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La ruptura del confinamiento de Gaza, el cadáver israelí y la izquierda ante Palestina

La izquierda europea y la latinoamericana, salvo contadas excepciones, han reproducido el lenguaje confuso impuesto por los opresores del pueblo palestino: el vocabulario contenido en los Acuerdos de Oslo de hace 30 años. Fraudulentos Acuerdos como luego se explicará. Este fosilizado discurso parecía estar cambiando en algunos sectores de izquierda junto a la precipitación de eventos en Palestina. Parecía que parte de la izquierda era capaz de ver que el tiempo histórico se aceleraba. Otra gran parte de la izquierda, no. No asociaban los elementos: el incremento de la opresión desde 2021 y especialmente el resultado del enfrentamiento con Gaza en mayo de ese año, la resistencia armada palestina multiplicando acciones y el terror en aumento dentro del régimen a un enfrentamiento total con Líbano y otros actores regionales. Y, sin embargo, todo forma parte de un proceso de avance hacia un horizonte. El derribo de la jaula de Gaza del sábado 7 de octubre deja a buena parte de la izquierda aún más descolocada y desarticulada en el lenguaje. En este artículo se analizará más adelante esto.

Y ello simultáneo a la crisis interna del aparato israelí: convulsiones y espasmos en forma de reiteradas elecciones anticipadas, grandes manifestaciones de la facción de la sociedad colona que defiende una democracia supremacista contra la que defiende la autocracia supremacista de Netanyahu, autogolpe institucional, etc. Todo esto ya mostraba el inicio de la descomposición del régimen israelí, y con él arrastrando a la élite de su departamento indígena subcontratado llamado Autoridad Palestina.

¿En realidad Palestina está en la cuenta atrás como la Argelia colonizada de los años 40 o 50, o la Sudáfrica de los años 70?, ¿a una generación de distancia —o menos— del fin de su opresión?.

El cadáver israelí que todavía camina

El régimen israelí aparenta mantener un rol protagonista en Asia Occidental firmando acuerdos con los regímenes árabes de alrededor, seguirá respaldado hasta el último día por EE UU y UE, posee un ejército muy poderoso e incluso decenas de bombas nucleares. Se podría pensar que la actual crisis institucional israelí no es diferente a la de muchos países occidentales. Cinco elecciones en cuatro años o grandes manifestaciones contra un gobierno que propone reformas institucionales no debería alarmar sobre la solidez de un régimen. Es significativo que la disputa política entre las facciones de israelíes estriba en conservar o suprimir el barniz de democracia liberal de su Estado, pero ambos sectores comparten un consenso en proseguir la limpieza étnica y el apartheid a los indígenas. Asesinar niños palestinos —como reflexionaba el autor Yossi Klein en el periódico israelí Haaretz el pasado mayo— produce un hermanamiento en la sociedad colona israelí, y este pilar ideológico común teóricamente otorga una robustez añadida al aparato israelí. Demócratas supremacistas frente a autócratas supremacistas, con los nativos en sus guetos correspondientes.

Sin embargo, varios muros insalvables rodean Israel y le impedirán convertirse en una entidad colonial triunfante contra los nativos, de las que evolucionan a ‘democracia liberal’ como Australia, Canadá o EE UU tras conseguir saquear todo el territorio a sus dueños autóctonos. Ese no va a ser su camino y por eso lo que observamos es una sociedad colonial israelí consciente de ello y que se revuelve contra sí misma.

El proyecto supremacista de colonos en Palestina está destinado a ser una empresa fallida antes de dos décadas como fueron Argelia, Rhodesia, Angola o Sudáfrica

El proyecto supremacista de colonos en Palestina está destinado a ser una empresa fallida antes de dos décadas como fueron Argelia, Rhodesia, Angola o Sudáfrica. Las bases de ese triunfo palestino se remontan a la Nakba de 1948 cuando la población palestina sufrió un masivo desplazamiento forzoso, desposesión y limpieza étnica. Sin embargo, la gran mayoría de nativos, aunque expoliados y desplazados, consiguieron quedarse dentro del territorio palestino y sentar las bases de la victoria demográfica actual.

Ese es el primer muro y más decisivo, la demografía. A pesar de las sucesivas oleadas de inmigrantes judíos durante cien años a Palestina, renombrada estas décadas como Israel, los indígenas hoy son el 52% de la población frente al 48% de sociedad colona israelí. Sumando los nativos que poseen una ciudadanía israelí de tercera categoría, más los nativos que sobreviven bajo dictadura militar de distintos grados en Jerusalén, en los guetos de Cisjordania y en el de Gaza, su número sobrepasa a la suma de colonos. Aceptando el mejor censo-ficción israelí que sigue incluyendo a cientos de miles de colonos que ya se han marchado a vivir a occidente, 7,6 millones de palestinos (38% menores de 15 años) superan a 7,1 millones de israelíes judíos (28% menores de 15 años). Incluso los demógrafos israelíes hablan de una proporción menor al 47%. En menos de dos generaciones se alcanzará la proporción de dos tercios para los palestinos. Estos números demográficos nunca se mencionan en los medios occidentales porque es una fotografía que permite comprender al instante lo que ocurre y lo que ocurrirá. Ante estos números, es obvio que el régimen colapsará salvo que ejecute un genocidio masivo o una limpieza étnica de millones de palestinos.

Además de la fuga de colonos, la fuga de capitales a bancos occidentales por parte de israelíes alcanza niveles récord. Ya se sabe que el dinero es el elemento más cobarde. En el futuro se alcanzará un punto crítico de pánico multiplicando ambas fugas: la económica y la demográfica.

Hay más muros que aprisionan al régimen israelí. Su superioridad militar no es suficiente para proteger sus frágiles infraestructuras vitales y a su sociedad colona que vive concentrada y vulnerable en una limitada franja entre Acre y Jerusalén. En 2021 Israel realizó un ataque a gran escala contra Gaza y a los diez días tuvo que anunciar un alto el fuego. En 2022 y 2023 nuevos ataques se redujeron a pocos días, a pesar de las familias enteras despedazadas intencionadamente mientras dormían. Por el contrario hace casi diez años, en 2014, Israel no necesitó detener sus bombardeos sobre Gaza durante dos meses de masacre y 2.300 personas asesinadas (500 niños y niñas). La diferencia de estos años frente a 2014 se explica en las mayores capacidades de la resistencia palestina. En 2021 las defensas antiaéreas israelíes se agotaron en diez días contra los cohetes de Gaza, y EE UU tuvo que rellenárselas meses después. El espacio aéreo controlado por Israel estuvo cerrado, y puertos, aeropuertos y zonas industriales fueron alcanzados por cohetes palestinos. Por otro lado, desde 2014 los tanques y soldados israelíes tampoco se atrevían a entrar en Gaza.

Palestinos asisten al funeral de dos mujeres y ocho hijos de la familia Abu Hatab en la ciudad de Gaza, que murieron después de un ataque aéreo israelí, el sábado. Crédito: Khalil Hamra,AP

Los palestinos y sus cohetes no pueden derrotar militarmente al ejército israelí, pero pueden hacer pagar un coste desorbitado a la sociedad colona que los propios israelíes no estén dispuestos a afrontar