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El oficialismo quiere construir un mito

El oficialismo quiere construir un mito

Por Susana Viau
Especial para Clarín

ACTO. MILITANTES KIRCHNERISTAS, AYER, EN LA BIBLIOTECA NACIONAL.

En algunas, excepcionales, circunstancias los hombres, privados de la certeza de estar viviendo la Historia, convocan a su hermana menor y se empeñan en la invención de un relato mitológico que llene de sentido la existencia y cohesione los grupos humanos a los que pertenecen. La necesidad de ese cemento parece recorrer hoy las filas del oficialismo. Para que cumpla con esa función unificadora, los intelectuales y gremialistas K, igual que Calipso a Ulises, le ofrecen a la memoria de su jefe muerto el privilegio de la inmortalidad.

La Presidente colocó una piedra fundamental de esa construcción al afirmar, a los pocos días del fallecimiento de su marido, frente a los obreros metalmecánicos de Córdoba y sin que hiciera falta llamarlo por su nombre, que “él” “consumió su vida” por la Argentina . Una frase cautelosa que emparentaba, sin embargo, a su compañero con Eva Perón; una fórmula ambigua que daba a entender, sin cometer la torpeza de la explicitación, que Néstor Kirchner no había sido vencido por la enfermedad; lo había devorado el fuego de la pasión , había pagado con su salud el precio de la epopeya. Y, se sabe, el desprecio por la suerte personal es el componente básico de la pasta de los héroe s.

Menos sutileza tuvo el politólogo Ernesto Laclau. En un artículo publicado por los mismos días sostuvo que se había ido “el estadista de mayor envergadura de los últimos cincuenta año s”. Era una opinión. Estaba en su derecho de escribirla. Más discutible, sin embargo, fue la afirmación de que el ex presidente había producido “ la ruptura más radical con el pasado dictatorial que haya tenido el continente latinoamericano”. Un ranking sin parámetros objetivos y que relegaba a ultimísimos puestos el Juicio a las Juntas o, incluso, la caída de las dictaduras de Fulgencio Batista y de Anastasio Somoza.

Adentrándose en la dimensión del mito, Laclau admitió que ese hombre de “firmeza de acero (…) ya no será una bandera para las luchas, pero se ha transformado en algo más importante: en un símbolo para las conciencias ”. También porque la desmesura es propia de la esfera de los mitos es que Laclau aventuró que las exequias de Kirchner constituyeron unas de las demostraciones de “pesar colectivo más inmensas — o quizás la más inmensa— de la historia argentina”.

El politólogo residente en Londres auguró tiempos oscuros para todos aquellos que imaginaran que “ahora Cristina está sola y tendrá que contemporizar con la oposición”. “Los que eso piensan –predijo con acierto— van a encontrarse con una sorpresa”.

El de Laclau no fue un esfuerzo solitario. Hasta ahora, la interpretación mayoritaria reconocía en Kirchner la capacidad de haber construido masa crítica en base a una inteligente lectura de las demandas de los manifestantes de diciembre de 2001, los mismos que había ahuyentado de las calles de su provincia. Jorge Aleman, psicoanalista del Grupo Cero, agregado cultural de la embajada argentina en Madrid, en cambio, dibujó sobre el ex presidente el perfil de un pionero, de un visionario: “ iba siempre más lejos que la sociedad civil ”, afirmó, y dio cuenta del “privilegio de haber sido su contemporáneo”. Nadie dice eso sin pensar en la estatura histórica de Napoleón Bonaparte o de Julio César.

El filósofo Ricardo Forster, por su parte, descubrió que “en el nombre de Kirchner se encierra el enigma de la historia ”. Para el director de la Biblioteca Nacional, el sociólogo Horacio González, el santacruceño entró en la política como “una espada tajante ”, como “una saeta” y su ausencia desató una “ inesperada tragedia pública ”. La idea de fugacidad, de brevedad suele ser consustancial a la imagen del héroe; la tragedia remite a los hados funestos, a la impiadosa intervención de los dioses. La periodista de “6,7,8”, Sandra Russo, igual que la presidente, habló de la “entrega final”, adjudicándole a Kirchner una voluntad redentorista que le hizo “esculpir lo maravilloso sobre la arcilla mugrienta que éramo s”.

De todos modos, fue la CGT la que, tal vez por no manejar los registros más sutiles, rozó el disparate. Dividido en dos, su último afiche callejero dedica una mitad a la foto del ex presidente fallecido; la otra, al texto de una canción escrita por un brillante periodista uruguayo, Carlos María Gutiérrez. La música de aquel tema pertenecía a José “Pepe” Guerra, integrante del trío “Los Olimareños”. Y fue el propio Guerra quien disipó cualquier equívoco al aclarar siempre que esa canción, la “Milonga del Fusilado”, un himno de los años ’70, tenía destinatarios precisos. Había sido pensada para otros tiempos, otras vidas y otras muertes. La dislocación pone en peligro la construcción del mito, agranda el riesgo de transformarlo en fábula. Sería contraproducente que la necesidad de consolidar el “kirchnerismo” marcara el ritmo de la entrada de su líder en la inmortalidad.

Antes de convertirlo en mito, sus seguidores deberían darle a Néstor Kirchner la oportunidad ser juzgado sin pasiones , simplemente como un hombre de su tiempo. Calipso debería permitir que, al menos en esta etapa de sentimientos aún a flor de piel. Ella ofreció a Ulises que se quedara, a cambio de la inmortalidad, Ulises regresó a Itaca.

14/11/10