Las inesperadas protestas sucedidas en los últimos días en las principales urbes brasileñas, exigen un esfuerzo para comprender las posibilidades y los límites de estos movimientos. Un elemento a considerar es la percepción sobre la clase política que existe en la sociedad brasileña en general y en los sectores medios en particular, como una casta privilegiada alejada de los reclamos sociales. Es posible que esto tenga su cuota de verdad, a partir del triunfo petista de 2002 y su transformación en un partido-estatal, lo que supuso su redireccionamiento de una articulación centrada inicialmente en torno a los movimientos sociales hacia las necesidades de la arena político-gubernamental.
El rechazo al Congreso como antro de corrupción y de los partidos políticos viene de lejos, incluso desde el impeachment al presidente Collor de Melo en 1992 (es preciso recordar que el mismo Collor hizo su campaña de 1989 contra la corrupción de los políticos, y así le ganó a Lula en ese entonces). Desde allí los grandes medios de comunicación oficiaron como formadores de opinión exigiendo contra la corrupción de los políticos.