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Otro invierno sin gas

Otro invierno sin gas

Caos para conseguir una garrafa. Precios por las nubes. Empresas que paran la producción y la reaparición del fantasma de suspensiones o recortes salariales. Todo mientras el gobierno de Cristina, gran defensor de los negocios de las petroleras, niega que exista “ningún problema de abastecimiento”

Escribe:    José Castillo

Siempre lo mismo. Si hace frío, porque hace frío. Si hace calor, porque hace calor. Todos los años escuchamos la misma excusa: nos encontramos ante un invierno (o verano) “único”, “irrepetible” y “esta vez” (sólo “esta vez”) el consumo energético fue récord y superó la capacidad de sostenerlo. Por eso se corta o baja la presión del gas (para los “privilegiados” que tiene conexión de red natural) o “desaparecen” las garrafas (o “reaparecen” a valores astronómicos) para el resto. O, como suele pasar en verano, empiezan los cortes de luz.

Hace apenas dos semanas, el ministro de Planificación, Julio De Vido, afirmaba: “problemas energéticos en Argentina no hay. Sólo cuando existen picos de demanda de gas se corta a los contratos interrumpibles. No hay crisis energética” (Clarín, 17-07).

Pero llegó la ola de frío, y el desastre. Desde el hecho más básico: ahí donde hay red de gas natural, prendemos una hornalla y vemos ese color “amarillo” en la llama. Es que las empresas distribuidoras inyectan el gas con menos presión, para que “les dure más”. Conclusión: las estufas no andan, los calefones no calientan, para cocinar se tarda el doble. Y esto es apenas una anécdota menor frente al drama de millones de compatriotas que directamente no tienen gas natural y deben recurrir a las carísimas e inencontrables garrafas (ver nota aparte). También hay desabastecimiento de GNC en las estaciones de servicio. Y muchas empresas paran la producción ante la falta de gas.

La continuidad de la política menemista

Nuestro país tiene gas y petróleo. Pero en vez de utilizarlo para nuestro desarrollo, se ha transformado en un lugar prioritario de saqueo. Del desguazamiento de Gas del Estado salieron los negocios de la extracción y la estafa de transportadoras y distribuidoras, que cobran fortunas mientras no cumplen ninguna de sus obligaciones de inversión. Similar situación sucede con el petróleo, desde la venta de la estatal YPF. En muchos casos, las empresas ganadoras son las mismas, encabezadas por Repsol, la transnacional española que tiene de socio minoritario a Ezkenazi, el paradigma de empresario kirchnerista.

El panorama es desolador. Se ha priorizado la sobreexplotación de los pozos para exportar, antes que la exploración de nuevos yacimientos. Las reservas probadas de gas, que antes de la privatización llegaban a 30 años, hoy apenas si alcanzan a 7. Y en el caso del petróleo, a 11 años.

Como ya denunciamos muchas veces, vamos camino a quedarnos sin esos vitales recursos, y a tener que importarlos en su totalidad. La producción de gas viene cayendo ininterrumpidamente desde 2004, y la de petróleo desde 1998. Pero además, por falta de inversiones, ni siquiera tenemos infraestructura para transportarlo. Apenas si tenemos capacidad para 130 millones de metros cúbicos de gas por día, cuando la demanda nacional es de 170. Ya hoy, para cubrirla, se importa gas de Bolivia y fuel oil en barco de Venezuela. Los buques regasificadores, muchísimo más caros que la producción local, hoy son un recurso habitual desde que llegaron por primera vez en 2008.

Nuestro sistema energético es un verdadero caos. Las grandes empresas del sector, que extraen y venden al exterior, apenas si tienen la obligación de repatriar sólo el 30% de las divisas. Mientras tanto, no exploran ni invierten en infraestructura. Las transportadoras y distribuidoras se siguen llenando los bolsillos con los subsidios del Estado. Para “garantizar” el servicio, ya llevan cobrados 2.400 millones de dólares desde que comenzó el año, tres veces más de todo lo que gastó en el mismo período el ministerio de Salud.

Los Kirchner priorizan el saqueo antes que el abastecimiento

No se trata sólo de “mala administración”. Es un hecho que los Kirchner, ya desde sus años en Santa Cruz, establecieron una alianza estratégica con los pulpos del gas y el petróleo. Esto viene desde el mismísimo momento en que pusieron el avión de la gobernación para garantizarle a Menem los votos necesarios para la venta de YPF.

Ahora, sus empresarios “K”, como Eskenazi o Cristóbal López, están entrando como socios “menores” en el saqueo de esos recursos estratégicos. O se prenden en el “otro negocio”, el de importar gas a precios 3 o 4 veces mayores a los locales. Y a todos se les garantiza, con la vista gorda de los entes reguladores que deberían controlar, la violación a todas las reglas contractuales en términos de obligación de abastecimiento o nuevas inversiones.

Hace un año, el gobierno de Cristina quiso favorecer a estas mismas empresas con un aumento sideral de las tarifas. Logramos pararlo con la movilización, saliendo de ahí un extendido movimiento donde confluyeron asambleas barriales contra el tarifazo, asociaciones de usuarios, organizaciones de trabajadores y partidos políticos con un eje común: la única salida pasa por la reestatización. La crisis energética nos plantea retomar ese movimiento, con idénticos métodos y objetivos.

Néstor Kirchner avaló la privatización menemista de YPF

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El Socialista 28/07/10

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