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Francia: entre el caos y el ajuste

Así fue expresado, por poner un ejemplo, en las revueltas del 2005 que se expandieron por distintas ciudades de Francia, y que incluso cruzaron la frontera registrando episodios en Alemania y Bélgica. La imagen de autos incendiados, recurrente en aquel entonces, volvió a hacerse presente pero con una mayor intensidad. Los problemas sociales permanecen y se acumulan. La pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, el fracaso escolar y el abandono de los estudios son causas estructurales a las que se superponen las causas etnorraciales, con ese sentimiento de exclusión que le acompaña, el racismo, la islamofobia, las discriminaciones de todo tipo, en particular los controles discriminatorios conocidos como au facies (lo que acá entendemos como “portación de rostro”).

El racismo contrasta con el discurso “multicultural” que Francia intenta mostrar al mundo. Mientras sus seleccionados de fútbol de los últimos años suelen estar integrados principalmente por árabes y afrodescendientes, en su interior el racismo y la xenofobia se hacen presentes. Desde los rumores nunca probados que rodean el cabezazo que Zidenine Zidane, de familia argelina, le propinó a Materazzi en la final del mundial 2006, hasta los recurrentes insultos de la hinchada del PSG, no solo hacia Messi, sino hacia “todos los extranjeros del plantel”. Paradójicamente, un francés que no fue del grupo de los “insultados” en ese momento, pero si en el pasado por ser afrodescendiente, Kylian Mbappé, se pronunció repudiando el asesinato de Nahel. También, entre otros, Omar Sy, protagonista de la popular serie Lupín, hizo lo propio posteando la foto de Nahel.

El fracaso de las políticas de ajuste y la represión para sostenerlas

Estos episodios se dan cuando todavía están presentes las huelgas y luchas contra la reforma previsional que tuvieron un fuerte auge entre marzo y abril de este año y que expusieron las debilidades del gobierno de Macron, quien acaba de obtener su reelección tras haber sido votado solo por el 27% del electorado y luego con el voto malmenorista que en Francia llamaron “Barrage” (bloqueo), cuyo único fin era evitar que gane Le Pen. En esos días de marzo y abril de este año, las calles de Paris estuvieron colapsadas, tanto por las manifestaciones como inundadas de basura por el paro de recolectores. Las imágenes de la “ciudad luz” llena de basura y destrozos contrastaba con la que suele mostrar al mundo una de las principales atracciones turísticas del mundo. Algo que volvió a suceder este fin de semana, cuando la “elegante” Champs Elyseés estuvo intervenido por un fuerte dispositivo policial que incluso afectó a turistas que quedaron varados o eran confundidos por las fuerzas represivas.

“Habiéndome mudado a Francia en 2017 poco después de la asunción de Macron, he sido testigo del aumento feroz de la violencia policial, no solo en manifestaciones y no solo contra manifestantes.  Una violencia que parece estar absolutamente respaldada tanto por el presidente como por Gerald Darmanin (Ministro del Interior), impulsores de la tan discutida Ley de Seguridad Global, en la cual se incluyen penas para aquellos que filmen o fotografíen a las fuerzas del orden. Ese artículo fue modificado a raíz de la oposición popular que generó el proyecto, pero la lógica persecutoria sigue vigente y actualmente en Francia hay personas que han sido detenidas por insultar al presidente en las redes sociales. Recientemente con las manifestaciones y un descontento social creciente las violencias se amplificaron, con denuncias de infiltraciones para sembrar el caos en las marchas, preocupación por el accionar policial y condena de numerosos organismos de derechos humanos. El caso más simbólico fue la represión brutal a una manifestación ecologista contra la agricultura intensiva en Sainte Soline la semana pasada, donde la policía utilizó armas de guerra prohibidas en esas circunstancias, y en la cual la gendarmería impidió  a los servicios de salud de asistir a quienes lo necesitaban, con el resultado de 200 heridos y  2 personas en coma”, comentaba el músico argentino residente en Francia desde 2017 Pablo Murgier, a principios de abril, en una entrevista con este medio.

Ya desde antes de estos conflictos la policía fue acumulando facultades extraordinarias, incrementando la violencia hacia los sectores oprimidos. El incremento del caos y la violencia se presenta como consecuencia de las políticas de ajuste y más represión.

La relación entre aquel conflicto ligado a políticas de ajuste contra la clase trabajadora y estas manifestaciones resulta ineludible, más allá del carácter de «lucha de clases tradicional» con un alto nivel de organización de unas y el carácter espontáneo y caótico de otras. Mientras se desarrollan los saqueos que dan vuelta por los medios y cuyas imágenes son utilizadas por oportunistas de todo tipo para criminalizar la protesta, enormes y masivas movilizaciones pacíficas piden «justicia para Nahel» y para todas las víctimas de abuso policial. Las expresiones y metodologías de protesta podrán ser diversas y contradictorias, pero las motivaciones son las mismas.

Las protestas pacíficas piden justicia, las violentas tienen objetivos que representan la desigualdad: desde marcas ostentosas, productos inaccesibles para las mayorías, hasta elementos superficiales o que sirven para un uso practico en los enfrentamientos con la policía. Los intendentes de distintas ciudades y comunas también son objetivos de ataques, escraches y denuncias, incluso en sus propias casas o con la quema de sus autos. Son atacados de manera concreta o simbólica quienes manejan las riendas del país, ya sean desde cargos gubernamentales o empresas.

De Francia a Jujuy: el fantasma de los «extranjeros en su tierra»

La respuesta popular frente al asesinato de Nahel no es un hecho aislado en el mundo. Un antecedente cercano que recorrió el mundo fueron las movilizaciones del año 2020 tras el asesinato de George Floyd en la ciudad de Minneapolis. Aquellas movilizaciones, recorrieron distintas ciudades de Estados Unidos que en muchos casos incorporaron sus propios casos de violencia policial ,como Breonna Taylor en Louisville, para luego cruzar la frontera y recorrer el mundo con sus propios casos (Giovani López en México, o Adama Traoré en Francia, asesinado en 2016 pero que en 2020 su nombre reapareció junto a otros).

La relación entre lo que acontece en Francia con lo sucedido en Jujuy podrá parecer traído de los pelos para algunos, pero analizando los hechos aparecen elementos comunes: por un lado un cambio de leyes que quitan derechos y ajustan a la población, ya sea por las reformas previsionales y laborales en Francia o por las reformas que esta imponiendo a la fuerza el gobierno de Jujuy también acompañado de una extensa huelga docente sumada a las de otros sectores.

Otro elemento que, con sus particularidades, relaciona a ambos conflictos es el relato extranjerizante como manera de criminalizar y silenciar a quienes protestan. Mientras en Francia se trata como «extranjeros» a jóvenes, en su gran mayoría franceses e hijos de franceses, pero descendientes de migrantes en su mayoría árabes o africanos, en Jujuy aparece algo todavía mas delirante: tratar de extranjeros a los pueblos originarios. El caso mas delirante, pero no para nada sorpresivo sabiendo de quien viene, fueron las declaraciones de Miguel Angel Pichetto quien, sin ningún elemento concreto denunció que las movilizaciones en Jujuy eran generadas por «extranjeros procedentes de Bolivia mandados pro Evo Morales», declaraciones similares tanto de este sujeto como otros vienen siendo recurrentes en relación al pueblo Mapuche en otra región del país.

Mientras en los últimos días se repitió que Jujuy podría ser un globo de ensayo de lo que se viene en toda la Argentina para aplicar futuros ajustes, Francia también puede ser el ejemplo de las consecuencias que pueden tener las crecientes políticas de ajuste y represión contra la población.

«Es la historia de un hombre que cae de un edificio de cincuenta pisos. Para tranquilizarse mientras cae al vacío, no para de decirse: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien… hasta ahora todo va bien. Pero lo importante no es la caída, es el aterrizaje» , cuenta el principio y el final de la película francesa de 1995, La haine (El odio), cuya trama ya alertaba lo que sucedería luego, y que actualmente se presenta de manera aún mas caótica y radicalizada.

Francia: entre el caos y el ajuste