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La Argentina que deja Néstor Kirchner, el “Restaurador”

HUELLA KIRCHNER: CLAVES PARA ENTENDER LA POLÍTICA CON ‘K’

La Argentina que deja Néstor Kirchner, el “Restaurador”

Ilustración Emma Gascó

Del “que se vayan todos” al multitudinario homenaje a Néstor Kirchner hay 10 años de cambios. DIAGONAL analiza las transformaciones desde los movimientos sociales.

Martín Cúneo y Emma Gascó

“Con el matrimonio Kirchner se han logrado cosas que antes parecían imposibles”, dice sentado en la biblioteca de su casa Osvaldo Bayer, historiador y militante anarquista, en cuyo libro se inspiró la película La Patagonia Rebelde. “Gracias a la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final fue posible juzgar a los criminales de la dictadura. También fue positiva la devolución del dinero de las jubilaciones privadas al Estado y muchas otras medidas que fueron dejadas de lado hasta ahora. Aunque no se logró todo lo que habría que haber hecho para democratizar el país; porque no hay verdadera democracia mientras haya villas miseria y niños con hambre. Por eso hay que seguir empujando”.

Cuando en 2003 Néstor Kirchner fue elegido presidente con el 22% de los votos, su nombre impronunciable apenas era conocido por una pequeña parte de los argentinos. El rechazo popular a los políticos tradicionales fue más importante que sus propuestas electorales o su pasado como gobernador de la provincia de Santa Cruz, donde cumplió un papel importante en la privatización de la petrolera estatal YPF.

“Antes de ser presidente nunca le habían importado los derechos humanos y fue totalmente menemista en su concepción económica”, relata a DIAGONAL Enrique Fukman, de la Asociación de Ex Detenidos y Desaparecidos. “Entonces, ¿qué le llevó a cambiar de política?”, se pregunta este activista, detenido y torturado en la Escuela Mecánica de la Armada. “Lo que pasó”, se responde a sí mismo, “es que los vientos habían cambiado”.

La crisis del modelo económico neoliberal de los ‘90 no había tardado en llegar. Desde 1998 a 2002, el PIB había caído un 19% y la inversión un 60%, el desempleo afectaba al 24% de la población y la pobreza al 50%. Las marchas contra la impunidad, el nacimiento de los movimientos de piqueteros, de desocupados, de jubilados, las luchas laborales y, después del estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001, la incorporación a la protesta de los sectores medios con las asambleas barriales y los cacerolazos contra el sistema bancario “empezaron a cambiar el consenso social”, recuerda Fukman.

En las elecciones legislativas de 2001 el voto en blanco y el voto impugnado, el llamado ‘voto bronca’, ya se había convertido en la primera fuerza política. “Si las asambleas barriales se encontraban con un político lo escracheaban espontáneamente, no importaba de qué partido fuera. Y eso es lo que viene a cambiar el Gobierno de Kirchner”, dice Carina López, del Frente Popular Darío Santillán (FPDS), una plataforma de movimientos de trabajadores desocupados que se mantiene independiente del oficialismo.

Néstor Kirchner, sin una base social propia, “supo hacer una relectura correcta de cuáles eran las demandas sociales, una demarcación de cuál es el espacio que cedería a las demandas populares”, admite a DIAGONAL Franco Basualdo, también activista del FPDS. El objetivo era, según Basualdo, devolver la estabilidad, la legitimidad a las instituciones.

Al final del túnel

La salida de la crisis, según afirma el economista Eduardo Lucita, miembro de Economistas de Izquierdas, se produjo gracias a dos medidas que no tomó el kirchnerismo, sino dos administraciones provisionales anteriores: “Una fue el no pago de casi el 80% de la deuda externa durante 38 meses. Esto permitió al Estado salir de la crisis financiera y recomponerse. La otra fue una enorme devaluación, que pulverizó los salarios, pero mejoró las finanzas del Estado al devaluar también las deudas que tenía en pesos, mientras los ingresos se mantenían en dólares por las exportaciones, que rápidamente reaccionaron de forma favorable”.

Durante los años ‘90, el modelo económico, basado en el ajuste fiscal, las privatizaciones y la paridad entre el peso y el dólar, había favorecido el endeudamiento, la especulación y una fuerte alianza con los sectores financieros. “A partir de la devaluación de 2002”, explica Lucita, “se cambia el orden de alianzas”: el sector financiero y las empresas privatizadas ceden su lugar preponderante a los sectores industriales y agrarios. La reactivación industrial, el crecimiento de las exportaciones, sobre todo de la soja, y los efectos beneficiosos de “una economía mucho más productiva”, según Lucita, favoreció la mejora de las condiciones sociales, el descenso del paro a cifras inferiores al 10% y una recuperación de salarios al nivel de 2001.

Nestor Kirchner y Cristina Fernández Kirchner a partir de 2007 aprovecharon la mejora de la economía para “desarrollar una política de subsidios”, explica Lucita, “no sólo con los sectores desocupados y marginales, sino también con las empresas de servicios públicos privatizados para que no aumentaran las tarifas”, además de lanzar medidas sociales como el aumento de las jubilaciones o un apoyo sostenido a la creación de cooperativas.

Sin embargo, la acción distributiva del Gobierno no ha limado las desigualdades. Tan grandes han sido las ganancias empresariales que “la distribución del ingreso sigue siendo prácticamente la misma que en 2002”, asegura Lucita. La dependencia de los altos precios internacionales de la soja, un cultivo altamente perjudicial para el medio ambiente y que ha desplazado a otras actividades destinadas a la alimentación como la ganadería, es una de las críticas más habituales al kirchnerismo.

“En 2002 todas las organizaciones estaban en la calle para conseguir reivindicaciones”, recuerda Carina López, del FPDS. “Con el kirchnerismo, el Gobierno da alimentos, planes, apoyo económico para emprendimientos productivos, hasta un lugar institucional a las organizaciones que se suman al proyecto. Pero al mismo tiempo mantiene una política muy dura de deslegitimar a los que se mantienen en las calles”.

Verónica Marzano, de Lesbianas y Feministas por el Derecho al Aborto señala el doble discurso oficialista en cuestiones de género. Por un lado, el Gobierno aprueba la ley de Matrimonio Homosexual y lanza la Asignación Universal por Hijo, un subsidio mensual que el Estado da a condición de que cada niño esté escolarizado y vacunado, algo que “impacta en primer lugar en las mujeres”. Por otro, recuerda Marzano, el aborto sigue penalizado, dejando a las mujeres en la indefensión total.

División del movimiento social

Esta situación inédita ha provocado divisiones internas en algunos de los movimientos sociales más fuertes, como es el caso de las fábricas y empresas recuperadas o del movimiento de trabajadores desocupados. En el ámbito de los derechos humanos, las divisiones entre organismos dedicados a pedir justicia por los crímenes de la dictadura y los grupos que pretendían mantener una posición crítica con el Gobierno por los abusos en el presente estaban servidas.

Estas pugnas internas se vieron alimentadas por la derecha y los grandes medios. “Se crea una polarización –cuenta Fukman–, de ‘estás conmigo o contra mí’. Y la izquierda no ha sabido dar alternativas”. Para Lucita el problema es que “se ha perdido capacidad de desarrollar políticas independientes. El kirchnerismo lo confronta todo y obliga a tomar posición, pero en los últimos debates no puedes quedarte al margen”. El economista pone como ejemplo la polémica en 2009 sobre el pago de la deuda externa: “La crítica de la derecha es que hay que pagarla con el presupuesto, no con reservas como propone el Gobierno. Para los trabajadores es mejor pagarla con reservas porque de la otra forma hay que hacer ajustes. El Gobierno planteó esto como algo de izquierdas, cuando lo progresista era no pagar la deuda”.

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Diagonal     30/11/10