El capital, trabajo muerto, devora la vida
La lucha por destruir el capitalismo y por el socialismo es el único camino. No hay marcha atrás. Informe Político de Red Roja. Octubre de 2011
Red Roja Para Kaos en la Red 5-10-2011
Informe Político de Red Roja. Octubre de 2011
I. La crisis del capitalismo, guerra social contra la clase obrera y los pueblos.
La crisis general del capitalismo, con su epicentro en la UE y en EE.UU., se profundiza y se amplia, sobre todo en los países periféricos de la UE como el Estado español. Cada día es más evidente que los estados mayores de la burguesía y sus gobiernos – más plegados a sus intereses que nunca – saben perfectamente que el capitalismo no tiene, al menos por ahora, solución alguna a su crisis estructural. La barbarie es el horizonte que se prepara para la clase obrera y los pueblos, incluso si el capital es capaz de encontrar alguna vía de recuperación que irá seguida de otra crisis aún mayor. El capitalismo, que es esencialmente una relación social, no se hundirá por sí sólo. Es preciso destruirlo y construir la alternativa.
El marco general de la actual fase del capitalismo, cada vez más nítidamente perfilado, se caracteriza por una gran destrucción y concentración de capital, por la intensificación de los enfrentamientos interimperialistas en su lucha por los mercados y por las materias primas y, sobre todo, por la brutal ofensiva contra la clase obrera en los países del centro del sistema y contra los pueblos de la periferia (Iraq, Yugoslavia, Afganistán, Libia…y los que vendrán) para robarles sus recursos[1].
Día tras día los agresores comprueban que sus ofensivas militares dirigidas a expoliar los recursos naturales de los pueblos no sólo no resuelven la crisis, sino que los duros combates de la resistencia popular convierten a sus guerras imperiales en ciénagas para sus tropas, que obtienen la destrucción y la matanza como único saldo real.
Mientras tanto, la lucha de clases arrecia en el centro del sistema. El programa general que los imperialismos europeo y estadounidense están decididos a imponer por encima de todo, a través de sus representantes políticos de todos los pelajes, es el ataque en todos los frentes a los derechos laborales y sociales de la clase obrera y capas populares. Su objetivo central es apuntalar la competitividad de las multinacionales europeas en un mercado capitalista donde la competencia es feroz y las contradicciones interimperialistas se agudizan.
Los grandes centros de poder del capital y sus gobiernos saben perfectamente que la deuda es la consecuencia y no la causa de la crisis. La tasa de ganancia no ha hecho más que caer desde los años 70 del siglo pasado y no se recuperó, ni siquiera de la mano de las grandes innovaciones en las tecnologías de la comunicación, ni con los espectaculares descubrimientos de nuevos materiales de finales del siglo XX. La atonía de la acumulación y la caída en la inversión productiva y las «soluciones espaciales» – como las deslocalizaciones o la libre circulación de capitales – explican la hipertrofia del sector financiero. La sobreacumulación de capitales que no encontraban inversión rentable en la producción de bienes y servicios se ha dirigido hacia los canales de la valorización ficticia de los activos financieros. Las enormes burbujas inmobiliarias y financieras no han hecho más que posponer el estallido de la crisis, amplificándola de forma espectacular y colocando su epicentro en los centros imperiales del sistema, la UE y EE.UU.
La enorme destrucción de tejido productivo y de empleo, que no ha hecho más que empezar y que es consecuencia directa de la crisis estructural del capitalismo, es la principal causa del déficit y de la deuda pública. Pero en el capitalismo, la amplitud y la velocidad de la destrucción de empresas dependen de su fortaleza o debilidad en la competencia con otras empresas. Por ello, otra de las causas de fondo por las que se incrementa la deuda en el Estado español – al igual que ocurre con Grecia, Portugal e Irlanda – es la enorme debilidad de los sectores económicos hoy fundamentales, la construcción y el turismo, tras la gran destrucción de tejido industrial, minero, agrícola y ganadero impuesta para la entrada en la UE. Todos los Estados en proceso de “rescate” son compradores netos de los monopolios alemanes y franceses, cuyos bancos suministraron los créditos para que se produjera el fabuloso endeudamiento privado (hasta el 50% del PIB asciende la deuda del sector inmobiliario en el Estado español).
A la caída de los ingresos del Estado como producto de la destrucción de empresas, hay que añadir la deuda contraída por los gobiernos para beneficio del capital. El escarnio mayor es que utilicen el pretexto de la deuda – insinuando que somos unos manirrotos y que gastamos lo que no tenemos – para cumplir su gran objetivo: dejar reducido a la miseria todo lo público, privatizar lo rentable e imponer salarios y condiciones de trabajo semiesclavas como las que vienen sufriendo, resultado de las políticas de ajuste desde los años ochenta, las trabajadoras y los trabajadores de países periféricos, para saldar las deudas de sus gobiernos.
Que el déficit y la deuda pública no son más que el pretexto para perpetrar un ataque continuado y sin precedentes contra la clase obrera lo demuestra el hecho de que en todos los países de la UE – independientemente de su nivel de deuda – se están tomando medidas semejantes: retraso en la edad de jubilación y disminución de las pensiones, aumento de los impuestos indirectos, reducción del salario y despidos masivos de empleados públicos, recortes en las prestaciones sociales y, sobre todo cambios en las leyes laborales destinados a asegurar que los patronos imponen sin “traba” alguna las condiciones de trabajo, los contratos, los salarios y los despidos.
El escándalo mayor es que el déficit público y la deuda han sido agravados por decisiones políticas de los gobiernos, antes del PP y después por el PSOE, que han ido dirigidas, sin excepción, a disminuir los ingresos del Estado provenientes de impuestos sobre el capital y las rentas más altas. Por ejemplo a las rentas superiores a los 300.000 euros al año se les han reducido los impuestos en los últimos 15 años en un 37% y se hace caso omiso al enorme fraude fiscal (25% del PIB, 10 puntos por encima de la media de la UE), concentrado en estos mismos grupos. Desde el punto de vista del gasto el resultado es el mismo. El dinero público se destina a financiar el pozo sin fondo de la banca privada (180.000 millones de euros en 2010, más los miles de millones que se preparan para privatizar las cajas de Ahorro) y a subvencionar de mil maneras a los grandes monopolios (empresas inmobiliarias y automovilísticas). El gasto militar público empleado en la compra del armamento más sofisticado para aniquilar pueblos como el afgano o el libio no cesa de aumentar (30.000 millones de euros en los últimos meses). Tampoco paran de incrementarse la financiación a la Iglesia y a sus estructuras educativas (10.000 millones de euros al año), a la Casa Real o a las diversas policías y Guardia Civil.
En resumen, pretenden que el déficit y la deuda incrementada por políticas destinadas a engordar las arcas privadas, políticas militares criminales, represión o financiación de parásitos como la monarquía o la iglesia, sean pagados por las trabajadoras y trabajadores y las clases populares.
II. Una monumental ofensiva ideológica.
Las épocas de crisis son momentos de gran inestabilidad y de alto riesgo para las clases dominantes. Son momentos de medidas violentas, de destrucción de empresas menos competitivas y de grandes oportunidades de ganancia para otras, aunque todas están de acuerdo en reducir salarios e intensificar la explotación. Momentos en que se intensifican los enfrentamientos a muerte entre las diferentes fracciones del capital, se reconfigura la estructura de poder interno, se crean nuevas formas de dominación y sus gobiernos no tienen más remedio que arrancarse las máscaras de legitimidad tras las que ocultaban su esencia opresora.
La democracia parlamentaria aparece con claridad ante las clases populares como la dictadura del capital. El paro masivo, la caída brusca de las condiciones de vida y la desaparición de las prestaciones sociales llevan a las mayorías a percibir con claridad que el Estado ya no es más, ni aún el simulacro, “del Bienestar” sino el estricto instrumento de clase de la burguesía para oprimir y reprimir a la clase obrera y para asegurar – mediante intervenciones militares pagadas con dinero de los trabajadores – su acceso barato y controlado a las materias primas.
En estos momentos, para el capital, es vital minimizar la movilización social y conjurar el riesgo de que la clase obrera y los pueblos organizados comprendan que lo importante no es el partido que gobierne, sino la clase social que tenga el poder. En definitiva, su objetivo prioritario es evitar que los pueblos asuman que es imposible utilizar el Estado burgués contra los intereses de las clases dominantes y que no hay camino alguno para que exista un gobierno de izquierdas en la UE.
La forma en la que PSOE y PP acaban de realizar la reforma constitucional, violentando las más elementales reglas democráticas, y el contenido del nuevo artículo 135 de la Constitución, la obligatoriedad de reducir el gasto social público en 70.000 millones anuales para cumplir los objetivos del déficit y el establecimiento de la “prioridad absoluta del pago de la deuda y de sus intereses sobre cualquier otra partida de gasto”, reflejan con claridad todas las valoraciones que se hacen en el párrafo anterior[2]. Lo que enciende para ellos todas las alarmas es que estas mismas valoraciones – que hace unos meses podrían haber sido acusadas de tremendismo – han pasado a ser expresiones frecuentes en conversaciones de centro de trabajo o de barrio popular, y lo que es más peligroso, en consignas coreadas en manifestaciones multitudinarias.
Era imposible que argumentos justificatorios como que son medidas abstractas y sin eficacia práctica, destinadas tranquilizar a los “mercados”, fueran creíbles para las clases populares a pesar de todo el despliegue mediático utilizado. Los trabajadores y trabajadoras vamos sabiendo que lo que tranquiliza a los mercados, nos aterroriza a nosotr@s. Sobre todo cuando la Reforma Constitucional va acompañada con algo tan brutalmente concreto como la prolongación indefinida del encadenamiento (nunca mejor dicho) de contratos temporales o el mantenimiento del contrato de aprendizaje hasta los 30 años. Estos hechos se incorporan a la conciencia popular y se percibe que se trata del enésimo ataque de los últimos tiempos, que se está acompañando de brutales recortes en la sanidad y en la educación públicas y de que no es nada frente a lo que van a hacer.
El capitalismo, sus gobiernos y sus instituciones son, en momentos de crisis, más vulnerables que nunca, si se acompaña del auge consciente y organizado de la lucha obrera y popular. Saben que ante las dimensiones de la crisis, la anarquía esencial que preside el comportamiento del capital, agudizada en momentos de “sálvese quien pueda”, y la inevitable respuesta al brutal ataque que están obligados a perpetrar contra la clase obrera, el riesgo de una situación revolucionaria es real.
Su estrategia ante la imparable movilización social se construye en varias direcciones:
l Potenciar movilizaciones de carácter espontáneo, desorganizado y desprovisto de alternativa política anticapitalista, apoyando decididamente desde los medios de comunicación aquellas organizaciones que promuevan reivindicaciones formales y que no cuestionen la estructura del poder.
l Evitar que surja un movimiento suficientemente organizado que propugne cambios radicales, que cuestione las instituciones del Estado, de la UE y la OTAN, y que vaya introduciendo en la conciencia de las masas la percepción que no hay esperanza alguna dentro del capitalismo y de que es preciso colocar en el horizonte la necesidad de tomar el poder y construir la única alternativa real, el socialismo.
l Dejar el suficiente espacio a organizaciones políticas, como IU o el Partido de la Izquierda Europea (PIE), que persiguen objetivos inalcanzables como la reforma de la UE, la emisión de eurobonos para abaratar el coste de la deuda, la humanización de las políticas neoliberales con medidas de aumento del gasto social, la democratización de las instituciones, etc. En definitiva incentivar el papel histórico de la socialdemocracia destinado a anestesiar la combatividad de la clase obrera y la radicalidad de la lucha popular con el objetivo de construir “otro mundo posible” sin destruir ni el capitalismo, ni el estado que le sirve y sin tomar el poder.
l Criminalizar y reprimir a las organizaciones que no se someten.
III. Las condiciones de la lucha en el Estado español.
III. 1. El nuevo contexto abierto tras el 15M
Ante la constatación reiterada de la ausencia de voluntad y de la incapacidad de la izquierda institucional, política y sindical, para servir de cauce al enorme malestar social que se viene gestando en los últimos años, y ante la debilidad y dispersión del sindicalismo alternativo y de las organizaciones políticas de la izquierda coherente, la movilización popular ha tomado las calles.
Lo ha hecho de forma contradictoria en los contenidos y con diferente intensidad en las diversas ciudades y pueblos del Estado español.
Si bien los medios de comunicación y las fuerzas políticas de la burguesía se han esforzado en resaltar y aplaudir contenidos como “su carácter apolítico”, “ni de izquierdas ni de derechas”, aquellos objetivos concernientes exclusivamente a la reforma de la Ley Electoral o a las listas abiertas,..etc, lo cierto es que la realidad, que no es ajena a la presencia en el movimiento de la mayor parte de las organizaciones anticapitalistas, les ha desbordado.
El contenido de clase irrumpía masivamente el 19 de junio, poco más de un mes después del 15M, en movilizaciones de cientos de miles de personas en las principales ciudades, sobre todo en Barcelona y Madrid. Lo hacía de la mejor manera posible, profundizando en el carácter asambleario y unitario, señalando claramente el objetivo “Contra el capitalismo y su crisis”, enfrentando todas las contra-reformas adoptadas hasta entonces, denunciando la privatización de los servicios públicos, los desahucios, los despidos, etc.
En contraste, es indispensable señalar la debilidad y la confusión que presidieron las “acampadas del 15M” en Euskal Herría, ocurridas inmediatamente después e ignorando la espectacular victoria electoral de Bildu.
Otras movilizaciones masivas, absolutamente impensables en pleno mes de agosto, como las producidas contra el desalojo de la Plaza de Cataluña y de la Puerta del Sol y la represión consiguiente, la impresionante e inédita manifestación anticlerical contra la visita del Papa y su financiación con dinero público, las potentes movilizaciones de Cataluña contra los recortes en la sanidad, las manifestaciones del 1 de septiembre en diferentes ciudades “Contra la Reforma y contra la Constitución Capitalista Monárquica y negadora de los derechos nacionales de los pueblos”, las manifestaciones el pasado 18 de septiembre en decenas de ciudades del estado con el lema “Banqueros y políticos, sacad vuestras manos de los servicios públicos”, o las recientes y potentes huelgas y movilizaciones contra los recortes en la enseñanza en muchos puntos del Estado, muestran que efectivamente se está acumulando material altamente inflamable.
Una característica general de toda esta escalada de movilizaciones masivas es la ausencia clamorosa en las convocatorias de las siglas mayoritarias, CC.OO. y UGT, excepto en las huelgas de la enseñanza en las que las asambleas de docentes han desbordado a las burocracias sindicales.
Frente al hecho objetivo de que la movilización avanza en la calle, con la participación mayoritaria de trabajadores y trabajadoras, en los centros de trabajo predomina el desánimo y el miedo. Esta situación, frente a la que se da en otros países como Grecia, está directamente relacionada con la hegemonía de unos sindicatos que han hecho del entreguismo y la “paz social” sus señas de identidad.
III.2. El lento y complejo avance del sindicalismo alternativo en la reconstrucción del sindicalismo de clase.
Ante la ofensiva general del capitalismo y de sus gobiernos es preciso señalar que el desarrollo de la clase antagonista como «clase para sí» avanza muy lentamente. Lo que marca el color general del cuadro es precisamente la debilidad del factor subjetivo y la hegemonía ideológica de las clases dominantes sobre las clases populares.
Nada se puede esperar de las burocracias sindicales de CC.OO y UGT, cómplices directos de la patronal y del gobierno en el debilitamiento del movimiento obrero con sus políticas de “pacto social”.
El sindicalismo alternativo, pese a los progresos que se están produciendo en la confluencia programática y en la realización de convocatorias unitarias, avanza lentamente en la construción de la unidad de acción. Más dificultades encuentra aún su coincidencia con la izquierda sindical de nacionalidades como Euskal Herria y Galicia.
Red Roja emitió un Comunicado sobre “la reunión sindical del 17 de septiembre y la reconstrucción del sindicalismo alternativo”[3] en la que tras constatar “la enorme distancia que continua existiendo entre la brutal ofensiva del capital contra la clase obrera y sectores populares – que apenas se ha iniciado – y que pretende liquidar todas las conquistas históricas del movimiento obrero en materia de derechos laborales y de protección social – y la capacidad de respuesta de clase”, apuntaba lo siguiente:
“El nuevo contexto puesto en escena tras el 15M, aún con todas sus contradicciones, abre nuevas posibilidades de fortalecimiento de la lucha popular en el que es necesario y posible fortalecer los contenidos de lucha de clase.
Red Roja, consciente de que la unidad en la lucha es nuestro único arma, apoyará en cada territorio las movilizaciones convocadas para el 29 de septiembre y el 3 de octubre, así como las que se están organizando para el 15 de octubre. Así mismo señalamos la enorme importancia que tiene que las convocatorias de movilizaciones coincidan en el tiempo.
Red Roja apostará decididamente por favorecer el indispensable acercamiento entre diferentes posiciones y por hacer posible en cada territorio el clima de confianza y de unidad imprescindible para que la articulación entre el sindicalismo alternativo y el movimento popular sirvan de cauce efectivo al sentimiento y a la voluntad de lucha que ya se está manifestando y que crecerá ante los nuevos ataques que vendrán.
Las enormes dimensiones de la guerra social que el capitalismo y los gobiernos a su servicio perpetran contra la clase obrera y contra los pueblos, agudizada por la más que probable victoria del PP en las próximas elecciones generales, nos exige que la unidad, desde posiciones de clase y de combate, pase por encima de cualquier otra consideración y nos coloque a la altura de las circunstancias que la más elemental coherencia de clase nos demanda”.
En definitiva, la Huelga General no es sólo una consigna. Lo fundamental es preparar las condiciones para que cuando se dé, represente un avance en el nivel de organización y de conciencia de la clase obrera, a sabiendas de que la Huelga General no es la solución ante las dimnsiones de la gerrra social que enfrentamos. Es, será, un momento en un proceso de acumulación de fuerzas, de desarrollo de la conciencia de clase, que nos debe preparar para llegar a la siguiente en mejores condiciones, incorporando a más trabajadoras y trabajadores y sectores populares, en el seno de una guerra larga contra el capitalismo como sistema general.
Mientras tanto, las luchas concretas o sectoriales, como las importantes movilizaciones por la enseñanza y la educación públicas, contra las hipotecas y por el derecho a la vivienda, o las que se dan en diferentes empresas y sectores ..etc, deben pasar de ser luchas parciales y aisladas, a cobrar pleno sentido como parte en un movimiento general de lucha anticapitalista obrera y popular y, solo en esa medida, como eslabones del proceso de acumulación de fuerzas.
III. 3. El caso Bateragune. Una nueva sentencia de un pribunal español contra el pueblo vasco.
Comunicado de red Roja. http://www.redroja.net/index.php/comunicados/509-una-nuena-sentencia-d
IV. Las elecciones del 20N y el avance de la propuesta programática común.
IV. Las elecciones del 20N y el avance de la propuesta programática común.
El adelantamiento electoral ha sido impuesto por los estados mayores de la burguesía española e internacional a un Gobierno PSOE que ha dilapidado todos los restos de credibilidad que pudiera haber tenido para las capas populares y que ya no les sirve para implementar los draconianos programas de ajuste en materia de relaciones laborales, de recorte de salarios y de pensiones, de avance en las privatizaciones de lo que queda de sector público y de liquidación de prestaciones sociales que están preparados.
La Reforma Constitucional ha sido el símbolo más evidente de su enorme debilidad. Como decíamos en nuestro comunicado 4: “Zapatero y Rubalcaba han decidido marcharse llevando hasta sus últimas consecuencias el papel histórico de la socialdemocracia, y del PSOE en particular, servir de mamporreros al capital. Su propuesta de nuevo artículo 135 de la Constitución podría parecer un esperpento y hasta un harakiri político: pocas semanas antes de las elecciones deciden ejecutar una de las propuestas estrella del PP dejando a su candidato con cara de póker en absoluto fuera de juego. Podría parecerlo, si no fuera porque ya no puede ocultarse una realidad que es cada vez más del dominio público: no hay margen para los matices políticos en un capitalismo que se debate en una crisis general sin salida”.
Las elecciones generales del próximo 20N llegan en un momento en el que la credibilidad del sistema político, incluyendo la propia Constitución de 1978 está bajo mínimos. La más que previsible victoria del PP se producirá por el hundimiento del voto de izquierda que tenía el PSOE y por la incapacidad de IU de constituirse en referente del malestar social y la movilización popular. El penoso episodio de su condena a IU-Extremadura por no haber votado a favor del PSOE para “cerrar el paso a la derecha”, junto a las declaraciones de sus líderes ofreciéndose, una vez más, a apoyar al PSOE o su negativa a cuestionar a la dirección de CC.OO., son ejemplos recientes que confirman su incapacidad absoluta para erigirse en alternativa alguna.
Red Roja plantea que la participación electoral, entendida como un arma más en la lucha revolucionaria, sólo tiene sentido cuando la movilización de masas ha reconocido a un determinado referente político y no por autoproclamación. Entendemos que la enorme diversidad política de los pueblos del Estados español, principalmente la derivada del hecho nacional, pero no sólo por él, y la variedad de experiencias de lucha que ha producido una gran pluralidad en la izquierda política, sindical y social, exige que ese referente político sea unitario y se articule como un Frente o Bloque.
Por esas mismas razones el proceso de construcción de ese Bloque debe, inevitablemente, [de] realizarse desde la base, construyéndose como expresión de la voluntad unitaria expresada en la lucha obrera y popular y reconocido por la misma.
Esas circunstancias no se dan y Red Roja no se presentará a las elecciones, entendiendo que el gasto de recursos y de esfuerzos que exige una campaña electoral no tiene sentido emplearlos en conseguir unos cuantos miles de votos, máxime cuando la lucha social entra en momentos álgidos y todas las fuerzas son pocas. Todo ello sin olvidar la vigencia de una drástica legislación represiva, una Ley de Partidos que excluye a determinadas fuerzas del juego político o electoral y una Audiencia Nacional que encarcela a dirigentes como Otegi.
No partimos de ningún purismo anti-electoral, aunque que sabemos que el proceso está trucado en esencia, que sirve exclusivamente a la legitimación institucional de los intereses de la burguesía y estamos convencid@s de que las condiciones para la transformación social se engendran por la lucha de masas. La participación electoral de una fuerza real, reconocida como tal por la clase obrera y capas populares, puede ser un instrumento más de lucha, si se dan esas condiciones.
Por el contrario, Red Roja sí «participará» en las elecciones. En un momento tan grave como el actual, cuando los partidos políticos institucionales se disfrazan de oponentes para mejor vender su mercancía, entendemos que es preciso desenmascararles, hablar con la gente de las causas reales de los desastres que nos caen encima, de sus verdaderos responsables y del programa alternativo. Vamos a hacerlo en las asambleas populares, en las fábricas, en las universidades, en los lugares de reunión de barrios y pueblos. Y lo que es más importante vamos a invitar a todo tipo de organizaciones que compartan en líneas generales ese programa común, que no es patrimonio nuestro porque ha sido ya propuesto en plataformas unitarias de todo tipo, a que lo expliquen con nosotras y nosotros.
Creemos que con ello contribuimos a realizar lo más urgente: fortalecer la conciencia popular y mostrar que existen alternativas que serán posibles en la medida que la lucha, la organización y la movilización social las haga suyas.
5 de octubre de 2011
[1] Un análisis general más detallado puede encontrarse en el Informe Político aprobado por la Asamblea General de Red Roja del mes de julio de 2011 http://www.redroja.net/index.php/documentos/471-articular-la-resistenc