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Rechazar al sionismo no es ser antisemita

Desde Izquierda Socialista rechazamos profundamente el antijudaísmo. Seguimos la tradición del marxismo y del trotskismo. Tanto Marx como Trotsky, al igual que otros grandes dirigentes revolucionarios como Kautsky o Rosa Luxemburgo, eran de origen judío. Uno de ellos, Abraham León, dedicó su obra al estudio de la cuestión judía desde un punto de vista marxista y de defensa de ese pueblo y fue asesinado en un campo de exterminio nazi.

Nuestra trayectoria incluye una fuerte condena a toda expresión de antijudaísmo, empezando por la más importante, el nazismo y el holocausto, al que definimos como la mayor aberración de la historia de la humanidad. Es por eso que nos sentimos parte de la tradición de la enorme gesta de lucha que significó el levantamiento del Gueto de Varsovia. La capital de Polonia, en la década de 1940, estaba ocupada por el  ejército alemán dirigido por Hitler, 30% de su población era de origen judío y fue encerrada en un enorme campo de exterminio a cielo abierto donde fueron asesinados miles de judíos. En espantosas condiciones de vida, heroicos pobladores judíos, entre ellos militantes trotskistas, organizaron un levantamiento armado en 1943 que fue un gran símbolo de la lucha contra el nazismo, que fue derrotado en 1945.

Como marxistas, no solo condenamos el antijudaísmo sino el antisemitismo en general (no solo los judíos son semitas, también los árabes lo son) y toda forma de opresión racial porque consideramos que el racismo y la xenofobia son ideologías difundidas por el capitalismo para dividir a la clase obrera y, por ende, debilitar sus luchas y oprimir a los pueblos. Siempre decimos que la clase obrera es una y sin fronteras. Apuntamos a la unidad de los trabajadores de todo el mundo, judíos, árabes, anglosajones, latinos o de cualquier etnia. Como queda claro, rechazamos profundamente el antijudaísmo pero, al mismo tiempo, condenamos también al sionismo por ser, justamente, racista y colonialista.

¿Qué es el sionismo?*

El sionismo es un movimiento político creado en 1897. Hacia fines del siglo XIX, en la Rusia zarista, monárquica, y en el imperio austrohúngaro existían los llamados pogromos, persecuciones y matanzas de judíos que fueron enérgicamente rechazadas por los  socialistas de la época, entre ellos Lenin. Los pogromos eran parte de la política del zarismo de represión hacia los trabajadores y las nacionalidades oprimidas, como los judíos rusos, quienes en su mayoría eran pobres. Muchos de ellos adscribían al socialismo.

El sionismo, impulsado directamente por la burguesía imperialista, con magnates como Rothschild a la cabeza, plantearon que la solución a estas matanzas era la creación de un Estado propio del pueblo judío. Su verdadero objetivo era separar a las masas judías de la lucha de clases de sus países y, particularmente, de la influencia de los socialistas, quienes fueron ganando cada vez más influencia en Europa y a los que los sionistas calificaban de subversivos.

Aunque consideraron otras opciones, entre ellas la Argentina, astutamente el sionismo definió llevar adelante su plan de creación de un Estado judío en Palestina, donde se encuentra la ciudad de Jerusalén, considerada sagrada tanto para el pueblo árabe como el judío. Y es cercana a Belén donde, para los cristianos, habría nacido el hijo de dios. Aunque los principales líderes sionistas, entre ellos Teodoro Herzl, su principal referente, se declararon agnósticos, dieron al “retorno a la tierra prometida” (objetivo que el pueblo hebreo no se había propuesto concretar en dos mil años) una fuerte justificación histórico-religiosa para lo que aparecía como una salvación para millones de judíos.

Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, Inglaterra pasó a controlar Palestina y formalizaron un acuerdo con el sionismo, que sería con su enclave la punta de lanza para sojuzgar a los pueblos árabes. Así fue que los sionistas empezaron a invadir el territorio palestino. Justificaron su ocupación bajo la mentira “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. El sionismo tiene desde sus inicios un fuerte carácter colonialista y racista. Al igual que los demás colonialistas de la época, consideraban que los europeos debían llenar territorios del mundo, supuestamente “vacíos”. Así como los colonialistas españoles aseguraban que venían a América a “salvar las almas de los pobres infieles indígenas”, los sionistas se proponían desterrar de Medio Oriente a la “barbarie” árabe, a quienes consideraban un pueblo atrasado, ignorante e inferior al judío.

Después de la Segunda Guerra, amparándose en la justa condena al genocidio del holocausto nazi, el sionismo logró, de la mano del imperialismo yanqui y bendecido por la burocracia de Stalin en la URSS, que se le dé estatus legal a su ocupación, creando el Estado de Israel en 1948.

Israel fue impuesto de forma totalmente ilegítima sobre la base de la limpieza étnica y la usurpación de tierras al pueblo palestino, elementos que se mantienen al día de hoy. Es por eso que rechazamos su existencia, apoyamos la lucha del pueblo palestino por recuperar su tierra y planteamos la necesidad de una Palestina libre, laica, democrática y no racista donde convivan pacíficamente árabes y judíos, como sucedió durante miles de años.

Rechazar al sionismo de ninguna manera implica rechazar al pueblo judío, sino desaprobar a ese enclave imperialista en Medio Oriente, autodenominado “Estado de Israel”, que oprime y masacra al pueblo palestino.

* Véase próximamente en izquierdasocialista.org el libro Palestina, historia de una colonización, el artículo de Roberto Fanjul y Gabriel Zadunaisky y demás publicaciones. También en nahuelmoreno.org, sección “Otros textos”.

https://uit-ci.org/index.php/2021/05/26/rechazar-al-sionismo-no-es-ser-antisemita/?fbclid=IwAR3hSvwE79eY5Rmv_VAKUDeOuh_TORLBaJNB4KJQJo2tTWDquakVWs_tjjQ

26/05/21