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Elecciones en la CTA: un juego con resultado que da cero

Elecciones en la CTA: un juego con resultado que da cero

Eduardo Lucita (LA ARENA)

Sea por manejos poco claros, por impugnaciones de ambas listas o por una baja participación, las elecciones en la CTA ocupan espacios en los medios más por el culebrón y la demora en conocer el resultado final que por el anunciado hecho político que constituirían.

El 23 de septiembre se realizaron elecciones en la CTA. Al momento de escribir estas líneas aún no se conocen los resultados oficiales. Si bien es cierto que la Junta Electoral pareciera darle el triunfo a la lista 1, la decisión final queda en manos del Tribunal Arbitral previamente acordado.
Lo que debiera ser celebrado como un acto de democracia obrera por excelencia, un debate de opiniones, criterios y conceptos acerca de la situación de los trabajadores y cómo pensarla colectivamente y aportar para resolverla, decidido por las bases, termina siendo algo traumático. Acusaciones cruzadas y una baja participación electoral han desdibujado lo que se pensaba sería un hecho político de envergadura.
Es que en la Central no hubo en todos estos años una práctica de debate público de ideas. Todas las elecciones hasta ahora lo fueron con lista única, decidida por acuerdos de aparato, con lo que esa conquista democrática que es el voto directo de los afiliados quedaba totalmente desnaturalizada, nadie se preocupaba por las propuestas, sólo porque el número de votantes fuera lo suficiente para legitimar la «nueva» conducción. Esta práctica ahora se ha quebrado y eventualmente pondría en peligro la existencia misma de la Central.
Las elecciones sea por los enfrentamientos internos, el manejo de los padrones, las maniobras de uno y otro lado o por la baja participación, no cubrieron las expectativas. Se esperaba una votación del orden del 25 al 35 por ciento del padrón, los datos finales muestran que no roza el 20 por ciento. Más llamativo aún es que en valores absolutos habría votado menos gente que hace cuatro años atrás. También que, salvo excepciones, resultó muy pobre el aporte de los movimientos sociales. Como se sabe ambas listas se lanzaron a afiliar masivamente en los meses previos a las elecciones, esos votos no se vieron. El poco entusiasmo también alcanzó a los afiliados de los dos grandes gremios sobre la que se estructura la Central (ATE y CTERA).
¿Qué explicación?
Se abren así numerosos interrogantes y habrá que esperar un tiempo para conocer el por qué de este mezquino comportamiento de los afiliados, sobre todo cuando no se trataba de una elección más, sino que era la primera vez que había una confrontación real en casi 20 años, producto de la fractura de la agrupación fundacional, lo que debiera haber sido un estímulo. Frente a la evidencia es válido preguntarse ¿El padrón de 1.413.000 afiliados, tan promocionado por los principales dirigentes, cómo se conformó, hay realmente ese volumen de afiliados? ¿Por qué fue tan escasa la votación en los gremios? ¿Qué pasó con los movimientos territoriales? ¿Cuál es la representatividad real de la Central?
No es sencillo dar ya una opinión fundada en tan poco tiempo pero, en el terreno de las hipótesis, por un lado puede ser expresión del retroceso que se verifica en los movimientos territoriales; también que el clientelismo político no funcionó, los afiliaron vaya uno a saber con qué criterios, pero no votaron. Por el otro puede ser una muestra que a nivel sindical hay un divorcio de las conducciones con las bases, los dirigentes encerrados en su disputa se habrían autonomizado de los intereses e inquietudes inmediatas de los afiliados. Esto quedó expuesto en al menos uno de los debates televisivos, donde los dos referentes polemizaban en código de su disputa por arriba, sin hablarle a la gente, sin dirigirse a sus afiliados, sin proponerles nada concreto, incluso sin mirar a las cámaras. También es posible pensar que la enorme desconfianza, la crisis de representatividad que explotó en el 2001, tuvo aquí otra de sus manifestaciones.
Contenidos de la disputa
Las discusiones al interior de la CTA, particularmente entre ATE y CTERA, vienen de larga data, pero en el marco de las elecciones se hicieron públicas y tomaron formas concretas en al menos dos cuestiones. Por un lado en cómo pararse frente al Estado que, con un debate tan chato como el que hemos asistido, favoreció la estrategia del kirchnerismo de polarizar todo en todos los ámbitos. La discusión entonces remitió a si se está a favor o en contra del gobierno. Caer en esta lógica tiñó todo, marcó un horizonte absolutamente cortoplacista, sin perspectiva obrera, sindical, social, clara. En cuanto a una discusión más estratégica: qué tipo de central construir, el sector encabezado por el docente Hugo Yasky (lista 10) pareciera plantear una central sindical que se afirme principalmente en los trabajadores ocupados, aunque sin desconocer la existencia de otros sectores como los desocupados y otros movimientos socioculturales. El sector encabezado por el estatal Micheli (lista 1) y orientado por De Gennaro, el dirigente histórico, plantea una central de composición más heterogénea, se apoya en la fragmentación y considera con el mismo peso a los distintos sujetos. Es una versión menos elaborada de esto que ha emergido en la posmodernidad del sujeto plural, donde la relación capital-trabajo tiende a diluirse y la centralidad del trabajo también.
Todos han perdido
Por ahora no conocemos los resultados finales y qué lista resultará ganadora. Quién finalmente resulte triunfante lo será seguramente por poco margen (del orden del 6 por ciento del padrón), pero ninguno sale bien parado. Esto ha sido un juego de suma cero, donde más allá de la formalidad de un ganador, todos han perdido. La débil elección de la lista 10 es una advertencia para el gobierno que apostó fuertemente por ella; mientras que la floja elección de la lista 1, aún cuando resultara finalmente triunfante, indica ciertas límitaciones del proyecto político de De Gennaro. Por si fuera poco han quedado expuestos acuerdos de trastienda finalmente no cumplidos. Esta falta de transparencia, cuestionamientos varios, acusaciones cruzadas de ambas listas no pueden menos que tener un impacto negativo. Resta credibilidad a la próxima conducción y vulnera la legitimidad de la Central en el punto que se suponía la diferenciaba de la CGT.
El futuro inmediato no es predecible. En el horizonte cercano hay una posibilidad de fractura, pero también es posible un acuerdo que permita una suerte de unidad que cabalgue sobre las diferencias hasta que cambie la situación política. Pero el riesgo es que se acentúe la fragmentación al interior de la Central por las distintas orientaciones políticas, y que se ensanche la distancia entre la dirigencia y las bases.
Será necesaria una reflexión profunda de los principales dirigentes y cuadros intermedios, que han confrontado con una virulencia digna de mejor causa, si es que no se quiere tirar por la borda un esfuerzo de construcción de casi dos décadas.

Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

08/10/10