¿Golpe de Estado o “revolución permanente”?
Santiago Alba Rico
Rebelión
El golpe de Estado en Egipto, entre otros efectos, ha levantado una polvareda en la que es difícil distinguir las posiciones de unos y otros, hasta tal punto se cruzan de manera promiscua y a veces delirante. Conviene, pues, aclarar de qué y desde dónde estamos hablando.
Hay un sector de la izquierda que llamo “estalibán” que, siguiendo aquí a Bachar Al-Assad, está a favor del golpe de Estado porque derriba una “dictadura islamista” cómplice de Israel y los EEUU.
Hay otro sector, un poco más consecuente, pero en la misma lógica complotista, que desconfió desde el principio de las revoluciones árabes -a las que siempre negó su condición de tales- y que condena ahora el golpe de Estado por la misma razón: porque, según ellos, tanto esas revoluciones como este golpe de Estado son maniobras de Israel y los EEUU para remodelar la zona acomodándola -como se acomoda uno en un sillón- a sus intereses.
Con estas dos posiciones he discutido tanto que cualquier cosa que añadiera ahora resultaría redundante. Tan sólo recordar que la proliferación de “agendas” más o menos autónomas en la región (como efecto de la resistencia criminal de Bachar Al-Assad y el conflicto armado generado en Siria) invita a pensar, por ejemplo, que son los saudíes, más que los estadounidenses, los que han derribado a Mursi de su condición de primer presidente civil electo en la historia de Egipto.