¿Quién se ha de preocupar entonces por las víctimas de esta conjura criminal? Solo los pueblos del mundo, la gente verdaderamente civilizada, los que respetan la vida, y que no han perdido su alma en el agujero negro de su existencia como esos verdugos.
El pueblo indio ya aprendió en el siglo 19 esta lección: que hay algo peor que una guerra: el exterminio genocida. Ahora lo aprendimos nosotros. ¿Y ahora qué? ¿Seguiremos creyendo que los individuos con apariencia humana que gobiernan occidente nos representan a los hombres y mujeres pacíficos y a los defensores de esos principios que ellos dicen representar con papeles en las manos con sangre de niños? ¿Seguiremos creyendo en esos hipócritas y esa democracia que apoya a genocidas?
¿Ahora qué?
El Imperio de las grandes mentiras
El genocidio de Gaza al dejado al descubierto y para siempre las grandes mentiras en que intenta sostenerse nuestro mundo bajo el llamado “Orden Internacional” basado en reglas y acuerdos impuestos por los países más poderosos, que está siendo dinamitado a bombazos ante nuestros ojos.
Este crimen horrendo que conmociona y subleva por igual, ha dejado al descubierto que la ONU, como representante de un orden mundial basado en leyes y reglamentos no tiene ninguna utilidad ni poder para evitar una guerra, ni menos un genocidio. Y tiene motivo, porque fue creada para dar cobertura legal y reconocimiento internacional a los okupas sionistas de Palestina y su ejército de colonos armados. Por ese ilegítimo origen, y porque está parasitada en especial por los EEUU y el Reino Unido, sus principales creadores y valedores, la ONU solo puede hablar, y con prudencia como lo ha hecho, pero no impedir un genocidio, y en esto se parece al papa de Roma. Y en esto también se parecen: ambos han perdido su oportunidad histórica para legitimar su presencia en este mundo y hacerla comprensible. Ninguno de esos representantes mundiales del orden humano o religioso, habla con la claridad con que hablan Petro o las ministras de Podemos, por ejemplo. Ninguno de ellos señala a los EEUU como los principales alentadores y proveedores de armas para el exterminio de Gaza.
Ninguno de los altos representantes del orden legal o del divino hace un llamamiento a los ciudadanos y creyentes del mundo para manifestarse contra el genocidio y exigir ante los palacios de sus gobiernos y de sus purpurados con sotanas el fin inmediato de esa masacre y que los dirigentes de Israel sean puestos a disposición del Tribunal Penal Internacional. Ninguno de ellos señala a la Unión Europea como corresponsable de esos crímenes. Ninguno de ellos reclama el fin inmediato del genocidio, con la amenaza de verles encabezar manifestaciones, fraternalmente cogidos de la mano el secretario general de las Naciones Unidas, con todos sus relatores humanitarios, el jefe del Estado Vaticano y sus cardenales, junto a las asociaciones mundiales de jueces y tribunales y a todos los altos representantes de cualquier organismo humanitario o democrático como fuerza de presión mundial contra este crimen atroz. Pero no lo hacen. Ni siquiera dimite nadie como señal de protesta. Y menos el “Papa”. Prefieren decir algo, que es lo menos que se puede hacer, y aún así, con palabras medidas, no vaya a ser agresivamente respondido por el “señor del rosario en la mano”, Biden, y sus vendedores de armas. ¿No fue ya invadido y saqueado el Vaticano por orden de Carlos V, en el siglo 16? La historia siempre puede repetirse.