[Túnez] Cae la cabeza de la dictadura: Ben Ali no volverá, y se convocan elecciones en plazo de 60 días
Como adelantó Kaosenlared hace un par de días, el gobierno dictatorial de Túnez se encuentra al borde del derrocamiento. Ben Ali se exilia y el ejército toma temporalmente el control del estado.
Kaos. Internacional Para Kaos en la Red 14-1-2011
Ben Alí abandona el país, y el ejército toma el control
Las informaciones que Kaosenlared venía recibiendo estos días atrás desde Túnez, y que apuntaban a un derrocamiento inminente del Gobierno dictadorial de Ben Ali, parecen haberse cumplido. El pueblo no aceptará otra cosa que no sea el derrocamiento de la dictadura.
Hace un par de días, cuando la situación represiva estaba alcanzado máximos, y los medios occidentales hablaban únicamente de «revueltas», ya apuntamos que la caída de la dictadura podía ser inminente y que el gobierno estaba buscando desesperadamente un lugar donde poder exiliarse, a una misma vez que comenzaba a jugar sus últimas cartas en busca de una reconciliación con el pueblo.
Ayer tarde supimos que el presidente de Túnez, Zine el Abidine Ben Alí, había abandonado el país tras destituir al Gobierno y convocar elecciones anticipadas en un plazo de seis meses.
El presidente del Parlamento tunecino, Fouad Mebazaâ confirmó que Ben Alí había abandonado Túnez. Su destino fue una incógnita durante horas. Algunas fuentes apuntaban que podía ser París o Libia. Otras venían a confirmar lo publicado por Kaosenlared hace un par de días, y aseguraban que el dictador podía aterrizar en Malta. En esta línea, una agencia italiana citada por The Guardian afirmó que Ben Ali había llegado a Malta con protección libia. Sin embargo, el gobierno de Malta lo negó. Finalmente se supo que el dictador se ha exiliado en Arabia Saudí, después de que Sarkozy hubiese rechazado aceptar al ex presidente tunecino en suelo francés.
En una comparecencia en la televisión estatal a media tarde, el primer ministro Mohamed Ghannouchi anunció que había asumido la presidencia interina del país, al tiempo que el Ejército había tomado el control del país. El artículo 56 de la Constitución tunecina recoge que en caso de «impedimento temporal» del presidente será el primer ministro quien asuma el poder. Parece que Mohamed Ghannouchi se habría acogido a este procedimiento.
La información a este respecto, sin embargo, era confusa. Mientras oficialmente se anunciaba que el dictador había abandonado voluntariamente el poder de manera temporal, otras fuentes aseguraban que el ejército había dado un Golpe de estado para derrocar al tirano, y mandarlo al exilio de manera definitiva. El propio Mohamed Ghanuchi afirmó, en una entrevista a la televisión Al Jazeera, que veía «muy poco probable la vuelta del presidente Ben Ali». Todo estaba en el aire.
Ahora, estas informaciones han sido confirmadas por el Tribunal Constitucional de Túnez: Ben Ali no volverá. El Tribunal Constitucional decreta que debe haber elecciones en 60 días y que Ben Ali deja definitivamente la presidencia del país. Además, el Tribunal Constitucional ha decretado también que el nuevo presidente interino del país es el hasta ahora presidente del Parlamento Fued Mebazaa y no el primer ministro Mohamed Ghannouchi.
Al pueblo sólo le sirve el derrocamiento de la dictadura
Ben Ali había tratado en los últimos días de salvar el poder por todos los medios. Primero fue la destitución del anterior Ministro del Interior, al que acusaba de ser responsable de la represión que había dejado ya en el país más de setenta muertos. Igualmente, anunció la liberación de todos los detenidos en las revueltas, y la creación de una comisión para investigar la grave situación de corrupción que asola al estado en todas sus instituciones. Al pueblo no le bastó.
El gobierno, asustado, no tuvo más remedio que decretar el estado de sitio. Pero el pueblo, sin miedo, sin nada que perder, no se amedrentó, y continuó saliendo en masa a las calles.
Ben Ali trasladó entonces su residencia desde su palacio en la capital del país, a otro palacio en la ciudad de Hammamet, a poco kilómetros de la capital. Sus cuerpos de inteligencia entendieron que ya no estaba seguro en la capital.
Pero al pueblo tunecino siguió en las calles, da igual dónde se quisiera esconder el dictador. Miles y miles de ciudadanos y ciudadanas recorrieron ayer las calles de todo el país exigiendo el derrocamiento de la dictadura. La situación se le había escapado totalmente de las manos al sanguinario dictador, y así se pudo demostrar tanto en la masacre que sus cuerpos y fuerzas de seguridad leales habían causado, como en las idas y venidas de sus últimos anuncios oficiales.
Ben Ali intenta a la desesperada reconciliarse con el pueblo
En un desespreado nuevo intento por salvar su poder, el gobierno anunció el miércoles que el dictador Ben Ali no volvería a presentarse en las elecciones de 2014. La gente reaccionó con júbilo y llenó nuevamente las calles con sus gritos y cánticos, celebrando lo que entendían era un primer indicio de victoria en su lucha contra la dictadura. Pero tampoco les bastó.
En un país donde la democracia no existe, donde las elecciones no son más que una farsa para legitimar el poder absoluto de la dictadura, cuyo partido las ganaba sistemáticamente con el 90% de los supuestos votos, este anuncio resultaba poco o nada satisfactorio para la lucha del pueblo en contra del tirano, su familia y sus aliados. El pueblo no quiere un cambio en la cara de la dictadura, quiere el derrocamiento de la dictadura.
Finalmente fuentes oficiales anunciaban que el Presidente había destituido a todo el Gobierno y había prometido convocar elecciones dentro de los próximos seis meses. Acto seguido el dictador abandonó el país. Una nueva vuelta de tuerca para ver si era capaz de calmar a las masas, y salvar el poder de la dictadura. Es de esperar que el pueblo tampoco lo acepte, como no ha aceptado ninguna de las medidas anteriormente citadas. El pueblo quiere que no vuelva.
Antes de eso, miles de manifestantes se habían concentrado desde horas de la mañana frente a la sede del Ministerio del Interior, exigiendo la caída del gobierno, al grito de «Ben Ali, asesino». Sigue sin saberse si el ejército ha forzado la salidad del mandatario tunecino para calmar a las masas, o, por el contario, lo ha forzado a exiliarse con un Golpe de estado.
En cualquier caso, se ha impuesto un toque de queda desde las cinco de la tarde hasta las siete de la mañana. Las reuniones en la calle de más de tres personas (prohibido reírse) serán eliminadas por la fuerza. Para los que quieren el fin de la represión y la corrupción en Túnez, es ahora o nunca.
Las televisiones tunecinas emitían imágenes en las que los manifestantes abrazan a los soldados tras conocer el anuncio de la salida del poder del presidente del país. Pero el pueblo, como decimos, no se conformará con un exilio temporal del dictador: quieren su derrocamiento definitivo y la caída total de la dictadura. De hecho, por si habías dudas, los manifestantes, según informa Al Jazeera, están saqueando las mansiones del dictador y de su familia, en un gesto que pone en evidencia toda la rabia que llevan dentro en contra la mafia dictatorial que gobierna el país desde hace 23 años.
Baño de sangre o derrocamiento
Ben Alí prometió el miércoles el fin de la represión. Pero cuando vio nuevamente que su permanencia en el poder está en el aire y volvió a ordenar a las fuerzas de seguridad que empleasen todos los medios a su disposición, incluidas las armas.
El único medio que le quedaba ya al gobierno para salvar su poder dictatorial, era generar un auténtico baño de sangre, aún mayor del que ya había ocasionado hasta el momento.
Según fuentes médicas citadas por France Presse, otras 13 personas murieron por disparos de balas policiales durante el día y la noche del pasado miércoles en la capital tunecina y sus alrededores, en enfrentamientos con las Fuerzas del Orden tras el discurso presidencial.
Sin embargo, también entre las fuerzas militares comenzó a generarse la desconfianza en el gobierno, y, tal y como apuntamos también hace un par de días, en cualquier momento éstas podían dar la espalda al gobierno y ponerse del lado del pueblo, lo que supondría el final definitivo de la dictadura. Si es que, tal hecho, tal y como aseguran algunas fuentes desde el interior del país, no se ha producido ya.
De momento, tendremos que seguir esperando a que las informaciones que vienen del país magrebí se vayan clarificando. Pero todo apunta a que, efectivamente, el ejército ha forzao al dictador para que salga del país, no sabemos si temporal o definitivamente. Veremos. De momento, según Reuters, una televisión privada tunecina afirma que varios parientes del ex presidente Ben Ali han sido arrestados. Buena señal de confirmarse la noticia.
Kaos. Internacional
Un pueblo inesperado derroca un tirano
SANTIAGO ALBA RICO
Los tunecinos pierden el miedo y descubren un poder que ignoraban poseer
Después de 28 días de revueltas, un pueblo del que nadie esperaba nada ha derrocado al dictador que se sentía más seguro, apoyado sin reservas por la UE y EEUU y arropado en la oscuridad por los medios occidentales. Zine el Abdin Ben Alí huyó hoy de Túnez empujado por una población que ha descubierto día a día, durante cinco semanas, un poder que ignoraba poseer. Un incidente trágico, pero menor, encendió la yesca acumulada durante décadas de frustración económica y política y nadie ha podido detenerla.
El miércoles por la tarde, cuando la ola de protestas había ya roto contra el centro de la capital, el dictador trató de neutralizar la amenaza prometiendo abandonar el cargo en 2014, levantar la censura y conceder libertades políticas. Pero era ya demasiado tarde. «66 muertos es un precio muy caro a cambio de youtube», decían blogueros en la red.
Hoy por la mañana, la popular avenida Burguiba, en el centro de la ciudad, se llenó de una multitud que protestaba frente al ministerio del Interior. Estudiantes, parados, intelectuales, artesanos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, dejaban claro que habían perdido el miedo y que no estaban dispuestos a aceptar nada que no fuera la salida del dictador.
Si días antes se había visto arder la fotografía de Ben Alí, las consignas de los ciudadanos algunos subidos en las ventanas del terrorífico ministerio dejaban claro su propósito: «Ben Alí c’est fini«, «Asesino», «No nos marcharemos hasta que Ben Alí no se vaya».
Conscientes de su fuerzaUn mes antes, esas mismas personas pronunciaban el nombre de Ben Alí en voz baja y nunca ante más de tres personas. Ahora exigían a gritos su partida, conscientes de su fuerza, ondeando la bandera del país y entonando un himno nacional de pronto subversivo: «moriremos para que la patria viva». Cuando la policía comenzó a cargar y enseguida a disparar, los jóvenes se volvían, reanudaban el canto y se daban ánimos unos a otros para volver a la batalla. Nadie invocó a Alá sino a la patria, la decencia, la democracia.
Entre tanto, en otros lugares de la ciudad se producían saqueos e incendios, furor justiciero de un vandalismo en realidad bien dirigido: eran las lujosas mansiones de los Trabelsi, la familia política de Ben Alí, las que ardían. El clan mafioso de los Trabelsi como los cables de Wikileaks lo describen era el blanco de la ira popular. «Devolvednos nuestro dinero», gritaba esa mayoría hasta hoy aplastada, excluida al mismo tiempo de los recursos y de las decisiones.
Hoy se mantienen sin duda las incertidumbres. Mohammed Ghanoushi, presidente interino, era el primer ministro de Ben Alí. La UE y los EEUU van a vigilar de cerca. Pero en estos días en Túnez ha ocurrido un milagro muy raro: el pueblo menos esperado ha derrocado al tirano más incuestionado. No hay vuelta atrás cuando se deja de creer en los Reyes Magos. Tampoco cuando se descubre en uno el poder de la dignidad humana.