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Egipto. El golpe saca a la superficie contradicciones fundamentales de nuestra época

Egipto. El golpe saca a la superficie contradicciones fundamentales de nuestra época

Egipto guerra

por Jesús Sánchez Rodríguez

Egipto se desliza hacia la guerra civil tras el golpe militar y la actual sangrienta represión de los Hermanos Musulmanes, pero, además, saca a la superficie tres grandes contradicciones de nuestra época.

El golpe militar en Egipto sigue el guión de un golpe militar clásico con su estela de represión sangrienta y supresión de derechos y libertades y, como consecuencia, este país se desliza por una pendiente similar a la que siguió Argelia en los años 90 tras el golpe militar que suprimió la democracia para evitar la victoria electoral del FIS.

Tanto la oposición interior laica (liberal e izquierdista) e islamista (salafistas)  al gobierno de los Hermanos Musulmanes, como las potencias imperialistas habían sufrido el espejismo de un golpe militar “blando”, con un mínimo de represión y un retorno rápido a los procedimientos de las democracias liberales. Los sectores que se movilizaron a finales de junio contra el gobierno de Morsi habían sufrido la alucinación de creer que el ejército cumplía con sus deseos y obedecería a su voluntad.  Posiblemente todos aceptaban una especie de democracia tutelada en más o menos grado por los militares como precio por la supresión del islamismo de los Hermanos Musulmanes como factor político decisivo en Egipto.

Para que el espejismo se convirtiese en realidad hubiese sido necesario que una fuerza de la potencia de los Hermanos Musulmanes se hubiese resignado ante el golpe militar y hubiese aceptado no volver a representar ese factor político decisivo en Egipto, retirándose a la esfera religiosa y a la actividad asistencial entre las clases populares más pobres. Pero incluso para un observador lejano mínimamente informado era meridianamente claro que esta condición era imposible de cumplirse, tanto por la propia trayectoria de los Hermanos Musulmanes en Egipto como por el activismo político que caracteriza al islamismo actual en toda su área de influencia mundial.

La agudización de la represión a mediados de agosto contra la resistencia pacífica de los Hermanos Musulmanes además de deslizar a Egipto por la pendiente de la guerra civil va a agudizar las contradicciones en el seno de la oposición y del imperialismo, cuya primera muestra es la dimisión del vicepresidente y premio nobel de la paz El Baradei. Contradicciones que arrancan desde el mismo momento en que las urnas demostraron sistemáticamente la mayoría que apoya a los islamistas y que la oposición se negó igualmente de manera continua a reconocer. Con el golpe militar el peor de los escenarios quedó abierto en Egipto y, como decíamos en un artículo anterior, la revolución como avance progresista en el campo socioeconómico y de libertades y derechos puede darse por acabada.

Los acontecimientos egipcios sacan a la superficie tres cuestiones importantes. En primer lugar la existencia de una guerra civil en el seno del islamismo, no solamente por el enfrentamiento entre sunitas y chiitas – expresado a nivel estatal por la pugna entre Irán y Arabia, y a nivel social por los enfrentamientos sectarios como los de Irak o Pakistán – sino en el seno de los propios sunitas, como puede verse con el apoyo inicial de los salafistas egipcios al golpe militar o la inmediata y masiva ayuda económica de Arabia a la junta militar golpista.

En segundo lugar se puede constatar las crecientes contradicciones del imperialismo en su política hacia el mundo árabe y el islamismo, contradicciones que vienen de lejos como cuando el apoyo de EE.UU. a los islamistas afganos contra la intervención soviética sentó las bases para la creación de Al Qaeda y el régimen talibán. Pero ahora, en el contexto de las rebeliones árabes iniciadas en Túnez, esas contradicciones se agudizan como se vio en Libia y se ve actualmente en Siria y Egipto. Su discurso sobre los derechos humanos y la democracia se ha vuelto absolutamente hipócrita a los oídos de los pueblos árabes con su apoyo a Arabia, el desastre creado en Irak, la política con Palestina y, ahora, su apoyo a los golpistas egipcios. Y su política práctica acusa estas contradicciones llevando al imperialismo a errores e indecisiones de largas consecuencias, con desastres diversos en cada una de sus intervenciones, como en Somalia, Libia, Irak, Afganistán, Siria y ahora Egipto. Esta situación bien podría ser un síntoma de la pérdida del papel hegemónico de EE.UU. en el mundo, de la declinación de su poder imperial. Porque la característica esencial de la hegemonía imperial es la capacidad – por si sola o estableciendo alianzas – de mantener un cierto orden en el mundo. Y justamente en el mundo islámico la intervención imperialista crea un desorden creciente.

En tercer lugar, los acontecimientos egipcios ponen también sobre el tapete un viejo problema que recorrió y recorre las estrategias transformadoras de la izquierda y que ahora se expresa en clave islamista. Nos referimos a la conflictiva relación entre programas de transformación radical de la sociedad y procedimientos democráticos.

En las circunstancias actuales – una sociedad dividida en torno a proyectos fundamentales de sociedad – el dilema que se les plantea a los islamistas es si teniendo una mayoría social reconocida en las urnas de manera sistemática y un proyecto claro de sociedad, la islamización de la misma, ¿los procedimientos democráticos son suficientes para alcanzar ese proyecto? Pero a un nivel más profundo aún, la pregunta sería, existiendo una minoría que no acepta ese proyecto (pongamos entre un 30% o un 40% en Egipto) ¿se puede imponer dicho proyecto de manera democrática (Asamblea Constituyente y Constitución)?, y si no se impone, ¿no está imponiendo la minoría el suyo?

La sospecha que nos trasmite la historia es la de que, en presencia de proyectos diferentes y enfrentados de sociedad, el enfrentamiento de éstos termina desbordando los cauces democráticos, que solo funcionan en tanto se mantenga un amplio consenso sobre los valores fundamentales. Otra discusión que no abordaremos aquí es la manera de conseguir y mantener dicho consenso.

15/08/13