La Cuarta Internacional había nacido en 1938 para construir una nueva dirección revolucionaria combatiendo a las direcciones traidoras, encabezadas por José Stalin, que había burocratizado el gobierno soviético de la URSS y abandonado el marxismo revolucionario por la falsa teoría del “socialismo en un sólo país”. Pero el fin de la Segunda Guerra Mundial vio como Stalin y los partidos comunistas gozaban de un enorme prestigio, ganado tras la derrota de Hitler y la toma de Berlín por el Ejército Rojo, las transformaciones en el este europeo y la revolución China. Aquella autoridad fue utilizada por el estalinismo para alentar la reconstrucción capitalista en los países de Europa occidental, como parte de sus pactos (Yalta y Potsdam) con las potencias imperialistas.
En la posguerra el trotskismo tenía una dirección muy joven y sin una gran experiencia en el movimiento obrero y de masas. León Trotsky había sido asesinado en 1940 por un agente estalinista. La falta de una dirección revolucionaria probada permitió que desde el Tercer Congreso de la Cuarta Internacional, en septiembre de 1951, se fuera imponiendo una orientación oportunista de capitulación al estalinismo y a los nacionalismos burgueses. Estas posiciones fueron acompañadas con métodos burocráticos, expulsando a los disidentes, lo que aceleró el proceso de ruptura y disgregación del trotskismo.4
Bajo el clima de la “Guerra Fría”, los dirigentes trotskistas Michel Raptis (Pablo) y Ernest Mandel afirmaron, equivocadamente, que se acercaba la Tercera Guerra Mundial y que ésta obligaría a los partidos comunistas a adoptar posiciones revolucionarias. El “pablismo” consideraba que la tarea del trotskismo era practicar un “entrismo” permanente en los Partidos Comunistas renunciando así a la tarea de construir partidos revolucionarios. Una política sostenida por casi veinte años, que debilitó al trotskismo europeo. Moreno se opuso a la teoría de la “guerra inminente” y al planteo revisionista de que los Partidos Comunistas se volverían revolucionarios.
En 1952, estalló una revolución en Bolivia. La insurrección obrera y campesina destruyó al ejército burgués, se organizaron milicias y la Central Obrera Boliviana (COB) comenzó a centralizar al movimiento obrero. El trotskismo tenía allí una gran influencia a través del Partido Obrero Revolucionario (POR). Pero la burocracia de la COB entregó el poder al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el partido nacionalista burgués orientado por Victor Paz Estenssoro. Pablo y Mandel, en lo que fue una histórica traición, ordenaron apoyar al MNR, en lugar de combatirlo y plantear el poder para las milicias y la COB. Moreno sostuvo que el POR debía luchar por la consigna “Todo el poder a la COB” para conquistar un gobierno de trabajadores.
Mandel, sucesor de Pablo, profundizó aquella política oportunista y la convirtió en un principio de orientación: capitular a todas las direcciones mayoritarias del movimiento de masas, alentando la colaboración de clases. En oposición, Moreno alertó que dicha orientación llevaba a renunciar a la tarea de construir partidos revolucionarios y a ir abandonando la lucha por gobiernos de trabajadores y el socialismo mundial. A pesar de estar en minoría, reclamó un debate honesto y democrático en las filas del trotskismo y batalló para organizar una oposición que disputara la dirección de la Cuarta.
El triunfo de la revolución cubana en 1959 reavivó los debates. Moreno defendió a la revolución que declaró a Cuba primer estado socialista en Latinoamérica. Lo hizo contra los sectarios, como la corriente de Pierre Lambert, luego apoyada por Jorge Altamira, que definían a Cuba en tiempos de Ernesto “Che” Guevara, como capitalista. Pero también enfrentó al mandelismo, que capitulaba a la dirección de Fidel Castro, el guerrillerismo y el Partido Comunista cubano, defendiendo la importancia de construir allí un partido revolucionario que luchara por implantar la democracia obrera y la extensión de la revolución socialista internacional.5 La realidad le dio la razón a Moreno. La burocracia cubana cedió al estalinismo y terminó restaurando, luego de la caída de la URSS, el capitalismo en nombre de una falsa “actualización del socialismo”.
Como un eco de la revolución cubana, entre 1961 y 1963, se desarrolló en el sur de Perú una gran movilización campesina en La Convención y Lares (valle de Cuzco), dirigida por Hugo Blanco, que entonces militaba en la corriente morenista. Inspirado por Moreno, Blanco organizó sindicatos campesinos y defendió las tomas de tierras formando milicias armadas campesinas para enfrentar la violencia de los terratenientes. Moreno, apoyando a Blanco, entonces combatió una desviación guerrillerista. Años más tarde el propio Blanco recordaría “el mérito de haber reaccionado primero e iniciado una lucha seria contra esta desviación corresponde al camarada Nahuel Moreno, el principal teórico del trotskismo latinoamericano”.6
En 1979, estando exiliado en Colombia, Moreno impulsó la creación de la Brigada Simón Bolivar para intervenir en la revolución nicaragüense tomando el ejemplo de las brigadas internacionalistas de la Guerra Civil Española.7
Construir partidos revolucionarios y reconstruir la Cuarta Internacional
Entre las enseñanzas que nos dejó Moreno está la tarea de construir una organización internacional, aunque sea débil y pequeña, porque no es posible elaborar un análisis acertado de la situación internacional desde un partido nacional y porque en los distintos países la construcción de partidos revolucionarios sólo se puede desarrollar combinando las luchas locales con el acompañamiento de los principales procesos revolucionarios regionales y mundiales. Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI continuamos el legado de Nahuel Moreno y redoblamos nuestros esfuerzos para darle continuidad a la tarea de unir a los revolucionarios del mundo en la pelea por reconstruir la Cuarta Internacional. En ese camino, mantenemos una lucha implacable contra las direcciones traidoras del movimiento de masas que sostienen al capitalismo decadente y al oportunismo y sectarismo en las filas del trotskismo que les capitulan. Luchamos, por ejemplo, contra el nuevo oportunismo que inculcan los mandelistas de integrarse, con el PSOL, al gobierno de conciliación de clases de Lula en Brasil, planteando la urgente y aún vigente necesidad de luchar por gobiernos de las y los trabajadores y el socialismo mundial.
1. Ver artículo en El Socialista Nº 579, 20/03/2024 y el documental Mariano Manso (director). (2017) “Nahuel Moreno: una vida, infinitas luchas” Disponible en www.nahuelmoreno.org
2. Ernesto González (coord.). “El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina”. Tomo 1, Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1995. Disponible en www.marxist.org
3. Nahuel Moreno. “Ser trotskista hoy”. Editorial CEHuS, Buenos Aires, 2020. Disponible en www.nahuelmoreno.org
4. Mercedes Petit. “Apuntes para una historia del trotskismo (1938-1964)”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2006.
5. Sobre las polémicas con el guerrillerismo Nahuel Moreno. “Polémica con el Che Guevara”. Editorial CEHuS, Buenos Aires, 2017 y Martín Mangiantini. “El trotskismo y el debate de la lucha armada”. El Topo Blindado, Buenos Aires, 2014 www.cehus.org
6. Hugo Blanco. “Tierra o muerte”. Ediciones Siglo XXI, México, 1972 y Nahuel Moreno. “Perú: dos estrategias”. CEHuS, Buenos Aires, 2015.
7. Ver “La Brigada Simón Bolívar”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2009
Nahuel Moreno y su legado internacionalista, a 100 años de su nacimiento