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El 155 puede ser un bumerán para Rajoy

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EDITORIAL

El 155 puede ser un bumerán para Rajoy

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El Rey imponía la unidad nacional tras Rajoy para aplastar el movimiento de autodeterminación catalán. El PSOE y C’s hicieron piña con el 155, con sólo una reacción muy tímida de Podemos. El 155 y la retirada sin resistencia de las direcciones independentistas catalanas, desactivó temporalmente la movilización, pero el intento de cerrarla con las elecciones del 21 de diciembre acabó con derrota de los partidos del 155. La crisis catalana continúa abierta. Mientras el PP se ha hundido en Catalunya, con 4 diputados, las encuestas tampoco compensan este sacrificio con mejores resultados en el resto del estado español: la caída es generalizada.

Después de las elecciones, Puigdemont pide a gritos negociaciones y un acuerdo político con el gobierno Rajoy para volver a Catalunya sin ser detenido. Pero el gobierno Rajoy no quiere… o no puede. Activa la represión judicial por los hechos del 1 octubre, que ya toma inercia propia y se amplía a nuevos sectores (las direcciones de los tres partidos independentistas, concejales, alcaldes, profesorado, bomberos, funcionarios, mossos…) y por si no queda claro recorta 780 millones de la financiación catalana para el 2018. Se ha ido demasiado lejos para recomponer el acuerdo entre el estado y la burguesía catalana, pero a la vez este acuerdo ha sido un pilar fundamental del régimen del 78. Sin este pilar el régimen continuará profundizando su crisis.

 

Rajoy afirma que lo más importante de la aplicación del 155 es justamente que se puede aplicar y que ésta es la mejor garantía para el futuro. Pero ¿basta con la represión para mantener a raya la lucha del pueblo catalán? Está por ver. La misma represión acentuada puede ser un revulsivo. Si la resistencia en Catalunya se mantiene y se retoman las movilizaciones, el tiempo jugará contra el Gobierno del PP. El 155 puede ser un bumerán. Y será determinante la capacidad de la izquierda alternativa -política y sindical- del estado no sólo para impulsar movilizaciones de solidaridad con Catalunya y contra la represión, sino también la reactivación de la lucha para derrotar las políticas neoliberales que prepara un Rajoy en minoría.

 

A pesar de que el discurso de Rajoy es que «España va bien» en economía, los problemas se le amontonan. Los presupuestos del estado continúan ahogados por la deuda pública en un año en que el BCE recorta la compra de bonos. El Gobierno presentaba en octubre en Bruselas nuevos recortes en los presupuestos: educación bajaba al 3’8% del PIB, mientras sanidad lo hacía al 5’8%. Mínimos históricos. Y las pensiones siguen amenazadas y con la caja de reserva vacía. Ahora las cuentas están paradas por el rechazo del PNV a apoyar, y Montoro avanza recortes millonarios a todas las comunidades autónomas. El PSOE, que aplaudía hace no mucho la intervención de la economía catalana, ahora ve como también los territorios que gobierna reciben la misma medicina.

 

La resolución de los casos judiciales sobre corrupción son un tercer factor que volverá a desacreditar y debilitar el Gobierno del PP este 2018. Las recientes declaraciones de Rato en la Comisión del Congreso sobre la crisis, unas palabras a la carta en que el exministro del PP, lejos de ninguna autocrítica y lleno de arrogancia y prepotencia, ha repartido críticas y sarcasmos a diestro y siniestro, incluido contra el propio de Guindos, son la demostración más palpable de la impunidad en que se sienten: Rato sigue libre, como lo está Urdangarín.

 

La corona, siempre resguardada, ha tenido que salir a encabezar y justificar la represión para imponer la unidad de la patria. La prensa estatal que ha participado en la nueva cruzada en primera línea ha hablado de reto independentista, de secesionismo, pero no ha empleado el término República Catalana, porque República está entre las palabras tabú que el pacto de la Transición dejó cerrada bajo siete llaves, porque al conjunto de pueblos que forman el estado español se les negaba el derecho a decidir entre Monarquía o República, se les negaba volver a la legitimidad republicana que Franco rompió con un golpe de estado militar. Y más pronto que tarde esta demanda elemental y democrática: ¡república! se abrirá camino también en el resto del estado.

 

Pero el problema es: ¿dónde está la alternativa de la izquierda? ¿Una izquierda valiente que haga frente al estado, que exija democracia y república, que defienda el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el fin de las políticas antiobreras? Podemos se disuelve como un azucarillo en el café ante los poderes del estado y las finanzas. Nunca levantó la bandera de la república, ha desaparecido la «lucha contra la casta» y ahora acusa al independentismo catalán de favorecer la recomposición de la derecha. Defendía –decía- el derecho a decidir, pero sólo ve que problemas cuando se ejerce. Era Podemos quién había y podía haber levantado un movimiento en todo el estado para parar la represión en Catalunya y no lo ha hecho. Esta es una grave responsabilidad. La construcción de esta alternativa que combata el régimen en defensa de las libertades democráticas y el derecho de autodeterminación y a la vez las políticas capitalistas de empobrecimiento y explotación de la juventud, la clase trabajadora y los sectores populares, es urgente si no queremos perder esta oportunidad histórica.

12/01//2018