Categorías
Derechos Humanos General Nacional

El golpe y sus cómplices civiles

El golpe y sus cómplices civiles

Escribe:  Carlos Bach

Videla y monseñor Arana. Santa Rosa, La Pampa. 1977
Videla y monseñor Arana. Santa Rosa, La Pampa. 1977 foto: http://fototecabernardograff.wordpress.com/

El 24 de marzo de 1976, Argentina sufrió el golpe militar más sangriento de toda su historia. Con el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, Videla y Massera golpearon a la clase obrera mediante secuestros, torturas y desapariciones. Todo para imponer el plan económico de Martínez de Hoz, al servicio de la liquidación de las conquistas sociales y el saqueo del país. El genocidio se puso al servicio del FMI, de los grandes empresarios extranjeros y nacionales como Techint, Amalita Fortabat, Pérez Companc, Pescarmona y Macri. Al servicio del capital financiero y de la estafa de la deuda externa.

El país pasaba a integrar el grupo de naciones latinoamericanas gobernadas por gobiernos de facto (junto a Chile, Brasil, Bolivia, Paraguay, entre otros), víctimas del Plan Cóndor, pergeñado por la CIA y EE.UU.

Los militares no dieron el golpe solos. Tuvieron el invalorable apoyo de varios de los partidos patronales, la UCR y un sector del peronismo. Ellos aportaron intendentes en varias ciudades del país -UCR: 310 intendentes, PJ: 192, Demócrata Progresista 109, entre otros-. Días antes del golpe, Ricardo Balbín -líder por entonces de la UCR- definía a las huelgas como “guerrilla industrial” y decía que las “Fuerzas Armadas son las mejores que he visto en mi vida” (La Prensa, 16/3/76). Algunos justicialistas en vez de defender al gobierno elegido en las urnas en 1973, que ellos encabezaban, se pronunciaron a favor de los golpistas. La cúpula de la Iglesia Católica bendijo el golpe. Los empresarios fueron cómplices. Recordemos que el abogado de Siemens era José Alfredo Martínez de Hoz. Muchos de los miles y miles de delegados y activistas desaparecidos fueron sacados directamente desde adentro de las fábricas. Uno de los casos más graves fue la masacre de Mercedes Benz, donde la patronal -junto a la burocracia del SMATA de José Rodríguez- logró que catorce de los dieciséis delegados fueran asesinados.

Una de las repudiables herencias de la dictadura fue la deuda externa. Los grupos económicos que se desarrollaron al calor de sus negocios con los milicos (obras del mundial 78, autopistas, contratos fraudulentos con empresas públicas), se habían endeudado por otros 13.000 millones. Ahí fue cuando, en el final de la dictadura, apareció el “joven” Cavallo en su cargo de presidente del Banco Central, para decretar la estatización de la deuda privada. De un plumazo los grandes pulpos quedaban libres de deudas y el Estado argentino asumía en su debe 26.000 millones. Como quedó demostrado años más tarde gracias a la investigación de Alejandro Olmos, esos 26.000 millones de dólares se componían de créditos, en muchos casos inexistentes. El FMI, por su parte, no sólo promovió y avaló este endeudamiento, sino que fue el primero en reconocer a la dictadura, otorgándole un crédito a días de producido el golpe.

En 1982, cuando la situación económica y social era desastrosa, la dictadura, en un intento por recobrar algo de popularidad, invade las Malvinas. Inglaterra, con Margaret Thatcher y el apoyo de la OTAN y los Estados Unidos, logra recuperarlas. Pese al heroísmo de los combatientes y la movilización popular en apoyo de la recuperación, Galtieri se rindió. Esto, sumado al odio a la dictadura, hizo que el pueblo entero saliera a las calles exigiendo a los militares que se vayan, cayendo la dictadura vía la movilización.

A fines de ese año se convoca a elecciones, asumiendo en 1983 Raúl Alfonsín. Se hizo el juicio a las juntas, logro del pueblo movilizado, pero con el correr de los años Alfonsín no tardó en promulgar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Eran vergonzosas concesiones a los carapintadas que se sublevaron en Semana Santa, a quienes se capituló mediante la firma de un acta refrendada incluso hasta por el Partido Comunista.

Con Menem-Cavallo vendrían los aberrantes indultos en diciembre de 1990, que una movilización de 150.000 personas no pudo evitar. Y el robo de las privatizaciones. Luego Cavallo vuelve a aparecer como ministro de Economía de De la Rúa, y hoy en día continúa en la impunidad, dando cátedras por el mundo.

A pesar de que la burguesía hace todo por que olvidemos, el pueblo sigue luchando, reclamando por la aparición de Julio López y no duda en hacerse escuchar ante cada hecho de represión (Kraft, Andagalá). Tampoco se deja llevar por el doble discurso de Cristina que dice defender los derechos humanos mientras mantiene los indultos y paga la deuda de Martínez de Hoz. A pesar que la impunidad sigue, son miles y miles quienes siguen movilizados contra ella.

Muchas cosas quedaron pendientes en más de tres décadas de lucha. Mientras nos sigan gobernando los partidos patronales que sostienen este sistema capitalista, no habrá salida para el pueblo trabajador. Es imprescindible lograr nuevos dirigentes políticos y sindicales y construir el partido socialista revolucionario que sirva para unir a toda la izquierda y luchar por un gobierno de los trabajadores. Para terminar de fondo con la impunidad, al igual que con los modelos económicos y planes de ajuste al servicio de las multinacionales y el imperialismo. En el camino de avanzar en construir una Argentina Socialista. Ese es el compromiso de nuestro partido en este nuevo aniversario del golpe genocida.

El Socialista 17/03/10

Foto: gentileza http://fototecabernardograff.wordpress.com/

Los comentarios están cerrados.