Se viene el Mundial
¿Cómo es Sudáfrica 2010?
En pocos días comienza el Mundial de Fútbol. Por TV, además de seguir los partidos, veremos algo de Sudáfrica. Pero difícilmente los medios muestren las violentas contradicciones actuales de ese país. Allí su población negra protagonizó una rebelión heroica derrotando al régimen racista del Apartheid. Hoy los blancos siguen siendo los dueños de las minas, fábricas, mejores tierras, bancos… y los negros viven mayoritariamente en la miseria.
El gobierno sudafricano invirtió cerca de 2.000 millones de dólares en la construcción y remodelación de estadios de primer mundo para un evento que durará un mes, y otros 1.000 millones para otras obras. Los estadios están rodeados de casas de chapas en las que viven millones de personas, todas de raza negra. Por supuesto, el gobierno alega que la inversión redundará en “enormes beneficios” para Sudáfrica. Pero la población pobre y trabajadora tiene fundadas sospechas de que, como ocurrió siempre, los beneficios sólo lleguen a unos pocos, mientras que las cuentas hay que pagarlas entre todos.
En un país con una desocupación que supera el 30%, la construcción de los estadios, hotelería y otras obras, generó demanda de trabajadores. Pero, bajo las duras condiciones de superexplotación que imponen los empresarios (la mayoría blancos), los 70.000 trabajadores de la construcción tuvieron que hacer una durísima huelga, con piquetes armados con palos, para poder imponer que les pagaran un aumento salarial del 13% respecto al salario miserable de 310 dólares que cobraban.
Ante una ola de huelgas por aumento salarial, el 9 de mayo, Jacob Zuma, presidente de la nación, llamó a no hacer huelgas mientras durara el Mundial: “Si tienes visitas en tu casa no comiences a pelear”, dijo Zuma. Evidentemente, los trabajadores percibieron que el Mundial da una oportunidad de pelear por sus postergados reclamos.
El país más desigual del mundo
El 3 de abril el dirigente ultraderechista racista Eugene Terreblanche murió asesinado a machetazos en su granja, por dos de sus empleados a los que no les pagaba el sueldo. El hecho revivió los fantasmas del odio racial.
Hoy la mayoría negra, el 80% de la población, tiene igualdad legal con los blancos. Pero la sociedad está profundamente dividida, siendo uno de los países más desigual del mundo. En Johannesburgo, además de Soweto, está Alexandra, una villa miseria con más de dos millones de habitantes. Pero recorrer las calles de Sandton -brazo financiero del cono sur africano- es como trasladarse a Europa. La segregación ahora es social. Esto se refleja brutalmente en el descenso de la esperanza de vida: en 1990 era de 61 años, pero en el 2008 bajó a 48,9 (una caída que supera incluso la de los países de la ex URSS después de la restauración del capitalismo). Esta cifra aterradora (no llegar a los 50 años) sólo puede tener una explicación: la extrema pobreza unida a deplorables condiciones sanitarias. El mayor problema de salud está en el VIH-Sida, que en 2007 afectaba al 18% de la población de entre 15 y 49 años. Esta extrema pobreza está reservada a la mayoría negra. Y los pobres entre los pobres, y más segregados, son los 10 millones de inmigrantes negros de otros países africanos que vinieron en busca de trabajo.
La minoría blanca (10% de la población) sigue siendo dueña de casi todos los medios de producción, las minas, las fábricas, los bancos, los transportes y las mejores tierras, riquezas robadas a los negros durante 300 años de colonialismo. Asociada a ella, una pequeña clase rica negra, generalmente ligada a la corrupción de líderes del partido gobernante, el CNA (Congreso Nacional Africano), que se mudó a los barrios cerrados de los blancos con guardias armados y cercas electrificadas.
El gobierno del CNA, desde el primero en 1994 –presidido por Mandela– no sólo no tocó las propiedades y empresas que los blancos habían acumulado en siglos de explotación a los negros, sino que aplicó una política neoliberal, favoreciendo aún más a los blancos ricos. El capitalismo trae desigualdad y miseria, como en todo el mundo. Pero en Sudáfrica, esto se agrava por su historia de opresión racial.
El presidente Zuma, de origen campesino de la etnia zulú, ganó las internas del CNA. Y luego las nacionales, prometiendo gobernar a favor de las mayorías populares negras. Su triunfo fue una expresión del descontento popular con la desigualdad social. Pero, perteneciendo a la elite de los ricos negros, sus promesas las olvidó al día siguiente y su política continúa la de sus predecesores. Sólo una nueva revolución, con la liquidación del capitalismo, la expropiación de minas, medios de producción, bancos y tierras y un gobierno de los obreros y campesinos puede terminar definitivamente con la opresión de las mayorías negras.
Hoy Sudáfrica es un país capitalista semicolonial sometido al imperialismo europeo y yanqui, con sus empresarios blancos que se sienten más europeos que sudafricanos. La TV nos mostrará preferentemente sus sectores modernos y las costosas construcciones del Mundial, pero sepamos que sus mayorías trabajadoras y populares negras siguen viviendo en la extrema miseria
Mandela y la derrota del Apartheid
Nelson Mandela es el héroe nacional. Tiene hoy 94 años y está retirado de la vida política. Fue el líder que encabezó la lucha contra el siniestro régimen de Apartheid impuesto por la minoría blanca. Fue encarcelado durante 27 años, desde los 44 a los 72. De acuerdo a las leyes del Apartheid, los negros, el 80% de la población, no tenían derecho al voto y estaban segregados en casi todas las actividades. No podían entrar a los barrios blancos, ni a hoteles, escuelas o transportes para blancos. Además, en 300 años de colonialismo habían sido despojados de casi todo. La mejor tierra y la propiedad de las minas y fábricas estaba (y sigue estando) en manos de los blancos.
La rebelión de los negros, encabezada por el Consejo Nacional Africano y la central obrera COSATU fue sangrientamente reprimida, miles de activistas negros fueron encarcelados, torturados y asesinados. Pero la rebelión no se detuvo y logró apoyo mundial, especialmente de los negros norteamericanos, que lograron un boicot mundial contra el régimen racista.
Finalmente se derrumbó el régimen del Apartheid, aislado internacionalmente y ante una rebelión negra imparable. En 1990 Mandela fue liberado, en base a un acuerdo con Fréderick Le Klerk, el gobernante blanco. En virtud de este acuerdo se suprimió el Apartheid y se convocó a elecciones en base a “un hombre, un voto”, la consigna democrática negra. Pero Mandela se comprometió a respetar la propiedad de los blancos y a dejar impune su genocidio contra los negros. Así fue que en 1994 el CNA ganó las elecciones llevando a Nelson Mandela a la presidencia. Incluyó en su gobierno al antiguo jefe racista Fréderick Le Klerk.
La destrucción del Apartheid fue un gran triunfo de la rebelión negra, una revolución democrática. Pero esa revolución fue congelada por el pacto de Mandela con los blancos, que impidió que la derrota del régimen se profundizara hacia la satisfacción de las necesidades postergadas del pueblo negro y hacia una revolución socialista, que liquidara la propiedad de los blancos. Prácticamente no hubo modificaciones respecto del poder económico monopolizado por los blancos y se llegó a la Sudáfrica de hoy, un país con igualdad legal, pero con la mayor desigualdad social del mundo.
Fútbol, “cosa de negros”
Como herencia del Apartheid, los blancos no van a los estadios sudafricanos y prácticamente no juegan al fútbol, aunque siguen los campeonatos europeos por TV. A los racistas blancos sudafricanos se les volvió en contra la segregación, cuando en 1962 y ante la masiva campaña mundial, la FIFA suspendió al equipo compuesto exclusivamente por blancos del Campeonato Mundial y en 1976 excluyó a la SAFO, la federación de fútbol blanca. Los clubes de fútbol blancos desaparecieron y el fútbol se convirtió en un deporte de los negros. Hoy en día los blancos han dejado de lado el fútbol local y son seguidores del rugby y del cricket.
El Socialista 02/06/10