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La Masacre de Pasco, antesala del terrorismo de Estado de la última dictadura militar

Informe Especial

La Masacre de Pasco, antesala del terrorismo de Estado de la última dictadura militar

Por Nicolás Sagaian

El terreno de Sánchez y Santiago del Estero, donde dinamitaron los cuerpos.
El terreno de Sánchez y Santiago del Estero, donde dinamitaron los cuerpos.

Hace 33 años, en pleno gobierno democrático de Isabel Perón, grupos parapoliciales de la Triple A secuestraron a nueve militantes, la mayoría de la Juventud Peronista en Lomas de Zamora. Los fusilaron y posteriormente dinamitaron sus cuerpos en un baldío de José Mármol, en Almirante Brown. ¿Por qué un hecho de esas características ocurrió en Temperley? Un relato sobre las víctimas y una breve reconstrucción de aquella noche a través del testimonio de los testigos de aquella época. Una historia que todavía sigue viva en el reclamo de memoria, justicia y verdad.

Con el objetivo de cercenar y perseguir a cualquier oposición política mediante un plan criminal, la organización parapolicial de ultraderecha Alianza Anticomunista Argentina (AAA o Triple A) se encargó de sembrar el miedo y el terror en varias zonas del territorio argentino durante el gobierno democrático de Isabel Perón. Lomas de Zamora no fue la excepción y por esto sufrió uno de los crímenes más crudos y emblemáticos de la zona sur del Gran Buenos Aires: «la Masacre de Pasco».

Se cumplen 33 años de aquel crimen en el que nueve militantes de la Juventud Peronistas (JP) fueron secuestrados en la localidad de Temperley, luego fusilados y, posteriormente, dinamitados en un terreno baldío de José Mármol, en Almirante Brown. Un hecho que se transformó en el preludio de lo que se viviría durante la dictadura militar. 

Aquella noche del 21 de marzo de 1975, a las 22:30 aproximadamente, entre 14 y 16 autos comenzaron la recorrida de «levantada» por varias casas del barrio San José, con la idea de «limpiar» a miembros del ala izquierda del peronismo aglutinados en la JP. Primero secuestraron a Omar Caferatta y su esposa Gladys Martínez, después continuaron con Rubén Bagnina, luego agarraron a Héctor Flores y más tarde «arrancaron» a Aníbal Benítez y Héctor Lencina, que estaban juntos en el domicilio de éste, ubicado a escasos metros de Pasco y Donato Álvarez.

Finalmente, concluyeron esa primera etapa de la operación deteniendo a Germán Gómez y los hermanos Alfredo y Eduardo Díaz. 

La metodología de secuestro era siempre la misma: los sicarios entraban a la fuerza en las viviendas pateando la puerta o rompiendo todo lo que tuvieran a su alcance, y detenían a los buscados. Al mismo tiempo, rastreaban papeles o cualquier otra cosa que pudiera involucrar a otros militantes, mientras el resto de «la patota» se encargaba de amenazar a todos los testigos para que no dijeran nada.

Si bien la mayoría de los secuestrados eran militantes de la Juventud Peronista que cumplían actividades políticas y trabajos sociales en los barrios de la Temperley, sólo Lencina tenía un cargo institucional: era concejal de Lomas de Zamora por el bloque de la JP, junto con César Dolinsky y Hugo Sandoval, quienes al poco tiempo de ese golpe tuvieron que exiliarse. 

Tras la «levantada», los militantes raptados, algunos muy heridos, otros casi agonizando, fueron trasladados a más de 35 cuadras de Pasco hasta un terreno baldío de José Mármol, ubicado en Santiago del Estero y José Sánchez, donde fueron fusilados y posteriormente sus cuerpos apilados y dinamitados. Luego de medianoche las radios anunciaban, mediante un comunicado firmado por la AAA, que la masacre «se había cumplido».

A partir de allí, el espanto y el terror colmaron a los vecinos cercanos al predio donde los represores habían acabado con la vida de los nueve militantes. «Los pedazos de carne estaban por todos lados, las tripas colgaban de los cables. Quizás se podía ver una pierna, un brazo todo calcinado o sangre por cualquier lugar», rememoró consternado José, un hombre que fue testigo de lo ocurrido y que desde esa época vive cerca del viejo baldío donde ahora hay una vivienda particular.

«Recuerdo que estaba durmiendo y un estruendo me despertó –dijo a AUNO–. Luego de un rato salí y no podía creer lo que veía. Era todo un desastre. Los pocos vecinos que estábamos no entendíamos que había pasado y quedamos muy asustados.»

Los pedazos de cuerpos quedaron allí hasta las primeras horas de la mañana, aseguró a esta agencia María, otra vecina del barrio que en esa época transitó el lugar cuando todavía los fragmentos de los masacrados estaban tirados y tapados con papel de diarios, debido a que aún no habían sido trasladados a la morgue de Avellaneda.

Una vez que la Policía bonaerense cumplió con ese trabajo y luego de que las víctimas fueran reconocidas, por la tarde del 22 de marzo, los cuerpos fueron velados en distintos puntos de la ciudad. Héctor Lencina tuvo su velatorio en la antesala del Concejo Deliberante comunal, que hoy lleva su nombre, mientras que los otros asesinados fueron velados en distintas casas y en forma secreta.

EL CUERPO DE LENCINA
Una vez enterrado en el cementerio de Lomas de Zamora, el cuerpo del ex concejal de la Juventud Peronista sufrió el manoseo y la perversidad de los represores de la última dictadura militar.

Su tumba fue saqueada y sus restos robados y enterrados en una fosa común como persona no reconocida. Poco más de seis años estuvo perdido el cuerpo, hasta que gracias a la información brindada por unos empleados del cementerio, sus compañeros de bancada Dolinsky y Sandoval pudieron rescatarlo en 1982.

«Nos dijeron dónde estaba, cómo lo habían puesto y a cuántos metros estaba del suelo. Nos marcaron la tumba y nosotros fuimos a buscarlo. En ese momento hicimos la denuncia con abogados y lo pudimos rescatar. Y ahí lo metimos en la tumba donde está ahora», detalló Sandoval, el único sobreviviente aquel bloque de concejales, el último de la Juventud.

NS-AFD
AUNO-20-03-08

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