La resistencia del pueblo y el ejército ucranianos desbarató la guerra relámpago planeada por Putin.
Al cumplirse un año de la guerra se pone en evidencia el gran fracaso militar y político de Putin. La guerra está estancada y puede prolongarse en el tiempo. Las contraofensivas militares ucranianas del año 2022 provocaron una crisis política en el régimen de Putin. Sectores más guerreristas cuestionaron la política militar. Este debió cambiar tres veces a su comandante militar. Y hasta tuvo que recurrir a la milicia privada, el Grupo Wagner del oligarca Yevgeny Prigozhin, basada en el reclutamiento de ex presos criminales.
Putin no puede pasar a una ofensiva decisiva por el rechazo de importantes sectores de la población rusa al reclutamiento forzoso que intenta imponer, ensañándose con los sectores pobres y las minorías nacionales. Ha silenciado cualquier voz crítica con mano de hierro, pero muchos jóvenes siguen resistiéndose al reclutamiento y huyendo del país. Por ello la solidaridad internacional con las redes que apoyan a los jóvenes que escapan de la guerra es clave y hay que exigir a los gobiernos de la Unión Europa, y a todos los países del mundo, que les garanticen asilo político.
Una guerra que se prolonga y profundiza la crisis del sistema capitalista-imperialista
El fracaso de la invasión en las primeras semanas obligó al imperialismo norteamericano, a los imperialismos europeos y a la OTAN a reubicarse. De lo contrario habrían derramado lágrimas de cocodrilo para seguir haciendo negocio con el socio ruso, como hicieron en el 2014 ante la ocupación de Crimea o la intervención en el Donbás, como habían hecho también tras el apoyo de Putin a la represión de las protestas en Bielorrusia (2020), en Kazajistán (2022), igual que callaron frente a las intervenciones militares del Kremlin para ahogar a la revolución en Siria (2015), o ante las masacres en Chechenia (1999). Es la cadena de impunidad de que ha gozado Putin desde su llegada al poder, y que ha permitido al ejército ruso desarrollar métodos cada vez más atroces contra la población civil, que nada tienen que envidiar a las intervenciones del imperialismo norteamericano.
La invasión rusa de Ucrania ha brindado al imperialismo norteamericano y a los imperialismos europeos la oportunidad de reactivar a la OTAN, que estaba en horas bajas tras la huida de Afganistán en el 2021.
Asistimos a una escalada en el gasto militar, pero no para ayudar a Ucrania, sino para blindar a Estados Unidos y los países europeos. Si los imperialismos europeos y norteamericano entregan armas al gobierno de Zelensky no es porque les preocupe el pueblo ucraniano, sino para satisfacer sus propios intereses. Las armas llegan a Ucrania en cuentagotas, con el objetivo no de derrotar la invasión rusa sino de forzar a Putin a una negociación.
Por eso a un año de iniciada la guerra, Ucrania sigue sin contar con armamento pesado para enfrentar el poderío militar de Rusia. Ucrania casi no tiene aviación militar y Biden volvió a ratificar que no autoriza el envío de cazas de combate F16 que tanto reclama Ucrania. Luego de un año de negativas, recién ahora Alemania y EE.UU. dicen que enviarían algunos tanques modernos (los Leopard 2 alemanes y los Abrams yankys). Pero apenas serían unas docenas cuando los militares ucranianos reclaman un mínimo de 300 tanques.
La guerra de Ucrania no ha hecho más que profundizar la crisis del capitalismo y su economía. Las consecuencias son más miseria y caída del nivel de vida para las masas. Como también el peligro para la humanidad de que se produzca un descontrol que pueda llevar a la extensión de esta guerra, como a nuevas guerras, incluso con el uso de armas nucleares. Nuestra solidaridad con el pueblo ucraniano nada tiene que ver con dar apoyo a la OTAN, que es una maquinaria criminal contra los pueblos. Por eso desde la UIT-CI nos oponemos a todo el armamentismo imperialista y estamos por la disolución de la OTAN.
Una guerra justa contra el invasor imperialista