexicano de Coyoacán, y fue más eficiente que sus predecesores, que habían fracasado. Entre ellos, el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, conocido en nuestro país por su Ejercicio Plástico plasmado en un sótano de la quinta del periodista Natalio Botana y recientemente sacado a la luz.

La culminación de un proceso

La lucha de la Oposición Unificada contra el aparato estalinista al interior del PCUS es un elemento decisivo para comprender todas las derivaciones posteriores y cómo terminaría el mayor intento revolucionario del siglo pasado. Tres de los principales dirigentes del partido (Zinoviev, Kamenev y el propio Trotsky) formaban parte de esta oposición, a la que luego se sumaría la viuda de Lenin, con lo que puede deducirse que quienes habían estado más cerca de la figura más que emblemática de la revolución formaban parte de la oposición. Sus contenidos programáticos enfocaban el proceso de burocratización creciente y una percepción distinta de la dinámica revolución socialista/restauración capitalista, preocupados por lo que creían un fortalecimiento de esta última. Pero el centro de la confrontación estaba puesto en las posiciones nacionalistas del “socialismo en un solo país” del estalinismo y las posiciones internacionalistas y pro revolución mundial de la oposición.

La Oposición Unificada fue derrotada, no sin el concurso decisivo de la policía secreta y sus métodos. Luego, en los años ’30, vendrían los numerosos y tristemente conocidos Procesos de Moscú que condenarían y llevarían al fusilamiento a dirigentes y cuadros del partido, entre ellos muchos ex estalinistas. Por un error de cálculo, León Trotsky fue expulsado de la URSS, lo que le permitió salvar su vida y continuar con su actividad política, primero en Europa y luego en América. En 1940, con su asesinato, el sistema estalinista culminaba su tarea de exterminar a la vieja guardia bolchevique. Las consecuencias políticas y sociales que tendrían aquellos hechos, no solo en Rusia sino para todo el movimiento comunista internacional, son conocidas y terminaron inmunizando a las clases trabajadoras y sectores populares del mundo por muchas décadas sobre la transformación revolucionaria de las sociedades.

Luces y sombras

No se trata en este artículo breve de hacer una hagiografía de una de las personalidades política e intelectualmente más impactante del siglo XX, de un personaje cuyas ideas y cuya acción nos parecen irreemplazables para cualquier consideración sobre el socialismo que hoy se plantee. Es, a nuestro juicio, un punto de partida necesario. Pero esta necesidad no significa o implica justificar todo lo que dijo o hizo. No hay personajes históricos sin errores, como no hay procesos históricos perfectos, las zonas grises abundan en todos los casos.

Trotsky no se equivocó al caracterizar el período post-revolucionario como de transición entre el capitalismo y el socialismo; tampoco al desnudar y criticar la concepción que pretendía construir el socialismo en un solo país y defendiendo el internacionalismo de las clases trabajadoras que tiene su origen en Marx. Mucho menos al unir la lucha por el socialismo con la más amplia democracia social o al caracterizar como contrarrevolucionaria a la burocracia de estado soviética.

Sin embargo son criticables sus posiciones respecto del rol de los sindicatos en el período de transición, mucho más aquellas que condujeron a la represión de los marineros anarquistas en Kronsdtad, acción que compartió con Lenin y que éste, años después, se cuestionara si habían actuado correctamente en aquella oportunidad.

Hoy resulta evidente que Trotsky sobreestimó las fuerzas remanentes del capital y que por el contrario subestimó el peligro que representaba la burocracia. Los objetivos de esta no eran restaurar el capitalismo, sino que tenía políticas e intereses propios que no eran otros que preservar y ampliar sus privilegios y prebendas. Es recién en La revolución traicionada, un libro fundamental para entender los sucesos y las tendencias políticas en la sociedad soviética de los años ’30, que reconoce los problemas que le plantea a la revolución el modelo de partido único, que él ayudó a consolidar. Recién ahí defiende la pluralidad de partidos.

Uno de los mayores historiadores del PCUS, Pierre Broué, ha señalado que es en ese momento cuando corregiría sus errores de apreciación. “Reconociendo que el Thermidor no estaba en el futuro, sino que ya se había producido y que la transferencia/usurpación del poder de la clase obrera a la burocracia ya había sido realizada en 1923, tres años antes de la iniciación de la Oposición Unificada.”

El juicio de la historia

Podrían agregarse aciertos y cuestionamientos, claro que distinguiendo aquellos que en su nombre y bajo su figura ha realizado y realizan muchos de sus seguidores, muchas veces bajo formas caricaturescas. Pero es necesario ubicar al personaje en su época histórica, una época de convulsiones y soledad –Es medianoche en el siglo, escribió Víctor Serge- para rescatar esas lecciones que el hombre produce cuando tiene la insuperable coherencia entre el pensar y el actuar en una perspectiva de superación histórica de la humanidad.

Sin su lucha persistente por la independencia de clase de los trabajadores y sus esfuerzos por construir una mínima estructura internacional que preservara lo fundamental de las ideas y concepciones de Marx y Lenin, esos legados se hubieran perdido. Hoy, 70 años después, sus libros, sus ideas y concepciones tienen difusión masiva y forman parte de cualquier reconstrucción del ideario socialista, mientras que el mentor intelectual de su asesinato, José Stalin, sólo es recordado por sus crímenes, y Ramón Mercader, a quién le entregó la Medalla de Héroe de la URSS por esta cobardía -primero preso en México, luego protegido en Cuba donde murió- yace olvidado en una tumba en Rusia.

La historia, cuyo juicio puede más que el poder circunstancial de cualquier Secretario General, ha ido poniendo a cada quien en su lugar.

Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda

Anred 05/09/10