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Noviembre de 1918-Enero de 1919 / A 105 años de la revolución alemana

Pero la marea huelguística no se detenía. El gobierno debió legalizar la jornada de 8 horas, ya impuesta en los hechos. El 16 de diciembre, 250.000 manifestantes exigieron en Berlín la socialización de la producción y otorgar el poder a los consejos. En enero de 1919, Ebert lanzó una ofensiva contra los revolucionarios y la vanguardia obrera. El nuevo Jefe de Policía, el “socialista” Gustav Noske, pactó con el Comando Militar Supremo del káiser y sus paramilitares monárquicos (freikorps) para desatar la represión ante la huelga general insurreccional convocada por el Comité Revolucionario. Tras cinco días de cruentos combates, el 15 de enero, los revolucionarios fueron derrotados por las tropas del gobierno “socialista”, siendo muchos de ellos fusilados.

A pesar de este duro golpe, el ascenso revolucionario y los consejos se mantuvieron hasta 1923. Ese año comenzaría el retroceso del movimiento obrero. Al mismo tiempo, daría sus primeros pasos en Munich un oscuro cabo del ejército, Adolf Hitler: nacía el nazismo.

La debilidad del partido revolucionario

La traición del SPD y la Segunda Internacional había comenzado en 1914 cuando su conducción, burocratizada y jugada a la defensa del capitalismo, avaló que cada gobierno imperialista se lanzara a la guerra, llevando a los obreros a una carnicería.

En Alemania, cuando se aprobaron los créditos de guerra, el 4 de agosto de 1914, sólo uno de sus diputados se opuso, Karl Liebknecht, quien denunció el carácter burgués imperialista del conflicto y fue expulsado del SPD. En 1916, fue preso junto a Rosa Luxemburgo, acusados de “alta traición”. Ese mismo año, Luxemburgo y Liebknecht fundaron la Liga Espartaco. Una organización pequeña, que comenzó a ganar influencia al calor del ascenso revolucionario. Eran aliados de los bolcheviques y en la “revolución de noviembre”, tras su liberación, se negaron a apoyar al gobierno burgués del SPD y propusieron que los consejos obreros tomaran el poder.  

Los espartaquistas fundaron en enero de 1919 el Partido Comunista Alemán (KPD), mientras crecía su influencia. Pero los “socialistas” reformistas del SPD aún mantenían su dominio mayoritario sobre los trabajadores. En su defensa encarnizada de la burguesía, el SPD cometió el crimen atroz de fusilar, el 19 de enero, a Karl Liebknecht y a Rosa Luxemburgo, luego de que fueran detenidos. El cuerpo descuartizado de Rosa fue arrojado al canal Landwehr del río Spree en Berlín.

La revolución alemana expuso con toda crudeza la importancia de construir partidos revolucionarios. La caída del emperador alemán fue comparable a la caída del zar ruso, lo que Nahuel Moreno denominó una “revolución socialista inconsciente”.2 En Berlín se formó un gobierno “socialista” análogo al Gobierno Provisional ruso de Kerensky con los mencheviques y socialrrevolucionarios. Pero mientras estos fueron expulsados del gobierno y bajo la conducción bolchevique triunfó la revolución socialista de octubre, en Alemania la traición de los reformistas logró su objetivo. La diferencia estuvo en que en Rusia, durante décadas se había construido el partido bolchevique, forjado en la acción revolucionaria y dispuesto a encabezar la lucha por el poder en una insurrección cuidadosamente planificada cuando se hubiera ganado a la mayor parte de los soviets obreros.

En Alemania, por el contrario, la heroica vanguardia que encabezaban Luxemburgo y Liebknecht, no compartían la necesidad imprescindible de construir ese partido de combate y con centralismo democrático. Al estallar la revolución, los espartaquistas crecieron y se fortalecieron pero no pudieron construir en pocos meses lo que había costado décadas a los revolucionarios rusos. Esto facilitó el éxito de la acción contrarrevolucionaria de Ebert, el SPD y sus aliados burgueses, que golpearon sin piedad contra los revolucionarios alemanes. La pervivencia de falsos “socialistas” que en la actualidad promueven la conciliación de clases y llevan a los pueblos a nuevas decepciones, plantean la imperiosa necesidad de construir partidos revolucionarios.

 

1. Ver Erich Maria Remarque. “Sin novedad en el frente”, Editorial Edhasa, Barcelona, 2023 y la película homónima de Edward Berger de 2022 (Netflix).

2. Ver Nahuel Moreno. “Revoluciones del siglo veinte”, CEHus, Buenos Aires, 2021 en www.nahuelmoreno.org


Trotsky y la revolución alemana de 1918

“[…] Ha quedado demostrado que, sin un partido capaz de dirigir la revolución proletaria, ésta se torna imposible. El proletariado no puede apoderarse del poder por una insurrección espontánea. Aún en un país tan culto y desarrollado desde el punto de vista industrial como Alemania, la insurrección espontánea de los trabajadores en noviembre de 1918 no hizo sino trasmitir el poder a manos de la burguesía. Una clase explotadora se encuentra capacitada para arrebatárselo a otra clase explotadora apoyándose en sus riquezas, en su “cultura”, en sus innumerables concomitancias con el viejo aparato estatal. Sin embargo, cuando se trata del proletariado, no hay nada capaz de reemplazar al partido.”1 “Después de la [primera] guerra, se produjeron una serie de revoluciones que significaron brillantes victorias: en Rusia, en Alemania, en Austria-Hungría, más tarde, en España. Pero fue sólo en Rusia donde el proletariado tomó plenamente el poder en sus manos, expropió a sus explotadores y, gracias a ello, supo cómo crear y mantener un Estado obrero. En todos los otros casos, el proletariado a pesar de la victoria se detuvo, por causa de su dirección, a mitad de camino. El resultado de esto fue que el poder escapó de sus manos y, desplazándose de izquierda a derecha, terminó siendo el botín del fascismo.”2

1. León Trotsky. “Lecciones de octubre” [1924] CEHuS, Buenos Aires, 2017.
2. León Trotsky. “¿Adónde va Francia?” [1934] Ediciones Pluma, Buenos Aires, 1974.

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